Crece la inquietud entre las autoridades públicas y los empresarios del sector turístico por los incipientes actos de rechazo al turismo, que de un tiempo a esta parte se vienen produciendo en nuestras Islas. Particularmente, preocupan las convocatorias de manifestaciones en Tenerife, Gran Canaria, Lanzarote, Fuerteventura y La Palma, el próximo día 20 del presente mes de abril.
Partimos de dos premisas que son prácticamente irrebatibles: de una parte, el turismo es un sector clave para la economía y el empleo en Canarias; de la otra, turismo sí, pero no a cualquier precio. De ahí que la apuesta deba pasar por un modelo que prime la calidad por encima de la cantidad.
Indiscutiblemente, la llegada de la aviación comercial favoreció de forma determinante la incorporación de las Islas a los mercados turísticos europeos.
Las condiciones que ofrece nuestro Archipiélago, en relación al clima, biodiversidad, calidad del cielo y seguridad, han ido convirtiéndolo en uno de
los destinos más demandados de Europa. Especialmente en invierno, cuando no tenemos competencia en el viejo continente dentro del segmento de sol y playa.
El empuje del sector turístico en las últimas cuatro décadas ha propiciado el mayor desarrollo social y económico del Archipiélago de toda su historia.
Canarias pasó de la hambruna y la emigración obligada a integrarse en el carro del desarrollo europeo. Sin duda, el crecimiento en la calidad de las infraestructuras, los servicios, la sanidad y las oportunidades de trabajo atrajo a las Islas a gentes de todas las partes del mundo.
Necesitábamos crecer, pero no tan rápido como lo hemos hecho. En el periodo referido, duplicamos la población y ello ha traído consigo otros problemas: uso abusivo del suelo, demasiada gente, excesivos coches, colapso de infraestructuras, problemas en sanidad y educación, pérdida de identidad, limitación en las oportunidades de trabajo para los residentes en las Islas o, solo por citar algún ejemplo más, mucha especulación y mucha economía sumergida.
Las Islas no tienen ni oro ni plata. Tampoco tienen diamantes ni metales preciosos. La escasez de territorio y la lejanía no favorece un desarrollo
industrial. Las limitaciones territoriales, la orografía y la escasez de agua frenan la competitividad de su sector primario. La innovación, la tecnología y la economía del conocimiento están vinculadas a todas las actividades que giran
alrededor del turismo.
Así, resulta evidente que el motor de la economía y el empleo en Canarias es el turismo. Bajo su influencia avanzan otros sectores de la economía, a diferencia de lo que sucede en territorios peninsulares, donde sus economías se desarrollan en sectores distintos, en función del medio natural, la historia y su idiosincrasia, casos de Asturias, con la minería; el País Vasco, con la industria, o La Rioja, con la agricultura, por citar algunos ejemplos.
No obstante, ese progreso espectacular del sector turístico ha acarreado otra serie de elementos que alteran la cultura, la idiosincrasia y el modo de vida de los que aquí vivimos. El raciocinio y el sentido común nos conducen a concluir que el turismo es imprescindible para nuestra economía y empleo, del mismo modo que se hace necesario un cambio radical en su modelo y gestión.
Surge así la necesidad de imprimir más valor a la calidad que a la cantidad. De renovar y rehabilitar zonas y establecimientos obsoletos por encima de levantar nuevas construcciones. De formar a nuestra gente para favorecer su incorporación al mercado de trabajo. De mejorar los salarios de los empleados del sector en función de la productividad y los beneficios empresariales.
También es el momento de impulsar medidas que favorezcan la calidad y la sostenibilidad en apartados como la ocupación del territorio, el consumo de recursos naturales, el empleo, la identidad e idiosincrasia de nuestro pueblo, la economía y los servicios públicos, igual que en medidas de control de los crecimientos poblacionales sin afecciones al bienestar de los que aquí vivimos.
No podemos caer en la trampa de unos pocos acomodados, aquellos que promueven iniciativas que pueden provocar la autodestrucción del principal soporte de la economía canaria, pero tampoco debemos alinearnos con quienes desean crecer a costa de hipotecar el futuro de las nuevas generaciones.
Por todo ello, resulta urgente que el Gobierno impulse un Pacto por el Turismo Sostenible y de Calidad en Canarias, implicando a cabildos, ayuntamientos, empresarios, sindicatos y representantes de la sociedad civil. Sería la mejor respuesta a la inquietud mostrada por los movimientos ciudadanos, situando la redefinición del modelo turístico en una mesa de trabajo con todas las partes.