No es fácil alinear las acciones del señor Iglesias con la coherencia. Ni sus acciones ni sus provocaciones. Hace tiempo que su discurso dejó de engañar a alguien que no quisiera ser engañado. Sus originales ocurrencias, centradas en los privilegios de la casta dirigente, han estado chocando, machaconamente, con la realidad. Sueldos, propiedades, servicio doméstico, nepotismo, aforamientos, seguridad personal, ajustes de cuentas, oposición al gobierno al que pertenece, …
Ha pasado de ser gracioso a provocar la risa, el estupor y el “sonrojo”. A los que le moleste la semántica del sustantivo sonrojo que lo cambien por el de bochorno. De hecho, si nos atenemos a lo publicado, en Unidas Podemos confluyen todas las incongruencias y contradicciones de un partido caudillista que se vehiculiza con un populismo a conveniencia. La desfachatez de sus posturas ante los problemas y su escapismo patológico de los espacios de convivencia solo puede entenderse en el ejercicio de la política partidista en una democracia libre.
Sin embargo, ya hace tiempo que Iglesias juega su partida desde el ejecutivo de todos los españoles. Es el vicepresidente del Gobierno de España. Se le paga como máximo responsable de la política social del país en un momento en el que las necesidades de los ciudadanos se han disparado. Uno tiene la percepción que lleva toda la legislatura haciendo novillos.
En su portazo en diferido al gobierno del caos, de la pobreza, del desempleo, del déficit y del endeudamiento, se ha vislumbrado lo que parecía su único gesto de coherencia. Cumplir una de sus afirmaciones. La de dimitir de su cargo si no consigue que se apliquen sus propuestas.
Por desgracia, no es que haya renunciado por no poder cumplir sus compromisos es que la percepción es que nunca lo ha intentado. Que su formación está a punto de convertirse en extraparlamentaria en la comunidad de Madrid. Que los problemas con la justicia se le acumulan y la división con Mas Madrid se ha acentuado.
Si nos atenemos a los hechos observamos que su dimisión es un ejercicio de coherencia, de coherencia con la demagogia. La dimisión del cargo que ocupa es un acto formal. Ya dimitió de sus obligaciones con los ciudadanos el día que fue nombrado.
Buen finde