La irrupción de las monedas digitales ha pillado a contrapié a los bancos. Tras siglos teniendo un papel indiscutible en el sistema financiero ha surgido una nueva forma de pago entre iguales como es bitcoin, que está alterando las reglas del juego. La incomprensión de lo que es bitcoin es lo que está motivando su rechazo.
No solo su aparición sino que alrededor de ese dinero electrónico y sobre la cadena de bloques ha surgido una nueva forma de realizar las operaciones bancarias tradicionales como son las finanzas descentralizadas. Las DeFI, como se las conoce, vienen a realizar las operaciones tradicionales de los bancos pero sin los bancos. La sustitución de los costes fijos de la banca tradicional (personal e infraestructura) por los contratos inteligentes y una base matemática, confiere a las finanzas descentralizadas una ventaja competitiva frente a la banca tradicional porque, precisamente por eso, permite dar más remuneración por los ahorros y cobrar menos por los préstamos. Sus costes no son ni fijos ni elevados como en la banca tradicional sino que son ínfimos y variables. A la banca le ha salido un serio competidor y no sabe cómo actuar.
De la postura negacionista inicial de los grandes bancos, en la que se decía que bitcoin era una burbuja y, hasta se llegó a amenazar con despedir a los empleados de banca que comprasen bitcoin (presidente de JP Morgan en 2017) se ha pasado a otra de ligera aceptación pero solo por parte de algunos. Por ejemplo, Deutsche Bank lanzará este año una plataforma de custodia de monederos de criptomonedas para sus clientes. Esta entidad afirma que bitcoin es demasiado importante como para ser ignorado.
Mientras tanto, el BBVA muestra una gran confusión ofreciendo la custodia y compraventa de criptomonedas a la vez que desaconseja la inversión en bitcoin. Algo difícil de entender. Su argumento es que es como jugar a la ruleta rusa por su alta volatilidad y la falta de regulación. Su director de banca privada les dice a sus clientes que no inviertan en bitcoin y que lo hagan en cualquier aplicación pero no con BBVA.
Ante cualquier cambio disruptivo, la negación de los agentes involucrados es previa a la aceptación de la realidad. Al final, la demanda es la que se impone y si los clientes de BBVA piden operar en criptomonedas por las rentabilidades que están ofreciendo, el banco deberá creer en sus principios y perder clientela o creer en los principios de la oferta y la demanda y ganar adeptos.
Desde enero hasta hoy son muchas las altcoins (activos digitales diferentes a bitcoin) que han multiplicado por 2 y hasta por 10 su valor. En solo dos meses.
De otra parte, en un entorno de inundación de dinero fiat (dólares, euros, …) el valor de la divisa se va diluyendo y las criptomonedas se antojan como una muy buena opción de inversión para los particulares. Aunque el riesgo y la volatilidad que conllevan y nodeben ser obviados. Pero algunos proyectos son muy interesantes.
Haciendo un símil, nos encontramos en los orígenes de los grandes proyectos tecnológicos actuales. Como cuando Jobs y Wozniak por un lado o Gates por otro, estaban en sus respectivas garajes dando origen a Apple o Microsoft. En aquel momento había tanto o más riesgo que ahora de que el proyecto llegara a buen puerto. Seguro que, por su elevado riesgo de prosperar, en sus inicios también encontrarían esos proyectos la oposición de los bancos. Riesgo y rentabilidad están directamente relacionados.
Ante la dilución del valor del dinero fiat son muchos los estadounidenses que están comprando criptomonedas con el dinero recibido dentro del paquete de estímulos aprobados por el Senado. Mientras tanto, los bancos arrojan una rentabilidad cercana a cero por los depósitos de los ahorradores.
En el fondo, el rechazo de los bancos viene por considerar a bitcoin como una amenaza para su subsistencia pero no lo es. Bitcoin está plagado de desinformación y falsos mitos. Para empezar, bitcoin no es un banco sino dinero electrónico entre iguales sin necesidad de intermediarios. Ni va contra los bancos ni quiere derrocar gobiernos. Sí es cierto que fue una respuesta a ciertos abusos de los bancos centrales pero no de la banca tradicional.
Bitcoin no es ni siquiera una criptomoneda. Sí, han oído bien. No es una criptomoneda porque la criptografía trata de la ocultación de la información y, sin embargo, bitcoin es un registro de información transparente e inmutable. Bitcoin no es anónimo y permite conocer quien lleva a cabo actividades fraudulentas. En el whitepaper de bitcoin no aparece la palabra “criptografía”. Pero claro, todo eso sirve para bitcoin, no para sucedáneos. Porque la última gran falacia es decir que BTC es bitcoin. Nada tiene que ver BTC (el mal llamado bitcoin, que aparece en los telediarios porque cotiza a 60 mil euros) con bitcoin.
Tras haber concordado que bitcoin es dinero digital y, como tal, la materia prima que necesitan los bancos para hacer negocio, éstos deberían cambiar sus estructuras pero en esencia su modelo se mantiene. Es decir, obtener ahorros, custodiarlos, remunerar por ellos y prestar a inversores. La gran regulación a la que están sometidos los bancos dificulta el proceso pero bitcoin no es el enemigo.
Cuanto antes entiendan que puede ser un aliado para evitar la fuga de clientes hacia las plataformas descentralizadas y cuanto antes suban a la ola de las monedas y tokens digitales, antes podrán salvar sus maltrechas cuentas de resultados derivados de los bajos tipos de interés.
Los NFT (activos no fungibles) de los que les he hablado en las últimas semanas ofrecen interesantes oportunidades de custodia debido a su alto valor. Bitcoin es una oportunidad, no una amenaza. La próxima regulación aclarará el panorama. Y bitcoin, el auténtico, cumple con los requisitos de privacidad, (que no es lo mismo que anonimato y ausencia de de trazabilidad) de las operaciones. El auténtico bitcoin (BSV) es dinero electrónico. Lo demás es otra cosa.