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Vuelva a llamar pasados unos minutos

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 02 de septiembre de 2021, 10:43h

«Se ha puesto en contacto con… Esta llamada será grabada para su seguridad… Todos nuestros operadores están ocupados… Vuelva a llamar pasados unos minutos».

¿Quién no ha sufrido las consecuencias de la administración digital, las sedes electrónicas y las llamadas en espera? Es una prueba a nuestra paciencia. No digamos nada si queremos dar de baja una línea telefónica o renegociar una tarifa de cualquier servicio. Es una tarea solo apta para personas poseedoras de altas capacidades en el ámbito del saber esperar.

Si nos adentramos en el mundo de los comerciales de empresas energéticas o telefónicas, deberíamos dedicarle un apartado exclusivo. Un bombardeo diario de lucha por conquistar un cliente al que suelen llamar en los momentos más inadecuados. Este verano durante la siesta he decidido apagar el teléfono para no faltarle al respeto quienes se ganan la vida intentando aumentar el número de clientes de la empresa que ha contratado sus servicios.

Me quiero detener en este extraordinario mensaje que nos educa en la paciencia: «Vuelva a llamar pasados unos minutos». Aquello de «deje su mensaje y le llamaremos a la menor brevedad posible» casi ha pasado a la historia. Has de ser tú quien insista. No me quejo, porque en la mayoría de los casos responde al principio de recursos escasos para una sociedad del bien común. Pero no cabe duda que estimula nuestra paciencia.

Y la misma tecnología que nos ofrece este modelo de serenas llamadas en las que intentamos ser muy educados una vez que alguien nos responde personalmente y no la voz tecnológica automatizada, es la misma tecnología que nos ha hecho perder la capacidad de espera. Si necesitamos una información la tenemos a un par de clic en un buscador. Conocemos el parte meteorológico despertando la pantalla de Smartphone, se nos ofrecen las noticias de interés personal en la portada del buscador. Todo está “aquí y ahora” a nuestra disposición.

Un mensaje inmediato de wasap o un correo electrónico que abrimos al instante de recibirlo porque nos avisa la tecnología con el sonido que hemos decidido. Todo es ya, sin tiempo de espera, sin capacidad de desintoxicarnos de una información para entrar en otra. Y, después de todo esto, alguien nos hace esperar. Nos ofrece una respuesta a la que nuestra mente ha dejado de estar preparada. Nos invita a una paciencia que nos han robado poco a poco en esta sociedad digital de la información inmediata y global.

Algo bueno ha de tener este servicio de espera programada que ayuda a las empresas y entidades a ganar unos céntimos con las llamadas en espera. Es un doble servicio mutuo: nos educan en la paciencia y se lo agradecemos con unos céntimos de euro. Un servicio en paralelo del que hemos de estar especialmente agradecidos. Porque es uno de los únicos espacios sociales que nos invitan a esperar. Que nos enseñan el valor de la espera.

Y mientras esperaba pensaba en lo que puede hace la gente cuando cuelga el teléfono y espera que pasen esos minutos. ¿A dónde mira? ¿Qué hacen? Porque si nos despistamos se nos pasa incluso la urgencia que nos llevó a la llamada en cuestión. Y ahí estamos: quieto-parado, respirando hondo, mirando el reloj, haciendo giros horizontales de cabeza.

Y volviendo a marcar con esa loca inquietud de ilusión infantil deseando que alguien nos atienda por fin.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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