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Una madre es una madre, y a ti te conocí después

Por José Luis Azzollini García
lunes 08 de mayo de 2023, 14:05h

Este domingo, 7 de mayo, se celebró, como cada año, el Día de Las Madres. Siempre que llega ese día, me acuerdo de la mía, como seguro le pasa a cualquiera. La que me parió, fue -ya lo he comentado en otro artículo anterior- una de aquellas valientes que se enfrentó a todo, por sacarnos adelante a mi hermana y a mí. Por mucho que yo haga y/o diga o escriba, jamás podré agradecerle tantísimo esfuerzo. Una mujer menuda, pero cuyos arrestos no son medibles con una vara normal. Emigrante, y emprendedora, hizo de su responsabilidad como madre, su objetivo de vida. Cuando consideró que su nido se podía ver comprometido, tomó sus decisiones para salvar lo poco que podía y así se forjó como mujer y pequeña empresaria. Luchó hasta sus setenta años por mantener a flote su negocio. Lo que logró, sin dejar deudas, tras su cierre. Consiguió que sus dos retoños, aprendieran de su experiencia humana y se condujeran por la vida con su mismo sentido de la honradez y responsabilidad. Alguna vez cuando uno de nosotros, dudamos si hacer o no hacer tal cosa, le preguntamos a la conciencia, por lo que hubiera dicho mamá y actuamos en consecuencia.

Madres hay muchas y, como la mía, seguramente habrán tantas como queramos mencionar. Ella ya nos dejó; y como es mejor entregar los reconocimientos en vida y no una vez que ya han pasado al rincón de los buenos recuerdos, me parece más adecuado dedicar este escrito a quienes hoy en día nos acompañan en nuestro recorrido. Me resultaría imposible -no creo que en www.canariasdiario.com me cedieran el espacio-, nombrar a todas y cada una de las madres; así que, si me lo permiten, les hablaré de tres de ellas. A dos de ellas las conozco bastante bien, pues una es mi hermana y otra es mi esposa. De la tercera solo tengo conocimiento por la prensa y el cotilleo de tertulianos que todo lo saben y saben de todo. De esa tercera, solo puedo decir que aunque sus formas y sus niveles de protagonismo son descaradamente desmedidos en muchos de los casos -no tanto para sus fans- , lo que para mí no ofrece duda es su alto nivel maternal. El tomar como un objetivo, el supuesto deseo de su difunto hijo, es una de esas cosas espectaculares que he podido leer sobre lo que una madre es capaz de hacer. Se ha echado al hombro, todas y cada una de las críticas que se han venido produciendo desde las distintas cadenas televisivas y no le ha importado, nada, haber recurrido a un útero ajeno para concebir a su nieta. Lo que fuera, para dar cumplimiento a algo que su hijo había solicitado. Creo que aún no ha mostrado ningún documento donde se pueda leer tal petición, pero ¿Quién soy yo para pedirlo? Es más, ¿Existe alguien que se arrogue de ese derecho petitorio? Una madre es capaz de llegar donde otros poderes ni siquiera se rozan y esta madre, ha dado los pasos necesarios para darle a su hijo lo que ella ha estimado conveniente. ¡Olé doña Ana!

Otra Ana de la que hablaré, será de mi propia sangre. A ella la naturaleza le dio un sentimiento maternal, pero no le ayudó mucho a alcanzar ese objetivo. ¿Se rindió? Una madre, y quienes somos hijos lo sabemos, nunca conjuga ese verbo. Un buen día, se armó del valor que hay que tener y decidió que su hija, como ella misma siempre dice, tendría los ojos achinados de su padre y el carácter de su madre. Y, dicho y hecho. Se convirtió, con un esfuerzo digno de mención, en madre. Tuvo que vérselas con administraciones propias y extranjeras pero se sentía gestante de un proyecto que finalizaría con mi sobrina en su casa. Su andadura, no ha terminado y ya hoy en día, su hija va camino de terminar una gran carrera de ingeniería, cuyo título, seguro, que llenará de lágrimas los ojos de su madre: mi hermana. Desde hace mucho tiempo, esta mujer de la que hablo, dejó de ser la niña desinquieta que mi madre tenía que sujetar para que no se desmadrara demasiado, y se ha convertido en esa madre coraje que ella vivió de cerca. ¡Muy de cerca! Hoy veo, en mi hermana, el reflejo de mi propia madre. Aquella mujer que sólo vivía para sus hijos y que cualquier cosa que hacía o que no se atrevía a hacer, era pensando en nosotros. ¡Olé, mi hermana Ana V.!

La tercera, es por derecho propio mi propia esposa. Nos conocimos y al poco tiempo decidimos formar una familia que hoy en día está compuesta por tres hijos, además de la pareja que formamos. Desde el momento en el que llegó al mundo nuestro primogénito, esta Señora, dio muestras de que, su dedicación, iba a estar marcada por el desempeño de su compromiso con la parte que le tocó en suerte. Al estar yo trabajando en un sector tan absorbente como es el Turismo, mi atención a ellos, se circunscribía a los pocos momentos en los que los veía despiertos. Ella, sin embargo, era capaz de atender a los hijos que estaban y a los que iban llegando, y además, culminar su carrera de pedagogía y gestionar el control de la casa, para que siguiera siendo un hogar. Mi colaboración se reducía a traer el sueldo y poco más. Hoy en día, mis hijos, tienen más en sus bocas el "mamá" que el" papá". Y, honestamente, no debo quejarme por mucho que, en algún momento, tenga algún atisbo de ello.

Ana, que también se llama así, ha sido madre, de tres hijos y por si fuera poco -la naturaleza es sabia- le otorgó la posibilidad de que su último periplo laboral estuviera dedicado a la enseñanza con bebés de hasta tres añitos. Cuando al terminar el día, comentábamos algunas incidencias, ella siempre traía las anécdotas divertidas de aquellas menudencias con las que tuvo que lidiar. Me contaba que su despacho, era invadido, en algunas ocasiones por elementos chiquititos que jugaban a ser ella. Me contaba cómo se reprimía las ganas de mordisquear los cachetes gorditos de más de alguna de aquellas criaturas. Sin saberlo, la naturaleza, le estaba dando la oportunidad de hacer lo que mejor se le daba: ser madre. ¡Ana, todos los agradecimientos que recibas, son merecidos!

A todas ellas, y a las que no se nombran aquí, que serán las madres de cada cual, hoy les dedico este artículo. Estoy seguro de que, los hijos, habremos llevado a cabo en estos días un ejercicio de autocrítica de lo que hemos podido hacer por ellas y no hemos hecho. Yo por mi parte, entono la parte que me corresponde como hijo, y sobre todo como esposo de una de ellas y pido disculpas por no haber dedicado más tiempo a escuchar a la mía y más colaboración con quien decidió formar pareja conmigo. Seguramente, cuando se nos pase los efectos de este día señalado en el calendario, seguiremos haciendo lo mismo, pero es bueno de vez en cuando parar el tren y ver el paisaje. Tal vez así descubriremos las grandes personas con las que hemos compartido tiempo y espacio y a quienes debemos algo más que una reflexión. Ellas, al fin y al cabo, son nuestras madres o las madres de nuestros hijos. Iban a serlo si o si, con nosotros o sin nosotros. Ellas decidieron que dejáramos de ser hombres sin responsabilidades para convertirnos en padres. Nuestros hijos a quien conocieron primero, fue a su madre. El contacto con nosotros, vino después, por mucho que el día del Padre se celebre antes que el de la Madre.

¡Feliz día de las Madres!

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