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Una de envidia

jueves 09 de julio de 2015, 10:53h
Nadie mea colonia. Como decía Bertrand Russell “nada de lo que es humano me es ajeno”. Todos tenemos a lo largo de la vida  una serie de emociones toxicas a las que sucumbimos y contra las que tenemos que luchar a tope, porque  muchas de ellas son muy tentadoras. La lista es larga: lujuria, glotonería, pereza etc. Pero uno de ellas, sin embargo, resulta muy dolorosa y no tiene ninguna recompensa  final: la envidia.

¿Quien no la  ha sentido alguna vez en su vida?. Si  lamentamos  mucho, ver a amigos poseídos por la envidia, mas  duele tenérsela a ellos. La envidia totaliza la vida psíquica, condiciona los pensamientos, los sentimientos y las conductas. No sirve negarla ya que  es muy potente y emerge una y otra vez.

Colocada  en el sexto puesto en la tradicional lista de los siete pecados capitales, justo entre la ira y la vanidad, la envidia es el profundo y habitualmente hostil rencor que uno siente hacia alguien que tiene algo que uno quiere, como la riqueza, la belleza, la fama o la admiración de sus pares.

Es una emoción toxica  que pocos pueden evitar y que nadie desea, porque experimentar la envidia es sentirse pequeño e inferior, un perdedor atrapado en la maldad.

Alguien dijo que la envidia es corrosiva , fea, y puede arruinar tu vida Si usted es una persona envidiosa, le costará mucho apreciar lo bueno, porque estará demasiado preocupado en cómo se reflejan en su yo.

La envidia  es muy psicosomática, siempre se somatiza y se acompaña de sensaciones  físicas   muy  molestas. Pero también se acompaña de sensaciones placenteras  que se sienten cuando la persona a la que uno envidia se derrumba. El sufrimiento del otro es un orgasmo para el envidioso.

Ya empezamos a comprender los circuitos neurales de la envidia que implican a  las regiones cerebrales involucradas en el registro del dolor físico: cuanto más profunda es la envidia, más vigorosamente se activan los centros de dolor del córtex cingulado anterior dorsal y otras áreas cerebrales relacionadas.

Por el contrario, cuando a los sujetos se les daba la oportunidad de imaginar que el sujeto envidiado caía en la ruina y en la miseria, se activaban los circuitos de recompensa del cerebro, también en forma proporcional a la intensidad de la envidia: aquellos que sintieron la mayor envidia reaccionan a la noticia de la desgracia ajena con una respuesta comparativamente más activa en los centros dopaminérgicos del placer del cuerpo estriado del cerebro.

Los japoneses tiene un refrán: las desgracias de los otros saben a miel. Bien pues el cuerpo estriado es el que está procesando esa «miel»

Generalmente envidiamos a aquellos que son como nosotros -del mismo sexo, edad, clase y currículum -. Como dijo Aristóteles “los alfareros envidian a los alfareros”.

No niegue su envidia, ecologicela, acéptela. ¡ Es su puta envidia!. Seguro que ese  amigo cabron  provoca a propósito su envidia. No le de el gusto y no le haga el juego. Sus sentimientos los controla usted, petit  mamónier. ¡ Usted es el amo de su envidia!.  Tenga coraje y échesela en cara. Deje de murmurar por las esquinas y renuncie a la rumuropatia. Verbalicele  su envidia en público y con gritos si es posible. Globalicela. Móntele  numeritos  y escraches  al envidiado. Que se entere de una  p…….. vez. Rescate  a Ortega: “yo soy yo, mi genoma, mi ambioma, mi neuroplasticidad y ahora también mi envidia”

No se reprima. No se acompleje. “Pa envidia la mía”. Culpabilice al envidiado. Con la envidia usted se ha humanizado mas que el envidiado , que en su cartera de emociones todavía no ha aprobado la asignatura de la envidia.  Digale “fíjate si eres importante para mi que además de aprecio te tengo envidia”. En el fondo es usted mas versátil emocionalmente que el envidiado. No tiene envidia quien quiere sino quien puede. Y si eso no da resultado pase de la envidia  a la admiración. Sorpréndale: que se joda. Eso hará que ahora la envidia la  tenga el. Si no surte efecto intente  pasar a otras emociones toxicas, tiene mucho donde elegir ( pruebe con la lujuria, con la quejorrea generalizada, con el despellejamiento  full time del prójimo,  la  gula hiperfagica.. etc).

Si todo esto fracasa, hagase el harakiri, empiece un ayuno ayurvédico,  exiliese a un monasterio y rece continuamente salmos responsoriales y lea libros de los místicos. Absténgase de libros de autoayuda, ya que los  autores son envidiosos  que no han logrado sublimar su p……… envidia.

Recuerden de cara al verano que no son responsables de la cara que tienen pero si de la cara que ponen y no olviden  que aun, aquí y ahora que estamos en derrota pero nunca en doma.
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