Las olvidadas elecciones del 28M las había ganado Feijóo y VOX centrando sus críticas en la coalición gubernamental PSOE-Unidas Podemos (UP) y sus apoyos en separatistas vascos y catalanes.
Tras la derrota, Sánchez adelantaría, a su manera, las elecciones generales. No fue sólo un puñetazo sobre la mesa por sentirse incomprendido por los españoles, pese a que la economía va bien, sino también una estrategia para situar los pactos, municipales y autonómicos, post electorales, PP-VOX, en el centro del debate para el 23J.
Y medio de estas acusaciones cruzadas, irrumpe el movimiento izquierdista radical Sumar. ¿Qué es Sumar? ¿Y a qué aspira?
Es bueno recordar que la evolución histórica de la izquierda radical española, desde la caída del eurocomunismo (1982) y la del muro de Berlín (1989) pasando por la Perestroika (1985), está llena de escisiones, traiciones, deserciones, uniones y desuniones.
El eurocomunismo, adoptado a mediados de los setenta, pretendía blanquear este sistema político basado en la ideología marxista-leninista, estalinista, trotskista y maoísta. Momento en el que los comunistas españoles empezaron a considerar (no antes), la democracia como valor fundamental de convivencia y de libertad.
Sin embargo, la inscripción del PCE (Partido Comunista de España) a este movimiento fue sólo un espejismo. Aunque facilitaría su legalización y participación en las primeras elecciones de la democracia española (1977). Elecciones a las que el PCE experimentaría su primera escisión, la del PCOE (Partido Comunista Obrero Español), pro soviético.
Por supuesto, tras las elecciones, los comunistas intentarían recobrar su radicalismo, abogando por la ruptura democrática. De ahí su rechazo a la monarquía y a la bandera rojigualda, además de promover separatismos acá y allá.
Es más, la moderación de Carrillo no gustaba. Los radicales veían cómo el PCE, desde su legalización, iba abandonando su seña de identidad: el radicalismo revolucionario. Y que los malos resultados electorales de 1977 y 1979 eran su consecuencia.
Cabe señalar que en un principio Carrillo defendía la descolonización del Sáhara en favor de Marruecos para pasar seguidamente, tras las presiones de los radicales, a apoyar al Polisario, rompiendo así con el Partido Comunista de Marruecos (PCM), cuyo dirigente, Ali Yata, abogaba por la unidad territorial del país magrebí.
Pero el PCE seguía con su implosión con intrigas y conspiraciones poniendo en peligro su propia existencia. Así, el PCE(r) -con R de reconstruido-, fundado en 1975, fue otra escisión que agrupaba a antiguos militantes marxistas-leninistas, y demás radicales, que habían configurado la Organización Marxista-Leninista de España (OMLE) con el fin de reconstruirlo.
La OMLE tenía como referente ideológico el maoísmo. Un movimiento similar había llegado clandestinamente a Marruecos de la mano de Abraham Serfaty y su Organización Marxista-Leninista hacia Adelante. Todas ellas acabaron disolviéndose en 1980 y 1984. La organización radical marroquí fue desmantelada en 1975.
En 1986 el PCE, formado por el PSUC catalán, el Partido de Acción Socialista, Izquierda Republicana, la Federación Progresista, el Partido Comunista de los Pueblos de España, entre otros, impulsaría Izquierda Unida (IU). Un partido instrumental para concurrir, en coalición, a las elecciones de ese mismo año. Obtuvo 7 escasos escaños. Posteriormente se configuró como partido político (1992), sobreviviendo hasta nuestros días con más pena que gloria. Y de ello se había encargado Felipe González, con la ayuda del propio Anguita y su famosa “pinza” virtual con el PP de Aznar.
El desmoronamiento de IU, empezaría con su coalición (2016) con Podemos, de Pablo Iglesias, y sus confluencias. Quien no tardó en sufrir escisiones y abandonos por parte de sus comendadores. Iñigo Errejón, su número dos, fundaría, junto con Carmena y otros ex podemitas, Más Madrid y Más País.
La coalición IU-UP acabó como el “rosario de la aurora”. Su reciente derrota electoral daría paso a la traición de Yolanda Díaz creando Sumar. El primero en apoyar el golpe fue el ministro de Consumo, Alberto Garzón. Ambos propuestos por Iglesias. Con el movimiento Sumar, que reagrupa 16 pequeños partidos regionales de izquierdas, que nadie conoce, se propone blanquear el radicalismo bajo una nueva marca.
Una nueva organización gestada en la polémica. La radical Yolanda Díaz sacrifica a Irene Montero, para colocar a la polisaria Tesh Sidi, además de incluir en su programa, de manera encubierta, el referéndum para Cataluña. Todo un homenaje al separatismo nacional e internacional. Alineamiento que marca claramente la línea marxista-leninista de la militante del PCE, Yolanda Díaz, que, por otro lado, concuerda con la base fundacional del Polisario.
Dudo que la irrupción en las elecciones del 23J de una filopolisaria sea del agrado de las víctimas de ACAVITE (Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo) quien reclama, todavía, justicia y reparación para los 281 asesinatos cometidos por esta banda contra ciudadanos canarios.
El hecho de apoyarse en podemitas, filoetarras e independistas a lo largo de esta legislatura que termina, y de la que forma parte Yolanda Díaz, castigaría al PSOE en las pasadas elecciones municipales y autonómicas. La contundencia de tal derrota, contra pronóstico del CIS, se debió a la inclusión de exetarras con delitos de sangre en las listas de Bildu. De nada había servido su posterior retirada.
La vertiente ecológica o feminista, de derechos LGTBI o de violencia de género que se arroga la izquierda radical, no parecen tener poder de movilización en España como para cambiar el signo de las elecciones. Prueba de ello, la derecha radical, VOX, acaba de triplicar sus representantes, pasando de 529 a 1687 concejales.
La orientación estratégica del PP y PSOE hacia la centralidad se antoja como clave electoral. O, mejor dicho, el abandono del centro político había convertido estas elecciones (y las anteriores) en una batalla de pactos con radicales, de un lado y de otro. Todo ello, en ausencia de compromiso del PSOE y PP para evitar bloqueos y, sobre todo, una repetición de las elecciones generales.
En esta coyuntura resulta difícil hablar de multipartidismo en España, sino de un bipartidismo con afinidades extremas. Donde Sumar y VOX sólo aspiran a ser unos incomodos comodines del PSOE y del PP.
De cara al 23J, la irrupción de Sumar en el panorama político español está movilizando al electorado de VOX. Una dinámica que tiene igual lectura a la inversa. Esto es, el auge de VOX moviliza al electorado de la izquierda radical, incluidos los independentistas vascos y catalanes. Un juego de equilibrios que pone en jaque la estabilidad política del país.
De momento, las encuestas señalan que la participación de Sumar sólo confirmaría el auge de un PP que pide mayoría para sí, frente a un PSOE rendido a un Sumar inmerso en sus interminables riñas y en sus permanentes contradicciones.
Sumar, al igual que sus antecesores, es un “suma y sigue” de despropósitos, deslealtades, falta de democracia interna y desestructuración orgánica.