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Superviviente: "Sin información, se llegó a pensar que había bombas en el barco"

miércoles 25 de marzo de 2015, 18:29h
victimas-atentado-tunezBegoña Hernández se encontraba la semana pasada junto a su marido disfrutando de su primer crucero, por el Mediterráneo, un regalo hecho por la hija de ambos para celebrar su aniversario. Debido a sus negocios en el tinerfeño municipio de Güimar, sus vacaciones no suelen ser tan largas como para ir de crucero, pero ésta era una ocasión especial. Con salida desde Barcelona, el crucero de la compañía MSC visitó Francia e Italia antes de recalar en la última parada antes de volver a España, Túnez. Allí se encontró de frente con el último episodio de terrorismo islámico que dejó un total de 23 muertos a su paso.

Begoña reconoce que desde un primer momento ella no quiso parar en el país africano, pero la insistencia de otros cruceristas le hizo convencerse y desembarcar para visitar la ciudad junto a Martín, su marido. Ya desde el principio, la visita se diferenció de las que había realizado anteriormente. Sin ir más lejos, para esta ocasión, un joven del personal del barco acompañaba la expedición, algo que no había sucedido en las anteriores visitas organizadas por la compañía.

“Visitamos varios sitios, nada especial, y al volver nos llevaron por una ruta más larga de vuelta al barco. Empezamos a ver soldados con metralletas, en la entrada del barco nos extrañaron tantos controles, con mucho movimiento del ejército, pero no sabíamos que pasaba”, asegura. “En Marsella habían militares con metralletas en todos lados y no pasaba nada, entonces no sabes si es algo normal, aunque yo le decía mi marido que me parecía algo muy raro”.

MSC-tunez

Llegaron al barco sobre las 13.30, y fue entonces cuando conocieron la noticia. Unos pasajeros les aconsejaron que encendieran los móviles pues había habido un atentado y por lo menos había nueve muertos. “Mi inquietud”, relata Begoña, “era llamar a mi hija para decirle que estábamos bien, porque ya habría salido en las noticias y no quería que se preocupara, sobre todo porque las circunstancias de la pareja fallecida eran más o menos las mismas que las nuestras”.

“No conocíamos a los fallecidos. Si a los chicos escondidos, igual que al alcalde y a su grupo, íbamos juntos a las excursiones. Pero no tengo la imagen de esas dos personas, y casi mejor, porque si no sería mucho más duro. Lo siento mucho por sus hijos, ellos que querían darles una alegría que se ha transformado en una pena muy grande”.

Para nuestra entrevistada, lo peor fue la falta de información. Su relato deja entrever la ineficacia de MSC para abordar la situación. “Yo creo que estaban bloqueados, nos ayudamos más entre pasajeros que junto a la tripulación”, reflexiona Hernández. Rodeados por tanquetas del ejército tunecino y patrulleras cercando el navío, la dirección del barco mantuvo a los pasajeros durante horas sin más información que la que podían recibir a través de la televisión de sus camarotes. Así fue como se enteraron de que había víctimas de su propio crucero, percatándose de las pegatinas que identificaban a los pasajeros con el mismo.

“Lo peor de todo esto es que a nuestras familias les llegaba mucha información y no podían hablar con nosotros, porque la mayoría tenía los móviles apagados, no se avisó a nadie. Por megafonía solo decían que estábamos esperando la autorización de las autoridades tunecinas para poder zarpar, que hiciéramos vida normal. Con esta información, lo que pensábamos es que los nuestros estaban todos dentro del barco y no les había pasado nada”.

Con la salida inicialmente prevista para las 16.00 horas, a partir de las 20.00 empezaron a llegar personas que había estado ahí. Una señora superviviente charló con la pareja güimarera y les explicó como estaba en el baño y pensó que eran petardos. Otro chico que se salvó porque a uno de los atacantes se le encasquilló el arma y le regaló unos instantes preciosos para poder resguardarse. Fue en ese momento cuando Begoña comenzó a entender la dimensión de la tragedia y la cantidad de gente involucrada.

“Éramos una diana desde que nos subimos en primer lugar a la guagua. Allí lo que se decía es que hacía mucho tiempo que no había dos cruceros juntos. En todo momento iban a por nosotros, así que no digan los políticos que no iban a por los turistas, porque así era”.

No obstante, el hermetismo por parte de la tripulación seguía siendo extremo, y son varios los relatos que hablan de la falta de cortesía a la hora de permitir la comunicación entre los pasajeros y sus familias. No fue hasta el día después de la tragedia cuando accedieron a ello, según Begoña, una vez el pasaje se les echase encima en una reunión.

“Actuaron de manera muy altiva. Hubo gente que al llegar del museo que pidió una tila o fruta y se les preguntó primero la tarjeta para cobrar, no hay derecho. No se acercó nadie de la tripulación para acompañarles, se sintieron muy solos”, reconoce amargamente nuestra entrevistada.

No mejoró la situación cuando pusieron su hoja de reclamación. Begoña nos advierte que muchos contrataron el crucero con MSC por la seguridad que ofrecía ser una compañía italiana. Sin embargo, al reclamar sólo obtuvieron un folio en blanco y la información de que ellos navegan bajo bandera de Panamá, por lo que eso no iba a llegar a ningún lado. Sin cuño ni confirmación. Un folio en blanco.

Se desconoce si esta actitud vino predeterminada por la compañía o por los tripulantes, pero queda claro que no parece la mejor forma de proceder ante una situación de tal calado.

“Que intenten tranquilizar es una cosa, pero que no nos den información no es normal. Al menos poner a la gente en contacto con su familia. Nos decían que hiciéramos vida normal, pero fuimos al espectáculo de la noche y no hubo. Tampoco nos decían si había muertos o no. Llegó un momento que la gente empezó a creer que podía haber bombas en el barco. La desinformación causó más daño que la información”.

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Una vez aterrizó la pareja en Barcelona, en el aeropuerto siguió la pesadilla. Aun habiendo llegado dos horas y media antes del cierre de la facturación, VUELING les anticipa que es probable que no vuelen esa tarde porque hay overbooking, aunque deben esperar al embarque. Ellos conocían su situación porque hubo un momento de lógico derrumbe. “Quería llegar a mi casa, no estar no un minuto más allí”, y entonces consiguen el sí para el embarque.

“Cuando llegamos a la puerta del avión nos la cerraron en las narices. La descoordinación fue enorme pero el caso es que nos quedamos en tierra. Nos atendieron fatal, y lo que nos daban era un hotel y un vuelo para la mañana siguiente. Ni una disculpa, ni una respuesta a porqué nos habían hecho esto. VUELING no estuvo a la altura de las circunstancias y ni siquiera nos trataron con amabilidad y respeto".

Una segunda mala experiencia que hace a Begoña pensar que “en Canarias estamos vendidos. Que las compañías aéreas digan que es legal el overbooking no es lógico, que se estén vendiendo billetes hasta una hora antes de la salida del vuelo y a mí ya me hayan ‘avanzado’ que no iba a volar, habiendo llegado con dos horas y media de antelación, es increíble”.

Por todo lo vivido, reconocen seguir incrédulos en casa, porque “son cosas que no te terminas de creer. Está sucediendo diariamente y no procesas como unas personas con sus ideas te vienen a matar. Es increíble, y no lo entiendes. Y después llegas al aeropuerto y compañías como VUELING te tratan así, pues te quedas muy mal".

Tras la tragedia, Túnez ha quedado fuera del itinerario de la compañía, y los pasajeros entre los que se encuentran la pareja tinerfeña pretenden dar a conocer lo que ha pasado para que se cambien los procedimientos y se extremen las medidas. “Hoy en día, por desgracia, la gente tiene que estar preparada para el terrorismo, no solo para que el barco no sufra una accidente y pase algo, sino para este tipo de casos”. En Canarias, dos chicos del norte de Tenerife y otras dos personas en Lanzarote han presentado junto a los de Güimar una reclamación conjunta, pero no saben qué futuro tendrá. “Si MSC coge el papel y lo tira a la basura, ya está. No tenemos ningún comprobante ni nos sellaron nada. Nos dieron una copia de los papeles que les dimos y ya”.

Superada una situación tan desagradable como ésta, Begoña agradece a Dios “que la vida sigue”, y no duda en afirmar que “el drama no se ve por la tele. Ves la sangre y todo eso, pero cuando observas cómo llegan al barco las víctimas, derrotadas, completamente hundidas, no podían ni dormir. La chica francesa con la marca de la bala en el cachete narrando su experiencia, los que escaparon gracias al personal del museo. Son muchas cosas que te dejan muy mal. Pero la vida continúa, y hay que seguir en la lucha”.
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