www.canariasdiario.com

Vamos mal

viernes 19 de marzo de 2021, 10:01h

Aunque muchos temíamos esta evolución, íntimamente guardábamos la esperanza de estar totalmente equivocados. Esta es una carrera contra el reloj y cualquier contratiempo era previsible que diera con nuestros sinceros anhelos en la lona, como parece inevitable que va a suceder.

Ayer mismo, en los escasos segundos que tuvimos para saludarnos al cruzarnos en un plató de televisión, el doctor Miquel Munar me lo decía bien claramente: Vamos mal. Si la sentencia hubiera partido de alguien interesado en que todo parezca catastrófico, como, por ejemplo, de cualquier político con intereses contrapuestos a los de los actuales gobernantes, le hubiera aplicado el filtro de veracidad correspondiente, pero la afirmación provenía de quien está embarcado en promover una cruzada social para que las cosas mejoren en todos los sentidos, con lo que me preocupó y provocó esta reflexión.

Vamos mal porque los dirigentes europeos, nacionales y regionales no han entendido todavía que solo deben centrarse en un único objetivo: el de vacunar masiva y velozmente a la población antes de la explosión de la cuarta ola que, por desgracia, parece comenzar a sacudir ya a algunos de nuestros vecinos comunitarios.

Mientras discutimos de rescates económicos -que ya veremos cuándo llegan- y de otras medidas asimismo importantes, seguramente vitales para salvar la economía de muchas familias, olvidamos que la efectividad de estas depende de una sola cosa: vacunar, vacunar y vacunar.

No salgo de mi asombro al constatar la enorme inoperancia del aparato europeo en esta crisis. La Unión se está comportando incluso como freno a algunas iniciativas nacionales en el buen sentido. Cuando quien coordina las medidas es una anquilosada estructura presa de los intereses de lobbies y poderosas compañías farmacéuticas, en la que reina la falta de talla y coraje propios del genuino liderazgo, mal vamos.

Sigo sin comprender cómo Europa no ha sido capaz de intervenir su gigantesca industria farmacéutica, expropiar las patentes -pagando, lógicamente, el precio a sus titulares- y poner a funcionar líneas de producción en la totalidad de países, algo que se habría ocurrido al más limitado de los estrategas logísticos. Las pérdidas en términos de vidas humanas y de micro y macroeconomía son gigantescas frente al coste que tendría dicha intervención.

¿Qué clase de psicópata ciego manda aquí?

Pero es que, aun en el caso de querer evitar la injerencia estatal o comunitaria en empresas privadas, todavía existía otra vía alternativa, la de evaluar, homologar y comprar vacunas a Rusia o a China. Resulta inexplicable el por qué la UE está tardando tanto tiempo en someter dichas vacunas a las pruebas para asegurar que cumplen los estándares exigibles en nuestro continente. La conclusión es que estamos ante una nueva guerra fría, que se libra entre modelos científicos para evitar una dependencia de potencias supuestamente antagonistas. Les compramos a los chinos absolutamente todo, desde chatarra de bazar hasta los ingenios tecnológicos más modernos, sin los cuales Europa no sobreviviría una semana, pasando por zapatos, juguetes sexuales y hasta la tela de la que se confeccionan nuestras banderas. En cambio ahora mostramos reticencias a administrar su vacuna, que China viene inoculando desde el pasado verano, para no depender del gigante asiático. ¿Seremos capaces alguna vez de comportarnos como miembros de una sola especie?

La anécdota a la que se culpará del futuro repunte será el parón de varios días experimentado en la administración del preparado de Astra-zeneca, pero nuestro problema no es ese, sino que el número de dosis que se siguen produciendo es insuficiente, y ni siquiera se quedan todas dentro de los márgenes comunitarios. Resulta intolerable que se siga permitiendo la exportación de vacunas mientras los índices de mortalidad y morbilidad de la Unión vuelven a crecer y una de las primeras economías del mundo pende de un hilo. La tímida y extemporánea advertencia de Ursula von der Leyen esta semana resulta altamente decepcionante. El coronavirus continúa produciendo víctimas a ritmo de conflicto bélico y la burocracia europea, mientras tanto, sigue atenta a no dañar las expectativas de negocio de las multinacionales farmacéuticas occidentales, sin que los gobiernos nacionales se atrevan a cuestionar esta demencial política.

Me considero un optimista patológico, y odio transmitir mensajes que parecen derrotistas, pero lo cierto es que, por desgracia, vamos mal, muy mal.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
0 comentarios