Salí a comprar el pan
Por
Juan Pedro Rivero González
jueves 19 de marzo de 2020, 06:00h
No estamos acostumbrados a grandes catástrofes. Solo las hemos visto por la tele en algún atrevido reportaje o en alguna película de acción, muchas veces de carácter ficticio. Pero existen las pandemias y las catástrofes y afectan a la vida ordinario de la gente. Existen y generan aislamiento, soledad, miedo, necesidad, daño... Existen y, en esta ocasión, nos ha tocado a nosotros. Nos amenaza con el colmillo enrojecido en su boca la posible mordedura de un virus nuevo y con alto nivel de contagio.
Una sociedad muestra su verdadero rostro en circunstancias adversas. Los niveles de la solidaridad verdadera se muestran, cómo se muestra la creatividad digital y el humor compartido en las redes sociales. También se ven las enfermizas actitudes egoístas de quienes necesitan a la policía para cumplir unas medidas de sentido común. En las tormentas es cuando se reconocen los buenos marineros. Y esta tormenta está mostrando el verdadero rostro de Europa y la cara oculta de nuestra patria chica.
Esta mañana salí a comprar el pan. Me he ido haciendo amigo del chico del quiosco. Pero hoy su cara era de susto y temor. Una cara casi desencajada ante el ambiente que nos rodea. Guantes de látex, más de un metro de distancia, el pan, la bolsa y -el pobre- a penas esbozó una sonrisa. Ciertamente estamos llenos de miedo a lo desconocido. Lo que, por otro lado, es del todo natural. Pero con miedo y todo, allí estaba, intentando cuidarme con medios higiénicos y colocando el pan en la bolsa con sumo esmero. En su puesto de trabajo, con miedo y con todo. No he podido menos que agradecer que existan estos trozos del súper héroe social que aparece en los momentos dramáticos de una sociedad.
Este pequeño escrito quiere ser un aplauso en negro sobre blanco para los héroes anónimos que mantiene en pie el bien común envueltos en un manto de temor imprescindible. Hay momentos para servir con alegría y los hay para hacerlo con temor. Pero lo importante es que hay personas que nos ofrecen su responsabilidad fiel y su trabajo incondicional. Para ti, amigo, este aplauso silencioso.
Por él y por todos seguiré rezando estos días al celebrar la eucaristía que, al estar los templos cerrados, solo se podrá retransmitir por Facebook. Si, rezar. ¿Que para qué para qué me sirve rezar? Para mantener la confianza. Muchas veces le pedimos a Dios que nos quite la cruz que cargamos. Y alguna vez lo hace, aunque no es lo común. Yo lo que sé es que le voy a pedir que no hace falta que nos quite la cruz, que solo necesitamos hombros fuertes y amplios para poder con ella. Con esta intención pediré esta tarde por mi pequeño superhéroe cotidiano. Gracias por el pan.
Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife
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