El documento que ha exhibido Junts, donde se recoge el pacto de inmigración, se ha reducido, según El País, a un párrafo. Una tontería de nada que ha escenificado lo más bochornoso de la política en la última semana. El papel al que hace referencia el periódico es exactamente igual al que dicen los independentistas que firmaron: “una ley orgánica para traspasar la competencia integral en emigración”. Lo extraño es que, al ser coincidentes, ambos se acusan de mentir.
Yo no voy a descubrir quién lo hace ni a recurrir a María Moliner para desentrañar el significado del término integral. Ahora va a resultar que se refieren a un tipo de pan recomendado a los que hacen régimen. Lo que no voy a hacer es dejar de lamentar que a los españoles nos sigan sometiendo a estos espectáculos, y menos aún a soportar estoicamente que una prensa intente hacernos ver que las cosas son diferentes a como son, porque entonces estaremos convirtiendo al periodismo en un agente bíblico de la revelación y esto no es admisible desde el punto de vista deontológico. Es como si los médicos diagnosticaran a los enfermos en función de sus tendencias ideológicas, y a un señor que padece un cáncer terminal le dijeran que solo es una manchita en una uña, o al que sufre un infarto que solo ha sido un susto o una acumulación de gases en el pecho. Con estas prácticas lo que está en juego no es la estabilidad del Gobierno, ni la credibilidad del señor Sánchez, ni las bondades aparentes de la economía, sino la auténtica esencia de la democracia.
Un país no se puede construir con mentiras todo el tiempo. A eso no se le puede llamar progresismo por más que se recurra a Maquiavelo para justificarlo. Lo que realmente me asusta es que la gente se trague estas patrañas sin más, y que el hecho de mentir no tenga importancia a la hora de valorar a las actuaciones políticas. Porque, si esto es así, estamos entrando de lleno en una situación difícilmente recuperable.
El problema no es Cataluña, ni los distintos independentismos, el problema es el conjunto de España perdiendo los valores de la ética más elemental. La RAE dice que integral es aquello que compone todos los elementos o aspectos de algo. Turull dice que “todo es todo” y Sánchez dice que “no es no” y que solo es un pedacito de nada. Aquí alguien está jugando a ser trilero y le está escamoteando el significado al diccionario.
No me gusta Junts, pero en este caso creo que no miente. Es más, la aclaración tonta de El País de muestra que no lo hace. Más bien miente el de siempre, que cambia de opinión incluso en el contenido de un contrato. Así no se puede gobernar ni ofrecer seguridad, ni jurídica ni de cualquier otro tipo. Lo peor es que no pasa nada, y cuando pactamos algo en su contenido integral lo sustituimos por una barra de pan o una lista de alimentos para celiacos. De todas maneras para qué preocuparse si dentro de poco las islas y los continentes van a desaparecer bajo las aguas de los océanos. Lo dicen los expertos y los expertos, en el caso de que existan, nunca mienten.