El miércoles seis del presente mes de septiembre, pude ver en directo, el vídeo que el presentador Vicente Vallés, usó para establecer la diferencia entre lo que el actual Presidente de España comentaba, antes de la celebración de las elecciones, con lo que se ha producido una vez aquellas concluyeron y se está en ese “tira y afloja” negociador, habitual ya, en nuestro País. Me refiero a ese punto contradictorio de dejar, en la fase previa, perfectamente claro ante las cámaras de televisión, que una Amnistía para los involucrados en lo que se llamó el “Proceso”, sería inviable en el entorno de nuestra Constitución; para, posteriormente, estar hablando que es, en el propio marco de esa Constitución -él sabe que no ha habido tiempo de cambiarla-, donde cabría esa amnistía que un señor que reside en Bélgica -su encontronazo con la Justicia, no le deja hacerlo en su Cataluña independiente- ha puesto, como condición previa, para negociar lo de la investidura. Pudiera parecer un chantaje, pero no lo es. Eso al menos es lo que se nos asegura desde el partido en el poder, con el aval de sus socios de gobierno. He escuchado decir que, eso, es la Democracia. Pienso, entonces, que si La Justicia se representa con una mujer con los ojos tapados; ¿Se debería representar “la Democracia” con otra mujer con sus manos atadas?
En otros canales y en otro momento, también posterior a la conclusión de las elecciones, escuché como el otro señor -el de Galicia-, pretende hacer cumplir lo que los votos le han dado -el pobre no se ha enterado que, lo que él piensa que es un mandato, no son más que liosos laberintos-. Decía que, con independentistas y criminales, no se puede negociar nada. Él es muy tajante y convincente cuando dice las cosas. Hasta tal punto lo es, que cuando tiene que hacer lo contrario de lo que dice, primero lo intenta y cuando ve las barbas de su vecino quemar, ni se molesta en poner las suyas a remojar. Simplemente, dice aquello de: yo con ese señor no tengo nada que hablar. Se afirmaba que lo de pactar con el señor de Bélgica sería en base a una intento de suavizar la vida política en España. Parece que lo de solicitar los votos de los amigos y seguidores del señor de Bélgica, era algo que podría ser entendido por todo el País, siempre que se hiciera con ese sano interés. ¡Poltrona, contra desfachatez; gana poltrona! Y con esa contundencia de la que hablo, y una vez visto la “resta” que trajo la señora que solo sabe sumar, dijo eso de: yo ni me sentaré con esa gente. ¡No se le estremeció ni una ceja! Lo hecho con cemento tiene esa rigidez.
Estamos asistiendo a una situación en España que nos recuerda mucho a lo ya vivido en etapas anteriores. En aquellos momentos fue tal el desbarajuste en las negociaciones -vamos a llamar así a la subasta vivida- que hubo que llevar a cabo una nueva edición de las elecciones. ¿Nos pasó algo por haber tenido que repetir el proceso electoral? Digamos que la parte política se puso las pilas y una vez terminadas, se consiguió formar el gobierno que tenía que haberse formado con anterioridad. Podremos estar más o menos satisfecho con el Gobierno que salió tras ese segundo “round”; pero aquello, dio al traste con la sensación de que esta nación se nos iba al garete. Ahora volvemos a tener los mismos sentimientos. Y por lo que se ve, aunque los plazos para alcanzar acuerdos de gobierno han de respetarse, no parece que vayan a tener éxito ninguno de los dos partidos encariñados con la sillita. La música suena, todos dan vueltas en corro, pero cuando llega el momento, los que tienen que sentarse, no alcanzan a hacerlo, o dejan fuera a quienes les pueden ayudar.
En la prensa se van sucediendo las entrevistas a antiguos políticos de renombre, tanto de un lado como de otro. Los Juristas también se manifiestan. En todos los casos, al menos en lo que he llegado a ver, las posturas son claras y meridianas: no tiene sentido pactar con quien afirma que nada tiene que ver con España. Algunos amenazan con romper sus carnets. ¿Lo harán? Y, si lo hacen, ¿podrían verse afectados los partidos que prometen abandonar? Todo eso, a quienes están en la otra parte del balancín, proponiendo amnistías, referéndum y negociaciones tuteladas, simplemente, se las trae al pairo. Da igual que en sus propias autonomías exista una gran población que no está de acuerdo con ellos. ¡Lo que ellos proclaman va a misa! Y se mantienen en que para dar su apoyo a quien les importa un pimiento, deberán contar con hechos consumados. De momento, han conseguido que la labor parlamentaria nos pueda costar “un riñón y la yema del otro” con lo de las traducciones, pudiendo entenderse en castellano. La población, entre tanto, sigue viendo toda esta “movida” como si de una película se tratara. – ¿Qué dan hoy por la tele? – Creo que van a proyectar esa tan buena, de La Negociadora sonriente. – Ya la vi. – Nadie pierde y todos ganan, pero el final era tan previsible, que no se entiende que la hayan repuesto.
En un principio y en un momento dado, parecía que todo se nos presentaba con un futuro más o menos alentador. Dos grandes grupos, con tendencia a reivindicar la zona centro desde cada lado de la política, se proclamaban con los votos suficientes como para solicitar la posibilidad de gobernar. Uno llegaba a la posición final con algo más de votos, aunque no con los suficientes como para hacerlo sin ayudas. Y, ahí empezó nuestro calvario. El de los votantes. El de quienes decidimos que toda esta colmena de aparentes egoístas y soberbios personajes, nos sometieran, una vez más, al suplicio de tener que esperar a resolver sus cerradas y particulares posturas. Dicen que todo se hace por el bien de la Patria. Unos dicen luchar para que, en nuestra bandera, no luzca ni hoces, ni martillos. Y, los otros, para que no venga el lobo y sople sobre nuestras casitas y nos quiten las paguitas que nos ayuden a sufragar la cesta de la compra, estudios, sanidad y mejoras sociales.
Todo tiene un tiempo. Hay tiempos para votar; tiempos para ver qué se hace con esos votos; tiempos para ver cómo trabajan quienes consiguieron el poder y cómo lo hacen quienes se quedaron en la oposición. En lo que, creo que estaremos todos de acuerdo, es que, para lo que no nos queda tiempo, o al menos aliento, es para soportar que quienes trabajan en la política no sepan interpretar el mensaje real que el pueblo les envió. Tuvimos un momentito de luz, cuando vimos que por fin se reunían esos dos líderes para hablar. Soñamos con que, de esa reunión, saldría un acuerdo programático. Muchos rememoramos lo estudiado sobre la “intersección de conjuntos”, y lo teníamos claro. Ese pequeño lapsus de tiempo se disipó en menos de una hora. Parece que estos dos “líderes”, o se perdieron las lecciones sobre el “diagrama de Venn”, o nos tienen engañados sobre su interés por el “centro. Ya se intuía el resultado de aquella reunión, pues, por la espalda de uno de ellos, se veía a una sonriente gallega, poniendo caritas y posturas de “ni hablar del peluquín”. Y, detrás del otro, a un señor montado en su caballo, a ver si se cumplía su deseo de cabalgar por toda España, repartiendo la verdad, verdadera. ¡La única verdad! ¡La suya!
Viendo lo visto, y oído lo que han querido que oigamos, ¡Virgencita, Virgencita, déjame “tocar la urna” otra vez!; que esta letra ya me la conozco.