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Somos imbéciles

Por Beatriz Díez-Mayans
lunes 20 de octubre de 2014, 19:15h
O al menos eso es lo que debe pensar más de uno cuando llega al poder en este país. Que el pueblo para el que va a gobernar, desde la institución que sea, está compuesto por un grupo de gente que no sabe hacer la ‘o’ con un canuto. Nos consideran imbéciles ahora y nos consideraban antes.

Si no, no encuentro otra explicación. ¿Acaso es normal que los principales dirigentes bancarios de este país, los que manejaban los hilos de nuestra economía acompañados de partidos políticos y sindicatos, digan ahora que no tienen nociones financieras? ¿Qué son víctimas? Lo que yo les digo, nos toman por gilipollas.

Sin embargo, hay una diferencia muy grande entre ser gilipollas y no poder hacer nada ante lo que está pasando delante de tus narices. Sobre todo, si lo que está pasando se hace a escondidas o, dicho de otra forma, robando como vulgares ladrones con tarjetas ‘B’.

Dejando de lado el análisis profundo de uno de los mayores ‘pufos’ de este país, sólo les diré que ante el caso de las tarjetas Black y todo lo que rodea a Bankia, me siento como una auténtica imbécil. ¿Cómo es posible que la misma persona que acusó a los ancianos de las preferentes de mentir sobre sus conocimientos financieros, sea ahora la misma persona que, a pesar de ser inspector de Hacienda, diga que no tiene ni idea de finanzas? ¿Estamos locos o qué?

Vivimos en un país de pandereta donde los que más mandan, bien en las principales entidades bancarias, bien en los gobiernos o en los sindicatos, tienen como única aspiración tener una tarjeta negra que les abra las puertas de los principales ‘puticlubs’ de Ibiza. Así nos va.

Este es el nivel de nuestro país. Un país de tradiciones primitivas con la mentira como principal argumento de venta. Un país con un nivel muy bajo de banqueros, empresarios y sindicalistas. Al menos los de antes.

Diré, porque es lo políticamente correcto, que no debo generalizar, que no todos son iguales pero, sinceramente señores míos, creo que llegados a este punto tanta culpa tienen los que tenían en su poder una tarjeta black como los que no la tenían pero sabían lo que estaba pasando y, aún mucho peor, los que viéndolo todo permitieron que pasara.
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