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¿Solidaridad?: Siga la cola

Por José Luis Azzollini García
lunes 30 de octubre de 2023, 09:49h

Mucho se habla, se dice y se escribe en nombre de la palabra “solidaridad”. Existen gobiernos que se preocupan mucho de estar en los puestos de cabeza en el ranking de los más solidarios. Organizaciones No Gubernamentales, pugnan por publicitarse como la mejor opción a la hora de captar las donaciones y cuotas solidarias. Las personas que enarbolan la bandera solidaria como argumento diferenciador al resto del mundo, también son bastantes. Pero ¿Esconde algo esa palabra que tantos “amoríos” atrae? ¿Hasta dónde alcanza su sombra?

La definición del Diccionario de la R.A.E. recoge, entre sus páginas, la siguiente definición: “Adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros” Curiosa definición, donde destacan algunas evidencias: Ateniéndonos a ella, quienes se sienten solidarios, serían personas que de forma ocasional, empatizan con una causa que es de otros. Exagerando la nota, podríamos decir que, un pueblo que va a la guerra, atraerá a personas que le mostrarán su apoyo, por el simple hecho, de ser capaces de ponerse en su lugar. Pero de la misma manera, la otra parte de esa hipotética contienda, también tendrá partidarios capaces de aliarse con ellos. En ambos casos, ¿estaríamos hablando de gente solidaria? Me cuesta entender que la cosa fuera así de sencilla.

La realidad, creo que va por otros derroteros. Las autopistas, se convierten en carreteras secundarias y éstas en caminos, que poco a poco, van estrechándose hasta transformarse en veredas. Así tenemos que la “solidaridad”, por esa especie de metamorfosis o por cualquier otra razón que no alcanzo a comprender, se tornará en una peculiaridad que, parecer ser, es defendible solo por las políticas de izquierdas que se la han adueñado y han hecho suya. ¿Se estará hablando del anillo que tanto reclamaba, “Gollum”, como su tesoro? ¿Las derechas? Parece ser, que ni están, ni se las espera. O, eso es lo que se nos repite como un mantra. Son, según lo que se lee y se oye, más proclives a convertirlo todo en números; y la solidaridad, está reñida con esa circunstancia. Siempre y cuando, claro, no se hable de las matemáticas para contabilizar, la entrada en caja, de los dineritos. Entonces, estaría totalmente justificado el sacar la calculadora para contabilizar las subvenciones, donaciones, cuotas y lo que haga falta. Una vez pagados los sueldos -grandes y menos grandes- y a los proveedores, lo que reste, será lo que se reparta entre los demandantes de las ayudas. Si queda poco, no sería por los gastos, sino por la escasa recaudación. ¡Que hay mucha tacañería en este País!

En las islas Canarias, se está produciendo -y no es la primera vez- una auténtica avalancha de llegadas de barcazas cargadas de gente que dejan un entorno conocido, para adentrarse en un laberinto en el que, a pocos, nos gustaría sondear. Ya en 2006, los números subieron a más de treinta y una mil personas -según el diario 20minutos.es-. Desde Senegal -punto caliente ahora-, llegan de cincuenta en cincuenta, de cien en cien, y hasta en cantidades muy superiores. ¿Corren riesgo? ¡Vaya preguntita! Simplemente, se juegan la vida. Se juegan el dinero que son capaces de reunir, para pagar a los modernos traficantes de seres humanos. Sus sueños y la esperanza de alcanzarlos, se pueden hundir en el océano. ¡No hay más preguntas, Señoría! (W©).

Muchas personas que nos llegan de esa forma tan inhumana de viajar, son -según se lee- victimas de mafias. Pero también están arropadas, en cierta medida, por manos nada mafiosas, que tratan de adueñarse de esa bandera solidaria, para poder arrojarla a la cara de quienes -según esas bondadosas personas-, no son más que “seres insolidarios”. He llegado a oír en la radio, que esa gente no solidaria, son “fachas” por el hecho de tratar de defender su forma de vida y sus costumbres. Se está oyendo en estos días, el tira y afloja político a la hora de repartir el contingente -pequeño- que ha viajado a la península. Fachas, por preguntar cuánta gente más cabe en las islas, en España, o en la mismísima Europa. Fachas, por preguntar por el “modo de vida” de los jóvenes que van llegando, una vez cumplan sus dieciocho años. Fachas, por comparar su nivel de asistencia, sanitaria y social, con el que se presta a los grupos que van llegando. ¿Serán fachas, también, quienes cuestionan la capacidad de los centros de acogida, solicitando la ampliación de los mismos y medios humanos de seguridad? ¿Serán fachas quienes están solicitando el reparto de tanta migración entre todos los pueblos de España o de esa Europa? Llamarlos solidarios, no es posible, puesto que como he dicho, eso solo lo practica la gente de izquierda -entendiendo por izquierda, toda aquella persona que a cada uno de estos apuntes ha contestado mostrando, como única solución, la bandera de la solidaridad-. Me pregunto si quienes izan, cada mañana, esa bandera tendrán un cálculo, aunque sea aproximado, de cuánta gente más podría seguir viniendo. Si hay un tope y se llega, ¿pasarían, esa misma gente, a formar parte del grupo de los fachas? De momento no ponen reparos al ver las interminables colas que se vuelven a captar en el campamento de las Raíces en Tenerife. Todo parece ir bien; incluso cuando se observa a un grupo de personas durmiendo al raso en la explana de un muelle. La correcta solidaridad acepta que haya gente caminando sin rumbo fijo mientras no estén por su barrio. ¿Qué les dirá, el oráculo de la solidaridad, a esos seres humanos sobre el futuro que les espera? ¿Se ha preocupado “la solidaridad” en buscarles una alternativa de vida, o es suficiente con acogerlos? Vemos cada día en todas partes, a grupitos de seis o siete personas, que llegaron en pateras, circulando por nuestras calles sin hacer nada. ¡Solo aprenden a caminar! Se habla del proyecto de la C.O.A.G., para formarlos en agricultura. ¡Uno! ¿Y, del Estado? ¿Y de las ONG? Los menores, imagino que estarán escolarizados. Pero es que llegan adultos también, y esos han de buscarse su sustento yendo de aquí para allá -¿Una pulserita, señora?… ¿Le cuido el coche?- No podrán ir a buscarse la vida en la península, salvo que se tenga un NIE; o que la cosa se desmadre y no sea propicio salir en la foto de forma tan poco eficiente. Aún con todo, parece que sigue imperando la idea de que es mejor que estén concentrados en un punto que, en España y en Europa, entienden que sea en las islas -¿Cuánto más lejos mejor?-. Más de catorce mil han llegado a Canarias en octubre -según Canarias7-, y los centros ya mostraban el cartel de llenos; pero menos de seis mil han viajado a la península. Trece menos seis: ¿suspenso en matemáticas, o insolidaridad apoteósica?

¿Sería justo pedirle, a quien defiende la solidaridad con quienes llegan en barcos de mala muerte, que fuera igual de solidario con la gente que vive en Canarias?, ¿o eso es ser muy de derechas? ¿En qué cola tendrá que ponerse la gente de canarias para que se atienda su petición de un reparto solidario y reglado de la migración, sin tener que exigirla? ¿Tendremos, los canarios, que crear nuestra propia ONG para que nos entiendan? De momento, estamos en una situación que requiriere ponernos en cola para encontrar una solución. ¿La solidaridad que se pide pasa por “esperar la vez”?

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