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Y el camarero no viene

Por José Luis Azzollini García
lunes 25 de abril de 2022, 11:28h

Cuántas veces habremos ido a un bar o restaurante y después de un rato esperando, no ha venido nadie a conocer el motivo de porque estamos sentados a la mesa o a la barra de su establecimiento. ¿Será que no tienen ganas de trabajar? ¿Será que, de repente, nos hemos vuelto invisibles? ¿Será que la última vez que estuvimos no dejamos mucha propina? Por poder ser, puede ser cualquier motivo de los que correspondan a éstas y a más peguntas que nos hagamos. Pero, incluso, y por poder ser, hasta podría hablarse de una falta de motivación. Desafortunadamente, también puede ser por habernos tropezado con gente que debería replantearse su modo de ganar el pan. El cualquier caso, el personal de hostelería siempre es la cuerda más floja a la hora de buscar las razones de un mal servicio en la restauración, en los bares y en las cafeterías. Pero, ¿conocemos los entresijos de ese gremio de la producción?

Para empezar, diré que la preparación de este grupo de profesionales ha sido variopinta y durante la historia de su existencia ha tenido mucho recorrido. Hace mucho tiempo atrás, se llegaba a este sector desde otros, donde ya se le habían visto las orejitas al lobo. Cuando la agricultura y la construcción empujaron a la desocupación, se sabía -aún hoy se siguen viendo casos- que en un bar o en un restaurante podía estar la fuente de ingresos. ¡Aquí te traigo al chico para que le enseñes un oficio! Era una frase que se repetía con mucha frecuencia. Y, ese chiquillo comenzaba su aprendizaje de la mano de la experiencia de otros que habían llegado antes que él y a quienes, los errores, les habían ido curtiendo como maestros de esa labor. Curiosamente, en esa época el servicio era mucho más diligente que el que se puede observar hoy en día, puesto que si no se aprendía, se perdía la “gran” oportunidad.

Pasan los años y comienzan a surgir las Escuelas de capacitación y las del mundo de la hostelería. De ellas van saliendo personas con un aprendizaje mucho más profesionalizado y donde quien enseña en este entorno, es un profesorado con técnicas docentes más pedagógicas. El personal que allí se formaba, salía con una preparación técnica en el manejo de sus herramientas, las formas de atendimiento y con conocimientos específicos del mundo laboral al que se dedicarían posteriormente.

Con el tiempo, estos centros educativos profesionales, se van perfeccionando y además surgen otros centros privados que, con el apoyo de las Instituciones públicas de empleo (SEPE), comienzan a ofrecer cursos para quienes no tuvieron la ocasión de formarse, en su momento, en ese campo de la hostelería; pero que llegaron al gremio, al haber perdido, por alguna razón u otra, el puesto de trabajo que desempeñaban y les costó conseguir retornar a lo que hacían con anterioridad.

Claro está, este personal más especializado en unos u otros centros formativos y por lo tanto más conocedor de su profesión, demanda del empresario que les contrate, una serie de condiciones que muchas veces no son atendidas convenientemente. Cuando eso ocurre -que ocurre-, probablemente estaremos hablando de esa falta de motivación que he mencionado en líneas anteriores.

Por otra parte, también se llega a este mundo por la vía del “atrevimiento”. Lo vemos cuando alguien se queda sin un trabajo y decide reorganizar su vida. Una de las opciones que se suele valorar es “abrir” un negocio de cafetería o restauración, aunque no tenga más conocimiento del mismo que el saber que un “leche y leche” es que te pongan la condensada y la normal en el mismo vasito. La valoración que se suele hacer, es algo así como… ¡eso es fácil de hacer! Tras esa frase, tendremos a otro grupo de cuasi-profesionales de la hotelería que nos podremos encontrar a la hora de entender la razón del porqué el camarero no viene a atendernos. Este otro grupo de gente, no ha montado su “boutique del café”, para atender y servir, sino para ocupar un puesto vacante y necesario en la sociedad: “la cafetería del diseño”. Ahora lo que prevalece no es atender a la mesa, sino que sea el cliente el que se levante a pedir en la barra y se lo lleve a su propia mesa. Si lo hacen en el Mc, lo harán aquí también ¡faltaría más!

También veremos a gente que simplemente nacieron cansadas, pero eso se soluciona con una transfusión de sangre de toro.

Tal vez la organización en este tipo de negocios, debería de ir cambiando para conseguir que el cliente estuviera mejor y más diligentemente atendido. El personal vive de un sueldo y una segunda aportación -cada vez menos consistente- a base de las propinas. En la parte de sueldo, ya les adelanto que los convenios colectivos del sector, no suelen ser muy espléndidos en estas áreas laborales. Aquí se abre para unos -mundo empresarial- y para otros -sector laboral- la posibilidad de establecer un campo motivacional a base de incentivos que vayan de la mano de las ventas.

El camarero no viene, o viene tarde, porque de lo que se trata es de servir un producto. Pero, ¿qué pasaría si en lugar de hablar de portadores de bandejas, habláramos de vendedores puros? ¿Cómo cambiaría la situación si en lugar de tener que ir a servir una bebida y diera igual que fuera ahora o dentro de un rato, habláramos de vender esa bebida o comida y además se tuviera la posibilidad de tener una comisión o incentivo por lo facturado o por el número de pedidos? ¿Cuánto tiempo se tardaría en tener al camarero ante nosotros con la mejor de sus sonrisas y predisposición?¿Cuánto tiempo se tardaría en tener la mesa recogida y lista para ser ocupada por otros “candidatos” a venderles su producto?

No nos engañemos, son muy pocas las personas que trabajan por el amor al arte. Aquel mensaje de “el trabajo da la felicidad”, no digo que esté mal; pero, se es mucho más feliz, si con lo que gano en el trabajo, puedo satisfacer mis necesidades y, por qué no, mis caprichos. Señor empresario, no demande camareros como si se tratara de la zafra del tomate. ¡Busque, forme, y dé motivos para conseguir profesionales!

Visto así, tal vez estaríamos ante un nuevo peldaño en el mundo laboral del personal de las bandejas. “La venta” sería el motor que haría que cualquier persona formada en eso de atender a la clientela de bares y restaurantes, viera un motivo más que suficiente como para alegrarles la vida. Hablo de “motivación”.

¿Tendrían que aumentarse los precios de las consumiciones para dar cobertura a esa nueva figura del camarero vendedor -hombre o mujer-? Si alguien piensa que sí y se está frotando las manos, sería bueno que esperara a lo que diga el mercado y la sabiduría de doña competencia. De momento, el empresario debería rebajar algo su nivel de beneficio y el personal ir admitiendo la supresión de las propinas, ya, de forma definitiva. Entre lo que uno no recargue, y el otro afloje, el cliente se sentirá perfectamente atendido y repetirá. Fíjense que hablo de incentivos por ventas, no de la “epidemia comisionista” que comienza a proliferar en todas partes.

El cambio, sería considerable. Se pasaría de, póngame un cafecito, a ¿desea una pasta riquísima, que nos han traído esta misma mañana, con el café? ¿Le apetece el café especial de la casa, o prefiere un “barraquito”?

No hace mucho tuve la oportunidad de ver a una camarera vendiendo sus productos y me quedé maravillado. ¿El zumo de naranja se lo traigo pequeño o mediano? -las naranjas hoy están riquísimas. Si le gustan los zumos, hoy le aconsejo el mediano- ¿Le pongo un poco de queso a la pulguita de pata? Está tiernísimo y le da un toque especial al bocata. ¿Le comando un café para cuando termine de comer? Si aquella señorita que me atendió cobrara un plus por lo que vendía, en poco tiempo tendría su hipoteca pagada; sin más ayuda, que la de ella misma. Su empresario estaría siendo testigo del movimiento de la caja. Y ¿el cliente? El cliente, no se estaría cuestionando eso de…

¡Pero vendrá el camarero o no vendrá!

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