En dos días, los españoles estaremos celebrando el Día de La Constitución. ¿Será eso lo que celebraremos o será el pedazo de puente que deja esa celebración cuando se une al otro pilar que es el de la Inmaculada Concepción? Lo mires como lo mires, si al festivo del día seis, le unes el del día ocho, tendrás que gastar -si te lo permite tu trabajo- solo un día de tus festivos para perder de vista “lo laboral” durante cinco días. Cinco fabulosos días en los que no abrirás ni por asomo, ni una página de la Constitución Española, ni de la Biblia. ¡Vale tú sí que lo harás! Ya saltó don/doña “llevo la contraria”.
Quiero imaginarme a colegios, institutos, y centros educativos de rango mayor, que durante la semana previa al de la conmemoración del seis de diciembre, llevan a cabo una lectura -como se suele hacer del Quijote- de La Constitución. Deseo pensar que en los centros educativos que menciono, en esa semana, se llevarán actos culturales que realcen la importancia de vivir bajo el paraguas de nuestra Ley Magna. El año de 1978, debería significar algo muy serio como para ser dignificado desde la enseñanza más básica. Me gustaría estar seguro de que llegará el día en el que, desde todas las Instituciones públicas, se aprovechará para hacer la gran fiesta constitucional que se merece ese seis de diciembre. Obviamente, no debería ser una fiesta de bachatas y merengues, pero sí de exposiciones y de actos que engrandezcan todo aquello que recuerde que, gracias a ella, la Comunidad tiene una referencia legal donde acudir en caso de verse agraviado por cualquier otra Ley de rango inferior.
Desgraciadamente entre la imaginación o el deseo y la realidad, dista una distancia, que se ha ido fraguando con el paso del tiempo. ¿Cómo si no, se entiende que mucho antes de llegar a la semana en la que se enclava la fecha que conmemora el nacimiento de este gran ordenamiento jurídico, las agencias no den avío para poder reservar todos los viajes que la gente desea hacer? ¿Cómo es posible que justo antes de la Navidad, se nos presente una semana que, año tras año y por la concurrencia con la celebración de la Inmaculada Concepción, en la parte hotelera ya se contemplen ocupaciones por encima del 80%? Hemos de tener en cuenta, que aunque pudiera imaginarse que al estar -al menos en Canarias- en la temporada alta de turismo, es bien conocido que justo antes de las fiestas navideñas -temporada, junto a carnavales y semana santa, considerada de altísima ocupación- se produce un pequeño “valle” en la ocupación hotelera en la que se podía conseguir alguna oferta para hacer una escapada. Desde que nos convertimos en ingenieros vacacionales y comenzó a descubrirse que en la semana inicial de diciembre, existía la posibilidad de establecer una conexión entre dos festivos; hemos pensado que en lugar de andar con zarandajas políticas -aquí sí que usamos este calificativo para hablar de lo que hacen quienes trabajan en ese sector- deberíamos pensar en nuestras propias celebraciones, que bien merecidas las tenemos. ¿O no?
No seré yo quien critique esa postura, entre otras cosas porque cada cual hace lo que desea con su tiempo y porque, ¡qué caramba!, un puente-acueducto como éste, no se goza tan a menudo. Mi único “pero” es que, creo, que debería significarse más la celebración de ese gran día de 1978.
En la Semana Santa, por ejemplo, aunque se ha convertido en un día se sol y playa, o de escapadas al extranjero, no dejan de estar muy presente, allá donde vayas, ni las procesiones, ni los actos litúrgicos. En cada punto de España, en las zonas costeras también, se pueden apreciar magníficas procesiones con exposición de todo un programa donde, la imaginería, el olor a incienso, los soniquetes de tambores y trompetas, las vestimentas negras o de capirotes y los silencios sepulcrales se mezclan con bares y terrazas llenas de turistas que solo ven como se cierran al paso de alguna procesión.
En las Navidades, pasa otro tanto de lo mismo, entreverando actos de la Iglesia, con los más festivos y mundanos. Así tenemos lo ceremonioso de la misa del Gallo, o la misa de la Navidad, con la algarabía de los momentos posteriores a ellas. Disfrutamos del gran momento que significa pasar de un año a otro, sin darnos ni cuenta -algunos se enteran, de ese tránsito, un día más tarde-. Y, gozamos del día de Reyes, con la ilusión de nuestros propios recuerdos reflejados en los ojos de los más pequeños.
Por esa misma razón, pienso que si se produjeran actos culturales que reflejaran el sentimiento festivo que deberíamos tener al poder contar con un documento legal cuya desaparición, modificación o no contemplación se considera tan difícil de entender como de llevar a cabo; tal vez, se comprendiera mucho más, el respeto que se le debería dispensar.
Hemos sido testigos de alguna modificación puntual para adecuarla a los tiempos que corren o a los intereses particulares de algún grupo de poder -nunca se está del todo seguro de la bondad de las propuestas-; peo, sobre todo, se han vivido momentos en los que el alto Tribunal Constitucional, se ha tenido que emplear a fondo para dirimir alguna duda legal sobre determinadas actitudes. Entre las últimas vividas y publicitadas, se cuenta con lo que rodea a la Comunidad Catalana. De hecho, hoy en día se habla de una gran modificación para tratar ese y otros temas de gran calado que según algunos grupos deberán ser considerados como artículos a modificarse. La realidad es que sin esa modificación, todo el mundo en este gran País debe someterse a lo sancionado por el Rey en el año de 1978.
Estas situaciones y otras similares, junto al bloqueo que establece La Constitución Española, ante las interpretaciones de otros reglamentos, es lo que le confiere un valor a preservar y a mantener viva su difusión en las mentes de la totalidad del pueblo. Como vengo diciendo, su lectura, debería ser una constante a llevar a cabo cada año, por estar fechas y hacer coincidir dicha lectura con actos culturales que dejen claro que esa importancia no es causal ni puntual; sino que fue un documento nacido para dar apoyo legal a una Democracia que nacía en España en aquellos años. Democracia y Constitución son dos valores que van de la mano y a los que no le prestamos la importancia que, creo, se merecen.
Todo lo más, se le ha concedido un día festivo a la Constitución -Nuestra Democracia, se ha quedado sin representación concreta-. Y, ya vemos lo que somos capaces de hacer con esa celebración: unirla a la eclesiástica y ¡hala!, a viajar que son cinco días -mínimo-.
Un Puente, vale, pero ¿y si lo aderezamos con actos en cada punto de España, recordando lo que se celebra? No sé si lo veré, pero de momento, soy capaz de imaginármelo.