Sin embargo, en los últimos tiempos, cada vez más particulares y administraciones públicas, recurren a la contratación de los servicios de “limpieza” por parte de algunos “profesionales” que, no sólo desfiguran innecesariamente la silueta de la palmera canaria haciéndola irreconocible, sino que incumplen la normativa vigente y contribuyen a empeorar la grave situación que atraviesan los palmerales canarios. Y es que el deshojado extremo que se está practicando por parte de algunos podadores, con el beneplácito de algunos responsables públicos, compromete el estado fitosanitario de las palmeras haciéndolas más proclives a la afección de plagas y enfermedades letales, con el consiguiente riesgo para la seguridad ciudadana por colapso y caída de ejemplares.
Hay que recordar que, a raíz de la entrada en vigor de la Orden de 29 de octubre de 2007, por la que se declara la existencia de las plagas Rhynchophorus ferrugineus (Olivier) y Diocalandra frumenti (Fabricius) y se establecen las medidas fitosanitarias para su erradicación y control”, en todas las islas salvo el Hierro, “sólo se permite la poda de hojas secas y senescentes, sin cortarlas a ras de estípite, conservando aquellas tábalas que estén fuertemente adheridas y eliminando aquellas que se desprendan fácilmente”.
La poda (deshojado) de hojas sanas, supone una merma de la capacidad fotosintética de la planta, y una vía de entrada para plagas como el picudín o picudo de las cuatro manchas, que continúa propagándose a lo largo y ancho del archipiélago. Este insecto es, además, un vector de contagio de otras dos enfermedades letales causadas por Thielaviopsis paradoxa, Gliocladium vermoesenii y Fusarium oxysporum, que no tienen tratamiento, siendo por tanto un proceso irreversible de no contenerse su expansión a tiempo. Esto se agrava con el empleo de trepolines o espuelas para acceder a la copa, o el cepillado de sus estípites, pues las palmeras no son árboles sino monocotiledóneas carentes de cambium vascular, y por tanto incapaces de cicatrizar las heridas o formar callos.
Desde la Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria (ACBC), hacemos un llamamiento a todas las administraciones públicas, particulares y empresas, para que pongan fin y/o denuncien el empleo de estas prácticas culturales prohibidas, contribuyendo así a asegurar la supervivencia de uno de nuestros elementos vegetales más valiosos del patrimonio natural canario.