Cuentan las leyendas que muchos marineros han perecido embriagados por los “cantos de sirena”. No sé cuánto de verdad habrá en esas historias que se suelen contar o leer en libros que tratan el mundo de la mar. Lo único que sé, es lo que viene del ancho manto azul de nuestro globo terráqueo: El sabroso pescado, la riqueza para muchos pescadores, el petróleo para algunos potentados, la energía mareomotriz para algunos ingenieros y el turismo de cruceros para quienes saben aprovecharlo.
Si me lo permiten, y espero que sí, porque saber de todo, es no saber de nada, me centraré en lo mío: en el turismo. Y, en este caso, en el turismo que nos llega desde el mar, o desde la mar, si se prefiere.
Grandes cruceros se han puesto en marcha desde que allá por los comienzos del siglo XIX, cuando un señor que sabía lo que era tener grandes ideas, Thomas Cook, creo su primera agencia de viajes y con la red que extendió por todo el Reino Unido, comenzó a ofertar la posibilidad de disfrutar del barco como si de un hotel se tratara. Unido a la compañía de “Samuel Cunard”, cruzaron por primera vez el Atlántico (Liverpool- Boston) y desde allá, hasta ahora, este negocio no ha hecho más que crecer.
Hoy en día se busca la excelencia en los barcos. Los hacen cada vez más grandes y más majestuosos. Dentro de ellos, la clientela, puede encontrar todo tipo de servicios y, además de disfrutar de su interior y de la gran cantidad de rincones curiosos que tiene cada buque, los turistas gozan de la posibilidad de conocer diferentes ciudades sin tener que estar cargando maletas de punto a punto.
Y, justo en ese punto, es el que deseo entretenerme un poco y de camino, abrir debate sobre la idoneidad del turismo de cruceros y el poco aprovechamiento que se hace del mismo.
En mi caso puedo hablar del tema como persona del mundo del Turismo; pero además, como “crucerista” que he sido, tengo también la visión como usuario. Eso creo que me da una doble perspectiva que pongo a disposición de la parte lectora, por si puede servirle para sacar sus propias conclusiones.
Así pues, como turista de cruceros que he sido, puedo comentar que vivir la experiencia te hace repetir. El lujo y las comodidades que se gozan en cada buque son espectaculares. Estas infraestructuras flotantes tienen de todo: teatro; comedores de varios tipos, categorías y servicios; piscinas, solárium, servicios de masaje y gimnasio, y hasta casinos como si estuvieras en el mismo centro de las Vegas. En definitiva la persona que disfruta de sus merecidas vacaciones, encontrará en estos hoteles flotantes, todo lo que pueda necesitar (aquí si cabe el todo incluido que he criticado en otro artículo anterior). Tanto es así que muchos pasajeros no conocen de los sitios que visitan sino desde los balcones de sus habitaciones o desde las barandas de las terrazas comunes.
Pero, también existe la posibilidad de bajar a tierra y pasear por determinadas ciudades donde el barco va haciendo escalas. La misma empresa consignataria, tiene organizadas excursiones para llevar a sus clientes a conocer más en profundidad esos lugares. También se lo puede uno “montar” por su cuenta y organizar su propia visita. En mi caso, esta segunda opción ha sido la más empleada y de verdad que da gusto ojear la gran cantidad de fotos que se obtienen en esos recorridos turísticos. Te vienen a la memoria las exquisiteces que has podido probar en algunos de esas bajadas a tierra. Y sobre todo, teniendo en cuenta que me gusta hacer números, da escalofríos pensar el negocio que cada crucero aporta a las ciudades que visita. Eso al menos es la conclusión que he podido sacar en los cruceros que he tenido la oportunidad de participar.
Entonces, ¿Cuál es el motivo para que, cuando oyes los comentarios sobre los cruceros que llegan a nuestros puertos canarios, no se tenga la misma sensación económica?
Hace unos días, un compañero que entiende de barcos como el que más, publicó en su plataforma digital, la llegada a la isla de La Palma de unos cuatro mil o seis mil pasajeros entre turistas y tripulaciones. Inmediatamente me puse a calcular la cantidad de guaguas[1] y taxis que harían falta para mover a toda esa genta por toda la isla. Y, obviamente no me salían los números para casar las unidades de vehículos existentes en la isla con la posible necesidad para atender a todo ese aluvión de turistas. Me puse en contacto con familia que vive en la “Isla Bonita” y que viven de cara al Turismo y cuál no sería mi sorpresa cuando me dicen que con lo que hay es suficiente y hasta sobra. ¿El motivo? Clarísimo: El turismo de crucero no deja un “chavo”[2] en la isla.
Esto dicho de esa manera, puede quedar en un puro “lagrimeo” o ser una realidad aplastante. Lo cierto es que sí que dejan dinero, pues el solo atraque, ya cuesta un ojo de la cara y -como decía un amigo mío-, la yema del otro. Suelen abastecerse en algunos de los puertos que tocan y eso también es riqueza para la zona. Pero, y ¿para las empresas que comercializan productos turísticos qué? Ahí parece que está el meollo de la cuestión para la versión negativa.
Verles pasear sí que se les ve. Otra cosa es que compren. Y, en ese aspecto, ¿hacia dónde se inclina el fiel de la balanza? Hacia el lado de quien debería buscar y echarle imaginación para imantar el dinero turístico, o hacia quienes deben gastarlo y no lo hacen.
Ante esto, tengamos claro que el ser humano es consumista por naturaleza. Todo lo que se pueda comprar se adquirirá por unos o por otros. La cuestión es que hay que buscar: qué vender; cómo venderlo y dónde venderlo. La pregunta de a quién venderlo ya nos la aporta el mundo de los cruceros. Así de sencillo, creo yo que pudiera ser. Para las otras respuestas, hay que devanarse la cabeza pensante para sacar conclusiones. Y a la hora de hablar de productos tengamos en cuenta que aunque viajan en barco, después tendrán que hacerlo en avión, con todas las restricciones que eso comporta. Lo digo, por si alguien quiere aprovechar la ocasión de venderles la estatua de Juan de Ávalos, ya que ni se preocupan en adecentar el sitio -perdón por la cuña-.
Me consta que cuando estos barcos repletos de turistas llegaban a las islas en domingo o festivo, los comercios ya ni se molestaban en abrir sus puertas. En La Palma, sigue siendo así cuando toca festivo. Únicamente lo hacían los establecimientos regentados por los comerciantes que vinieron de la India -que aún subsisten- y poco más. ¿Qué se veía entonces? Pues a mucha gente callejeando y mucho turista consumiendo en los bares con terraza. Es decir, clientela hay, pero lo que se debe tener claro es lo que se debe hacer para conseguir que dejen sus dineros en casa.
Ya son muchos los taxistas, por ejemplo, que se han puesto a desempolvar sus libros de inglés, para tratar de entenderse con la clientela. Ya son bastantes empresas de excursiones que ofrecen sus viajes por internet para ser vistos por esta población flotante. Es decir, se hacen cosas para dinamizar el consumo.
Pero ¿basta solo con eso? Está claro que el mundo empresarial también hace sus números y entre pagas extras, demandas de más personal y otros gastos, muchas veces no les sale rentable tener las puertas abiertas para recibir a clientes que solo pasean, sin consumir nadita.
Vale, tal vez sea así la cosa, pero ¿y si se supiera lo que cada cliente demanda en sus visitas y no encuentra? Tal vez con esa información, se podrían llenar los escaparates con algo que atrajera y convenciera. Y, llegados a este punto, entiendo que tal vez fuera una oportunidad para que desde los estamentos públicos se arrime el hombro y se pusiera en marcha un sondeo de campo, tanto con los propios turistas, como con las empresas que los traen a nuestros puertos. Entre tanto, no está de más, buscar dinamizadores comerciales que atraigan la atención hacia nuestros comercios. Una vez leí un cuento donde un flautista conseguía atraer a la infancia y se los llevaba de un lugar a otro. ¿Se imaginan a las orquestas municipales tocando en los templetes de las plazas públicas, justo los días de mayor afluencia? ¿Se imaginan las calles de nuestras ciudades con puertos, llenas de estudiantes de turismo haciendo sus prácticas los días de cruceros? Yo si soy capaz de imaginarlo, seguro que desde la política también será capaces.
La riqueza está ahí, y no son precisamente, cantos de sirena.
[1] Guagua, conocida también como autobús en algunos puntos de España.
[2] Chavo, dinero en general. Se usa coloquialmente para decir que no se tiene ni una peseta (ahora euro).