Estamos a las puertas de dos mil veintitrés, y no sé a cómo se pondrá el kilogramo de voto este año entrante. Con esto de la inflación, nunca se sabe. Es muy posible, que pasadas las fiestas navideñas, bajará el precio de los turrones, langostinos y demás cosas típicas de esas fechas. Pero, ¿y el voto? Ahora que ya nos acercamos a las municipales y regionales y estamos a tiro de piedra de las generales, seguro que subirá, ¡Esto es un sin vivir! De todas formas no es algo que nos debiera quitar el sueño, pues no nos compete, de forma directa, al pueblo llano; aunque, tal vez sí, de forma indirecta. Nuestra responsabilidad -que no es poca- llega hasta las urnas. Después, ya será cosa de quienes no hayan alcanzado mayorías para dirigir el “cotarro”. Quienes tengan la llave -creo que lo llaman así- de la puerta que da acceso un montonazo de proyectos, sí que tendrán que estar al tanto -la juventud creo que le dice estar al loro- de la cotización oficial del voto.
Antes de terminar este año, ya se ha visto una operación política, que nos hace intuir un regreso al pasado. A aquellos momentos en los que la moneda de cambio no se acuñaba en una fábrica al uso, sino que dependía de los bienes que se poseía y que pudieran interesar a la otra parte. Ese sistema, para los olvidadizos, se conoció como “trueque”. Una cabra podía valer mucho o poco, dependiendo del interés que alguien tuviera en poseer esa propiedad -antes y hasta la aparición de una ley animalista, era una propiedad- Ya fuimos testigos con anterioridad, y estando ya en democracia, cuando una comunidad autónoma conseguía todo lo que se proponía, por el simple hecho de tener los votos que un grupo mayoritario -pero no tanto- necesitaba para gobernar. Parece que se le cogió gustito, puesto que volvemos a ser testigos, nuevamente, de este sistema de “negociación”. Pero ahora, ya, practicado por más comunidades y partidos.
Recientemente, y para no perderme, se ha visto cómo se volvía a la Edad Media, cuando en el mercado principal de abastos -ahora se le da un nombre más parlamentario- se decía Diego, donde se había dicho digo. Lo del transporte sin cargo alguno para el usuario -que nunca gratis- sería para los trenes de medianías en esa península. Los isleños y ciudades africanas, ya tenían bastante con lo de la subvención del 75% al transporte aéreo. Entonces, ¿me quieren decir que los canarios no van a tener la bonificación total del transporte terrestre? -una señora parlamentaria, reclamaba desde las tribunas en las que se subía-. “Nati de plasti” le contestaban, cada vez que hacía su reclamación. Al final, todo se quedaba en un “en la bajadita te espero”.
Y, la situación se volvió “candela” y se tocó nuevamente el temita en cuestión. La diferencia estaba en que, en esta ocasión, la parte contratante de la primera parte, parece que atisbaba complicaciones -cosas de parejas- para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado. ¿Entonces, de lo mío qué? ¡Cómo se les ocurre que no vayamos a contemplar el costo cero para el transporte público terrestre en las islas! Se fija como necesario y listo. Pero ¿recibiremos el apoyo a los presupuestos, verdad? ¡Eso está hecho! Pues apúntame, también, lo de la ayudita para La Palma. ¡Hecho! Y, también se subieron a ese periodo de “rebajas”, un grupo del norte del País, cantando su particular “irrintzi”. Llevaban batallando -nunca mejor dicho- conseguir eliminar este cuerpo policial de su territorio y han empezado por Tráfico. Todo el País, solicitando más presencia policial, pero ellos quieren menos. O solo quieren los suyos. ¡Pasito a pasito se recorre el caminito!
¡Cuánto daño nos ha dejado algunos juegos infantiles de carta! “Cambio papá Bantú, por abuelo Esquimal”[1]…. Cuando los jugábamos, no éramos conscientes del pozo de “trueque” que nos quedaba cada vez que lo hacíamos.
Y por birlibirloque los canarios nos hemos encontrado que, el hacer uso del coche particular, será algo secundario. Ahora tendremos a nuestra disposición el uso de tranvía y guaguas, totalmente gratis. ¡Y dale con lo de gratis! Nadie: ni los que tendrán la ayuda esperada para sus presupuestos, ni los que van a facilitar tal prestación, han sido capaces de dejar de hablar de gratuidad para referirse a algo que saldrá, en cualquier caso, del erario público. O, ¿es que alguien piensa que, quienes trabajan en estos servicios que ahora se prestan pagando con un bono, después dejarán de cobrar? ¿Los vehículos dejarán de consumir porque se use el comodín de “la gratuidad”? ¡Nada es gratis! Pero ese concepto es mucho más “vendible” que otros. Sobre todo, si se pretende seguir la senda del trueque. Quien dice haber conseguido que desaparezca la obligación de entregar dinero para la obtención de uno de los nuevos bonos, no deja de hablar de gratuidad para sentar las bases de que, lo alcanzado, es muy importante. ¿Será más importante que mejorar la red viaria de las islas para tratar de eliminar o disminuir los eternos atascos que sufrimos en algunas de ellas? ¿Será, el pagar cero euros del dinero propio, mucho más interesante que el preocuparse por la mejora de la calidad asistencial en sanidad? Lo conseguido es inmediato y les sirve para las elecciones que se nos vienen encima. El resto es algo más intangible y el caminar por ese sendero lleno de culebras, podría resultar negativo. Así que, usando el mismo sistema del “trueque” la parte que se considera victoriosa, nos lo hará saber en sus slogans publicitarios. ¡Primero conseguimos el setenta y cinco para los aviones y barcos! ¡Después nos empeñamos en obtener un cero euros en los terrestres -ellos seguirán usando el otro concepto- y también podemos hablar de objetivo conseguido! En el aire quedará, o se pretenderá que quede, un mensaje clarito: El voto debería ser para quien más lucha por lo nuestro. ¡Por nuestra gente¡ Se les llena la boca con el pronombre posesivo. ¿Pero mire, es que llevo seis meses en lista de espera para una operación del “fistro duodenal”? Eso ya se irá viendo; pero de momento, las veces que tenga que ir a poner reclamaciones, si se desplaza en guagua, lo podrá hacer sin pagar un euro.
Lo que importa es lo inmediato. Lo demás se irá resolviendo según se vaya viendo. ¿Y qué es lo prioritario? Ganar votos. No debe haber ninguna duda. Y, si existiese alguna, plantéese el ranking de necesidades de la población que se extraen de los distintos estudios socio-económicos. El algunos de ellos, lo que urge, tiene más que ver con la sanidad, la credibilidad política, el paro, la pobreza, etc. que con ir sentados en una guagua sin sacar la cartera. Pero, ¿se analizan esos estudios? Por el “andar de la perrita” mucho me temo que, si son leídos, parece que no lo son en profundidad.
Así que, cuando caigan en la tentación de tragarse la píldora gratuita que nos ofrezcan, pidan cambiarla por la “abuela Tirolesa”. No servirá de mucho; pero creerse lo de la gratuidad, tampoco será de ayuda para solucionar los grandes problemas que no entraron en la negociación de ese sistema de “trueque” en el que han participado algunos de nuestros gobernantes.
[1] Juego de cartas conocido por “las Familias” e introducido en España por Heraclio Fournier.