Ignoro si la edad, la profesión, la experiencia acumulada, las lecturas, actuando de modo individual o conjunta, me han proporcionado algún tipo de deterioro en la forma de interpretar hechos o situaciones.
Antes no era tan crítico, creía todo aquello que me decían, siempre y cuando mi interlocutor estuviese cerca, pudiese verle la cara.
Era tan poco diestro en constatar situaciones equívocas que me engañaron muchas veces. No obstante, cada vez que se consumaba el equívoco salía fortalecido, era como si me regalasen superpoderes que me permitían asumir las consecuencias.
Todavía hoy me pasa lo mismo, cuando un ser humano me comenta algo creo, sabiendo que siendo cierto o incierto aquello que me plantea, me ayudará a ser mejor.
Parece una contradicción, por un lado, sostengo que “antes no era tan crítico” y por el otro afirmo que no lo soy para nada.
Falta una explicación: en este tiempo, por culpa del cansancio, soy severo con lo que me llega por radio, televisión, redes sociales, tan severo que hay momentos en los que no me soporto.
Es tanta la sobreexposición de estímulos a los que nos someten los medios que está provocando efectos colaterales, para empezar considero que nos ha acostumbrado a tolerar casi todo lo que emite.
Pero no quiero hablar de noticias, sino de compasión, y tratarla como si fuese un fármaco, que, si atendemos a definiciones canónicas, es “una sustancia que sirve para curar o prevenir enfermedades, reducir sus efectos o aliviar dolores físicos.”
Por supuesto que la analogía no es precisa, pero si hacemos el ejercicio de definir la compasión, sin ser sustancia, podríamos decir que es un sentimiento que se produce el ver padecer a alguien y que impulsa a aliviar su dolor o sufrimiento, a remediarlo o evitarlo.
Sin serlo, debería perdonárseme la licencia, ambos podrían ser homologados del mismo modo, aunque la demostración sea un sofisma en toda regla.
Una de las propiedades que tienen los medicamentos es la tolerancia, cuyo existencia se conocía desde la época de Hipócrates: “Cuando un fármaco se utiliza repetidamente, la disminución de la respuesta del organismo se hace evidente, el organismo se adapta. En consecuencia, para provocar el mismo efecto, sus dosis deberán ser aumentadas.”.
Dejamos al sabio y nos trasladamos a la “fábrica” de noticias -muchas de ellas falsas- que bombardean nuestras meninges diariamente, para provocarnos reacciones que no encontramos forma de canalizar, si acaso, generando empatía, dolor, buenos sentimientos. Así, día tras días, que parecen están haciéndonos tolerantes, y por eso requerimos estímulos incrementados, cada vez, para conseguir el mismo efecto: reaccionar.
Para ejemplificar lo que sostengo voy a transcribir un texto aplaudido en las redes: “Este video no solo incluye un clip de una pareja que realiza un baile sobre hielo. Es una de las actuaciones más asombrosas en la historia del patinaje artístico. El joven bailarín, cuyo nombre es Babo, es un joven ciego desde la infancia cuando su madre, que era bailarina de hielo, lo cargó y saltó con él desde el séptimo piso después de que su casa fuera expuesta a un incendio. Ella murió y él sufrió una deformidad que le hizo perder la vista. Pero había conservado en su memoria la imagen de su madre y fue testigo de algunas de sus hazañas en la pista. Y para inmortalizar su memoria quiso imitarla y conservar su afición y lo que ella le enseñó del arte de patinaje y baile sobre hielo. Y él está aquí en una de las actuaciones más sorprendentes en la historia del patinaje, que hizo que más de diez mil espectadores estuvieran presentes llorando. ¡Aquí realiza una famosa actuación con el famoso himno de tango "La Cumparsita" con su pareja en Helsinki! "
No sé si las conté bien, pero encontré en el escrito, docenas de dudas que podrían conducir a mentiras absurdas, innecesarias, apelando todas a lo mejor del ser humano y redactada por alguien cuyos últimos alcances no se terminan de comprender.
Tuve tiempo para analizarlo y ver las imágenes porque estaba obligado a ser paciente, en las dos acepciones del término, estaba quieto, sentado y esperando el llamado para que me practicasen unos estudios.
Nada más empezar el video, que es precioso, una inscripción señala a los protagonistas: “Alexandra Stepanova e Ivan Bukin”, bailando sobre el hielo, con una elegancia superior, derrochando talento siguiendo el ritmo de un tango inconmensurable. Como sabía que tendría un tema para desarrollar, presté atención a “Babo”, no podía entender tanta precisión, buscaba alguna señal en la compañera que le anunciase el fin de la pista, las vallas, el riesgo, la sincronía era olímpica.
No me llamaba la responsable del centro sanitario, tenía tiempo por delante, y pude confirmar que el video pertenecía a la actuación de la pareja en el Campeonato Mundial de Patinaje Artístico de Helsinki en el año 2017. El COI refrendaba que el atleta no era ciego, que Newtral aseguraba que el video convertido en viral, era falso, y, lo más alucinante, que la música que bailaron no fue “La Cumparsita” sino "Libertango" del compositor Astor Piazzolla
Dicho lo dicho, si el desempeño fue brillante, ¿era necesario agregarle aquella truculencia?, ¿editarla para que la música armonizara con el baile?, ¿todo para obtener “reenviado muchas veces”? Excesivo trabajo y empeño para generar sensibilidad mal habida.
Crónicas de historias graves, padecimientos, accidentes lamentables que se multiplican con mentiras para remover conciencias. ¿Y si al final terminan por acostumbrar al cuerpo social? ¿Y si para reaccionar va a demandar abandonos, desesperación, sufrimientos cada vez más explícitos?
Me temo que al final solo nos vamos a conmover cuando estemos en el centro mismo de una tragedia o la sangre nos salpique.