El Bluetooth del coche, de la casa, del teclado, de la impresora, etc.; la zona wiffi que nos rodea y vincula invisiblemente, el cargador sin necesidad de enchufar el Smartphone a la corriente eléctrica, solo colocándolo en la plataforma imantada… Todos estos avances de la tecnología que nos ahorran una cantidad tremenda de cables, pueden ser, sin duda, un signo de cambio cultural. Hemos ganado autonomía y hemos ahorrado en vínculos.
Lo primero que nos puede nacer del saco de nuestras ilusiones es sentir que cada vez somos más libres. Es como espontáneo: la libertad como no necesitar de nadie ni de nada. O sea, tenerlo todo sin necesitar a nadie. Si quiero saber algo, voy a un tutorial; no necesito a nadie. ¡Qué libre parece mi vida!
En el trasfondo una aparente certeza: «los otros son un límite a mi libertad». Una falacia, claro. Porque sin los otros no tengo más opciones que yo mismo. Y yo solo puedo elegirme a mí. Una aparente victoria. Solo podríamos decirnos libres si existen opciones. Y si no las hay, o creo que no las hay, ¿de qué libertad presumo?
Los vínculos con los demás no son límites de mi yo, sino espacios en los que mi identidad crece. Iré más lento si voy con otros, pero llegaré, seguro, más lejos. Claro que si mi horizonte es la intensidad del instante, los horizontes amplios y la dilatación del tiempo pierden sentido. La vida en un instante de autonomía absoluta. El estallido de una palmera de fuegos artificiales iluminadora y cegadora que sorprende y extasía. Pero ¿Quiénes barren las cenizas mañana de la autonomía quemada?
La desvinculación social se manifiesta de múltiples formas, y todas ellas generadoras de infelicidad. Porque hemos sido diseñados para la red, para la interacción, para amar y ser amados. Y solo somos nosotros mismos cuando los demás nos lo posibilitan con su presencia y acción. Cada uno de nosotros incluye en su identidad las primeras voces que escuchó, los primeros cuidados que le ofrecieron. Muchos estímulos pusieron en marcha nuestra unidad central y configuraron nuestro disco duro raíz –por usar un lenguaje tecnológico- que nos han identificado con lo que somos.
Sabemos aquello que recordamos después de haber olvidado lo que otros nos enseñaron. Y no todo está en los libros, ni en los tutoriales de Youtube, no en la Wikipedia. Porque la realidad humana es cultura, y la cultura es transmitida. Detrás de un libro hay personas. Detrás de una enciclopedia digital hay muchas personas. Y esas personas tiene biografía, historia; tienen otras personas que les ha hecho ser como son y lo que son.
El saberse amado necesita vínculos cercanos. Necesita que el ustedes se convierta en un “tú”. Necesita una mirada cercana. Podemos tener lo necesario para vivir, pero sin los otros no tendremos vivir humano. Porque esa realidad peculiar bio-soco-psico-espiritual que soy, me da la exclusiva posibilidad de ser solo si amo. Y de dejar de ser si no tengo esos vínculos que lo hacen posible. Quítale a una persona sus relaciones y acabarás con ella convirtiéndola en un simple ser vivo.
Sin ti, que me lees, no tendría sentido escribir.