No hace mucho tiempo, un médico me contaba que a su consulta llegó un padre con un hijo que se aquejaba de un dolor en un pie. El padre parece que le pidió al doctor que le hiciera una radiografía al chico para ver qué le ocasionaba tanto dolor. El médico vio el pie del menor desde su asiento, y escribió el volante para la prueba radiológica. Al regresar el padre a la consulta ya con el documento en la mano, el doctor, lo colocó en la pantalla de luz y si mirar al sujeto, le pidió que diagnosticara, tras la observación de la placa. - ¡Que le diga yo qué es lo que veo! Pero, ¿quién es el medico de los dos? Dicha pregunta, obtuvo la respuesta, que fundamenta este artículo: - El médico, salvo que me indique lo contrario, soy yo; pero la radiografía la pidió Usted.
¿Cuántas veces se visita al médico para que, directamente, nos recete tal o cual cosa, sin conocer si quiera el origen de nuestro padecimiento? Más de las deseadas. Antiguamente, y antes de la llegada de internet, se cursaba visita al galeno, cuando nos encontrábamos mal. Y, encontrarse mal, es una forma generalizada de decirlo que, precisamente quien estudió medicina, era quien determinaba su alcance y tratamiento. Pero, ahora, ya vamos a consulta con el diagnóstico en la mano. Mire Usted, doctor, que vengo para que me recete un antibiótico porque tengo una infección en el pulmón derecho. ¿Pero tiene broncoespasmos? -¿Eh? -¿A cualo? Que digo yo, ¿si no se ha estudiado medicina, porqué tiene uno que auto-diagnosticarse? ¡El mundo está lleno de gente atrevida!
Voy al médico a que me mande una radiografía. ¿No sería más lógico, ir al médico a contarle lo que me pasa y que sea él, o ella, quien decida si se necesita alguna prueba adicional para diagnosticar? Mire Usted, no estoy seguro de si tengo un pre infarto o una acumulación de gases, pero los síntomas son inequívocos. ¿Inequívoco de qué? Vamos a ver, “doctor chiringa”, cuando se va al médico, se presupone una credibilidad ante quien se siente en el lado sanitario de la consulta. Si eso es así, ¿cuál es la razón de que se pase primero por google y después se acuda a consulta? Si tan médico se considera uno, ¿por qué no se da el gran paso y dedica nueve u once años de su vida -en el mejor de los casos- a estudiar la medicina que otros sí que han estudiado? En muchos casos, da la sensación de que se va al centro de salud, como quien se para ante una máquina expendedora para obtener una caja de tabaco, donde lo único que se espera es que nos den las gracias cuando se imprima la receta: “su tabaco-(receta), gracias” Esto, puede que esté viéndose favorecido porque en algunos casos, ya ni sabemos el color de los ojos de quien nos receta; bien porque no se levanta la vista de la mesa o del ordenador, bien porque se pauta a través del teléfono. Ya solo falta que nos pongan el clásico recetador automático -todo se andará- para que, quien considera lo “on line” como el estado ideal de la administración, vea cumplido su deseo. Si le duele la cabeza, pulse uno. Si no le duele, pero tiene náuseas, pulse dos. Si está usted sufriendo un dolor agudo que irradia hacia el hombro izquierdo y le llega hasta el codo, pulse el tres y rece. Rece mucho, ¡como si no hubiese un mañana! Si ese mañana llega, y eran gases, actúe en consecuencia. -- Oiga, que solo llamo para “repetir”… pues repita conmigo: “no usaré el teléfono de cita previa para tonterías, habiendo internet”. Desde luego suena a locura, pero como alguien no le ponga remedio, no se tardará en llegar a padecerla. Lo que sea por quitar presión en consultas, ¿no?
Que San google ha hecho mucho daño, ya ni se duda; pero poca explicación hay para que se le dé más veracidad a un buscador -lo único que tiene son datos-, que a una persona que ha estudiado una carrera tan larga como difícil. Una profesión que está dedicada -por juramento hipocrático, incluso- al cuidado de la salud por encima de cualquier otra consideración. De verdad, ¡no es de recibo!
La sanidad está repleta de personas que se han preparado a conciencia y que siguen haciéndolo, incluso, hasta antes de llegarle su merecida jubilación. He tenido la oportunidad de ver cómo, muchas de las personas que nos atienden en consulta, se encerraban en un hotel y mantenían una reunión científica desde las diez de la mañana, hasta las veinte horas. Solo con tres descansos -dos cortos para un café, y uno un poco más largo para almorzar-, se intentaba mitigar el cansancio que puede producir el estar tantísimo tiempo resolviendo casos clínicos o perfeccionando el manejo de los electrocardiogramas. ¿Estamos antes súper héroes o magníficas heroínas? ¡Ni mucho menos! Simplemente son personas que saben la importancia que tiene para la salud humana, el estar perfectamente formados y actualizados en todo lo que rodea a su profesión, que nos es otra cosa, que nuestra salud.
Muchas son las veces que he oído hablar de los grandes viajes que el cuadro de facultativos gozaba. Bastante se ha llevado y traído sobre las juergas que supuestamente se corrían en esos desplazamientos. No seré yo quien niegue que turismo y ocio se pueden mezclar en los viajes para la asistencia a los congresos organizados por las sociedades médicas. Podría afirmarse que en las calles -en horas nocturnas y fuera de jornada formativas- se podría ver a algunas personas, aprovechando para pasear tras la cena. Pero, debo certificar con absoluta contundencia que, las salas donde se llevaban a cabo las sesiones clínicas, los simposios, las mesas redondas, etcétera, estaban, durante las mañanas y las tardes, abarrotadas de sanitarios que iban a actualizar sus conocimientos sobre farmacología, técnicas diagnósticas y casos clínicos sobre infinidad de patologías que posteriormente les vendrían bien para su trabajo diario. Esa, al menos, es mi experiencia. ¿Es justo ver y hablar únicamente sobre la parte lúdica, cual si fuéramos lobos sobre una presa fácil? Quien se considere en el derecho de fijarse, sólo, en esos momentos de relax, debería hacérselo mirar; tal vez esté pasando por un proceso de envidia y/o ignorancia, y no lo sepa. Hay, también, quien no va a Congresos y afirma estar debidamente formado por internet. También en internet se leía que, la covid19, simplemente, se curaría, dejándose contagiar. Las esquelas no salieron en internet.
Un cuadro de profesionales de la medicina y la enfermería, bien formado, es muy valorado en otros países. En España, esa valoración se ve presionada; por un lado, por la racanería aportada por nuestra Administración tanto nacional como regional -saturación de consultas, contratos precarios, niveles económicos menores que la oferta externa, etcétera- y, por otro, por el poco respeto que la propia población demuestra, en ocasiones, con la parte profesional -reclamaciones injustificadas, impaciencia en no pocas veces, insultos en algunos casos, incredulidad, etcétera-. Todo ello, hace que cueste mantener el número de profesionales de formación nacional que se demanda en nuestra sanidad.
En estos días hemos sido testigos de manifestaciones de los sanitarios en las calles de algunas de nuestras ciudades. ¿Reivindican lo suyo? Seguro. Pero da la casualidad que lo suyo, es parte de lo nuestro; aunque no salga en Google.