Si vives en Las Palmas de Gran Canaria y eres una de las decenas de miles de personas que tiene un sueldo precario y paga un alquiler o hipoteca por un precio desorbitado, tarda horas en ir y volver del trabajo y se deja una buena parte del sueldo en la compra de cada mes, quizá hayas percibido que el tiempo que dedicas a poder disfrutar mínimamente de la vida es muy limitado y, además, te cuesta dinero.
Según el último informe del INE, casi un 40 % de canarias y canarios no puede permitirse irse, al menos, una semana de vacaciones al año. Con las tasas de pobreza, exclusión social y precariedad que soportamos en el archipiélago, el derecho a disfrutar, a priori, no es uno de los principales problemas en los que pensamos cuando hablamos de propuestas que ayuden a mejorar nuestra calidad de vida.
Pero, ¿en qué momento asumimos la gente humilde que el derecho a tener vida y desconectar es un privilegio? Seguramente, en el mismo momento que normalizamos que comer pescado una vez a la semana en un territorio rodeado de océano o poder ir al cine una vez al mes es un capricho o un homenaje que nos damos cuando somos una de esas personas que tiene la suerte de tener una nómina.
El “me lo merezco” que verbalizamos cuando nos permitimos salir con nuestros familiares o amistades viene acompañado con un “no todo va a ser trabajar”. Esto es una autojustificación que en el fondo revela un gran sentimiento de culpa que, desgraciadamente, nos han impuesto los mismos que han privatizado el ocio desde las respectivas instituciones que ocupan.
Por ser clara, las clases con mayor poder adquisitivo no necesitan de las fiestas populares de los barrios, ni de los cines al aire libre gratuitos, ni de los centros deportivos municipales, ni de parques e infraestructuras que estén en buenas condiciones. Simplemente, porque pueden permitirse pagar por ello, eligiendo dónde, cuándo y con quién. En cambio, la mayoría de personas que vivimos en la ciudad de Las Palmas no tenemos un abanico tan amplio de posibilidades cuando buscamos opciones para disfrutar.
Parece que el gobierno municipal formado por el PSOE, Nueva Canarias y Podemos se ha propuesto, como principal objetivo, privatizar un derecho tan básico como es el de dejarnos disfrutar de nuestro tiempo libre en nuestra ciudad. Por eso destinan grandes partidas del dinero de todas y todos a promocionar eventos en zonas que frecuentan turistas, nómadas digitales y clases pudientes. Siempre la eterna apuesta por la zona baja en detrimento de la zona alta. Y por esa misma razón, muchos de nuestros barrios están cada vez más gentrificados, despersonalizados, abandonados y sin ofertas de ocio.
Es más, si los barrios no acaban de desarticularse es precisamente gracias a los vecinos y vecinas que se organizan para seguir promoviendo alternativas lúdicas que fomenten la cohesión social y el sentir de comunidad. En definitiva, las clases populares no somos una prioridad para este Ayuntamiento.
Desde Drago Canarias apostamos por un modelo de ocio popular, intergeneracional y, sobre todo, participativo y democrático. Pasar tiempo con nuestros iguales compartiendo una actividad cultural o lúdica nos reconoce como seres sociales que vivimos, creamos y pertenecemos a una comunidad. Nuestras vidas deben trascender al trabajo porque no solo somos personas meramente productivas, no somos números, sino mucho más. Por ello, la posibilidad de disfrutar del tiempo es una de las cuestiones que más nos permite desarrollarnos transversalmente, cultivar nuestros intereses, fortalecer nuestras relaciones sociales y participar activamente en la vida cultural y comunitaria de nuestra ciudad.
El ocio es crucial para la salud mental y física, sobre todo en un territorio que ocupa los principales puestos del ranking en la ingesta de antidepresivos de todo el Estado. Las jornadas interminables de trabajo, las pésimas condiciones de vida, las dificultades para proyectarnos en un futuro que ilusione y anime a seguir, junto con la falta de tiempo de calidad nos conduce a un vacío existencial del que muchas veces es difícil salir. Y esto tampoco es nuestra culpa, aunque nos intenten hacer responsables.
Por todo ello, garantizar el derecho al disfrute, al ocio o al deporte implica asegurar que todas y todos, independientemente de nuestra situación económica, podemos acceder a actividades recreativas y culturales. Y para ello, es imprescindible que trabajemos menos, ganemos más y que el coste de la vida no siga subiendo. Frente al auge del neoliberalismo más salvaje, esta debería ser una de las tareas primordiales para aquellos que ocupan responsabilidades en los respectivos gobiernos en los que se autodenominan progresistas.
¿Es utópico imaginar festivales de música en las plazas de los barrios donde podamos disfrutar de artistas locales emergentes que no disponen de recursos ni oportunidades suficientes para darse a conocer? ¿Es utópico imaginar exposiciones artísticas o científicas al aire libre? ¿Es utópico imaginar certámenes de teatro y literatura para nuestros chinijos y chinijas en la calle? ¿Es utópico organizar campeonatos deportivos para aficionados utilizando las instalaciones ya existentes? ¿Es utópico imaginar un gobierno municipal que no despilfarre millones de euros en unos carnavales desastrosamente gestionados y que permita a las protagonistas reales del carnaval organizar la fiesta como consideren?
Recuperar y democratizar el ocio en Las Palmas no es una utopía, simplemente responde a una falta de voluntad política. Desde Drago Canarias vamos a luchar por ello, y como no puede ser de otra manera, siempre defenderemos que un gobierno popular y progresista solo puede ser considerado como tal si fomenta y apuesta por el ocio, la cultura y el deporte accesible, para que esto llegue a todas las personas y a todos los barrios del municipio, por muy alejados que estén de los lugares más céntricos o por muy poco visitados que estén por los turistas de paso.
Mar Domínguez, portavoz de Drago Canarias en Las Palmas de Gran Canaria