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Olimpiadas con sabor a pandemia

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 29 de julio de 2021, 05:00h

El esfuerzo de Japón es digno de valorar. Sin espectadores, sin los visitantes que llenan hoteles y reactivan la economía en eventos como unas Olimpiadas en las ciudades que lo acogen, solo con el recurso de la televisión y las redes sociales, han puesto en marcha la XXXII Olimpiada de la Era Moderna. Algunos expertos hablan de “olimpiadas gafadas” y de pérdidas millonarias (que para algunos alcanzarán hasta los 1.300 millones de dólares) para la economía japonesa.

¿Será que sigue siendo cierto el valor de la fidelidad a la palabra dada para esa cultura oriental que hemos visto tantas veces capaz de perder la vida antes que el honor? ¿Tendrá algo que ver esto con el hecho de seguir adelante con este evento internacional? ¿O hay gato encerrado, y nadie da un duro por cuatro pesetas, como tenemos tan grabado en nuestra cultura occidental? Habrá quienes especules e investiguen en su momento. Yo solo apelo ahora a la importancia que tiene en la vida social y en las relaciones interpersonales la “fidelidad a la palabra dada”. El respeto al honor de una palabra dada y ofrecida como señal de fidelidad.

Llamadas a considerar el honor como un valor trasnochado se oyen con cierta frecuencia. Y sin embargo el honor es como los quilates del oro. Es lo que da valor a la palabra de una persona. La garantía de que digo la verdad cuando digo lo que digo. ¡Cuántos tratos se han hecho solo con la garantía de un apretón de manos!

Los notarios dan garantía y elevan a público lo que existe. No lo crean, solo lo reconocen. Antes de que lo pongan por escrito y lo sellen y firmen, ya las compraventas se han apalabrado, los estrenos se han concretados y se ha llegado a acuerdos. Esos acuerdos se registran, para que quede archivado para las próximas generaciones. Precisamente por eso es por lo que al acto se deben llevar testigos que declaren que lo que dicen es verdad. Incluso en algunos protocolos se indica que “(…) esto lo declaro y firmo por mi honor”, dando valor a la palabra dada y siendo reconocido como una declaración jurada.

Pero cuando la mentira se hace dueña de la escena pública, cuando ya nos dicen que sin un papel firmado las palabras se las lleva el viento, hemos ahogado el honor en las aguas malolientes de la corrupción. Habría que darle mayor importancia al género literario oral y declarativo. Porque una opinión se cambia si hay argumentos mejores que nos ayuden a ver de mejor forma la verdad, pero una declaración es el eco de una certeza edificada sobre el honor.

Dicen que existe la “generación Einstein”. Un trozo de la juventud marcada por el afán de recuperar el honor. Tendrá, como toda generación, algunas lagunas, como las hemos tenido todos, pero bienvenido el resurgir del honor como fuente de mutuo reconocimiento y garantía de verdad en las relaciones interpersonales. Es la belleza de una fraternidad sana.

Y si no hay otros motivos ocultos, alegrémonos de que alguien haya dicho: “Si nos comprometimos a organizar estos Juegos, si hemos dado nuestra palabra, los hacemos en 2021 aunque digan ser Olimpiadas de 2020, cueste lo que cueste...

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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