www.canariasdiario.com

Porque hoy es sábado

Por Julio Fajardo Sánchez
sábado 22 de julio de 2023, 14:00h

Hoy es sábado, un buen día para reflexionar. Eso es lo que hacen los comentaristas de la prensa, una especie de parada reflexiva en un ambiente en el que la ética recomienda que el pensamiento se concentre en lo personal sin que exista ningún agente exterior que lo mediatice. Se habla de manera subliminal para influir en conclusiones de última hora, cada cual desde su plataforma de esperanza, de triunfo o de incertidumbre. Hay que tener mucho cuidado con lo que se escribe hoy. Entonces lo mejor será no hacer ninguna alusión a que mañana se celebran elecciones y hablar de otra cosa. Por ejemplo: “la noche está estrellada y tiritan azules los astros a lo lejos”.

Neftalí no me entristece. Al contrario, me inquieta al hacerme imaginar ese espacio infinito en donde somos únicos. Me estremezco solo con pensar en sentirme exclusivo y a la vez aislado en medio de las tormentas siderales. Y yo que siempre había imaginado a ese ámbito vacío y frío como un mar en calma, sin turbulencias atmosféricas, liberado de las solicitaciones de la fatalidad gravitatoria. “Hoy es sábado, mañana domingo”, dice Vinicius de Moraes, y añade: “No hay nada como el tiempo para pasar”. De la bossa nova me voy a “La rosa del azafrán”, del maestro Guerrero, y me suena en los oídos eso de “Hoy es sábado y no quiero dormir en la quintería porque rondan los gañanes y yo me muero de envidia”. La música siempre anda dando vueltas en mi cabeza. A veces sublime, otras ramplona y obsesiva, pero música al fin y al cabo. Dice Cadícamo en “El cantor de Buenos Aires” que todo lo ha borrado el almanaque, pero, aunque sus hojas caigan implacables cada año, conservo intacta la memoria. ¿Qué hacer en un sábado de reflexión? Yo creo que ya lo tengo todo reflexionado. Sobre todo sé lo que no quiero.

El lunes no será un día diferente para mí. Quiero decir que, pase lo que pase, volverá a salir el sol y me pondré a escribir en el ordenador. Algunos llorarán decepcionados y otros saltarán de alegría, pero yo, que he visto pasar muchas situaciones como esta, me quedaré impertérrito. Sé que la fiesta es para los más cercanos y comprometidos y yo no soy ni una cosa ni la otra, a pesar de que a algunos no se lo parezca. No tengo en casa ni champán ni clínex. Solo espero que los afectados por la fortuna o por la desgracia no hagan demasiado aspaviento. En ese exceso reside el riesgo. En el exceso y en la provocación que desatan unas minorías en las contrarias.

El almanaque es la historia, el repertorio del tiempo que ha pasado delante de mis ojos. Ayer me tropecé con una comitiva en la calle de la Carrera repartiendo sobres. Eran los últimos intentos de captar la voluntad de la gente. Un acto inútil para los que ya tienen decidido lo que van a hacer. Todo obedece a la misma ceremonia que se repite cada cuatro años. Una celebrción amable que se aleja de los insultos que invaden las redes sociales. Vienen a ofrecer su corazón, igual que Fito Páez.

En algunas plazas estaban montando el escenario para el fin de fiesta y las orquestas hacían las pruebas de sonido para inundar al barrio de decibelios. Al final, todo es como una fiesta: Un gran cotillón que pretende poner el broche de oro a unas semanas donde se han estado sacando la piel a tiras. Mañana vamos a votar y el lunes otra vez al trabajo, como en “Te recuerdo Amanda”. Como estamos en julio difícilmente podremos ver a la calle mojada y a la lluvia en el pelo, aunque en La Laguna todo se puede esperar, y más con el cambio climático, que nunca sabemos por dónde va a salir.

Esta es mi reflexión para un día como hoy. Porque hoy es sábado.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios