Mientras el líder supremo, dejando a la mente pensante confinada en Moncloa, se va con helicóptero a inaugurar un tren ― ¡manda narices ― ;mientras un llamado Plan de reconstrucción y resiliencia anda, cual fantasma, por los pasillos del Congreso; mientras aquella panacea llamada “ley de nueva normalidad” juega al escondite con el Plan; mientras las medidas para paliar el desastre económico de empresas medias y pequeñas ni están ni se las espera; mientras la ley del ingreso mínimo vital es un enigma; mientras las grandes superficies se defienden como gato panza arriba creando deuda; mientras el pequeño o familiar comercio, tienda, bar, cafetería, restaurante y similar va echando el cartel de “Se traspasa”, o “Remate total por cierre” o “Adiós”, mientras todo eso se vive en España, el gobierno reparte 50 millones a proyectos tan prometedores como fijar la semana laboral en cuatro días u otros 120 a las cadenas de televisión que le son afines o para que le sean afines. España se vende o se traspasa o se cierra o se va al paro o se muere ― hoy 724 muertos ―, y el gobierno ni se entera, dormido en su cinismo e hipocresía. Eso sí, la de la igualdad no sabe ni de gametos ni de óvulos, pero cobra.
Es decir, hay dinero para lo que conviene al gobierno social comunista y su fines. Y al ciudadano que le parta y rayo o que se ponga a una cola parroquial del hambre, que de Podemos o de CC.OO o de UGT, no hallará ni una. Y encima, hay que ser buenos chicos, puesto que, en caso contrario, viene el hombre alfa de Galapagar y nos expropia casa, farmacia o libertad. Que de eso se trata; ahogar al ciudadano, sea propietario, sea asalariado, sea profesional, sea emprendedor, sea contribuyente simple, hasta el punto de convertirlo en un siervo del Estado español, jamás España. Todo ello y más, rebozado de ecologismo, feminismo, anticapitalismo, anti-educación, anti-españolidad y anti-sapiencia. Cuanto más pobres, cuanto más analfabetos, muchísimo mejor ya que para ser ministro o ministra solamente se necesita saber “manejarse”.
Desde un escenario interno si echamos la vista al exterior el panorama no resulta más esperanzador. Ahí nos encontramos con que, por lo visto era cierto eso de que los extremos se tocan. En un Davos virtual, el chino Xi Jinping nos explica, sin problema alguno, que este mundo se acaba en 2030. Que no habrá necesidad de propiedad privada, que los valores occidentales están en precario, que los estándares democráticos serán puestos en cuarentena, que se podrá alquilar todo, que seremos o serán felices, que no se comerá tanta carne y sí más algas, que no habrá órganos vitales sino tridimensionales para trasplantes, que el ocio ocupará la mayor parte del tiempo en la vida del hombre, quizás por ello el hombre no poseerá nada, pero, ya queda dicho, será más feliz. Los aplausos con las orejas de Macron o de Merkel todavía viajan por el espacio, espacio que, dice el gran líder del país socialista moderno nos llevará Marte. Este es un extremo. Nos vamos al otro.
Ni Biden ni Harris han salido todavía de su casita blanca, ocupados en firmar “Órdenes ejecutivas” o sea decretos ley, destinados a tumbar todo el legado y recuerdo Trump. Desde otro foro, RTVE, Barack Obama animaba a que los Google, Facebook, Twitter y demás, censuren en Internet, aunque solamente a quienes no piensen ni hablen dentro del perímetro mental establecido por el Nuevo Orden Mundial. Se puede decir todo, pero siempre que coincida con lo que unos caciques han decidido que puede decirse. Y ahí está, en ese grupo supuestamente extremo, el multimillonario Gates y señora. Se dice que son 120.000 millones de dólares lo que acumula el señor inventor de Windows, pues bien, ahora resulta que el dueño de cinco grandes mansiones, junto con 108.000 hectáreas en diferentes Estados, jets privados, una isla en Belice, es decir, la cuarta mayor fortuna del mundo, va predicando lo mismo que el líder chino, sin diferencias detectables; negar la propiedad privada y la libertad e intimidad personal.
El Foro Económico Mundial (WEF) organizador de eventos como Davos, tiene como financiador a la Fundación Bill y Melinda Gates. Y en ese foro también se nos anuncia una sociedad en la cual la propiedad privada no existirá, donde las necesidades básicas el ciudadano las tendrá cubiertas, el trabajo no existirá, el tiempo de ocio se dedicará a pensar, a crear, a desarrollarse, el algoritmo lo hará todo, no habrá coches privados ya que la red pública será mejor que la TIB, no habrá secretos puesto que todo será controlado, actos, gestos, pensamientos. Conclusión, no se poseerá nada, ergo serán felices. Eso sí, no comerán carne, sino es la artificial. Para ello Gates financia desde hace años la investigación y producción de este tipo de carne a través de las empresas Beyond Meat e Impossible Foods.
La pregunta es inmediata; ¿dónde estará la libertad, la justicia, la equidad, la intimidad, el amor? La respuesta, en la red, manejada por algoritmos implantados por los dueños de esa red. Ese manejo incluye las leyes genéticas que avanzan en Francia, con maternidad subrogada, manipulación de embriones y demás conductas con aire terapéutico que no son sino intentos de implantación de una nueva naturaleza humana, dentro de esa nueva normalidad a instaurar por esa agenda 2030 que mangonea el ministro comunista inservible. Panorama desolador si no se cree en la trascendencia del ser humano.
Efectivamente, todos, Xi, Bill y Melinda, Obama, Soros, Macron, Rothschild. Iglesias, dejan de lado un hecho fundamental, el Creador no pierde batallas. Y su criatura ganará haciendo uso de la libertad que le adorna. El muro cayó, el del NOM y su Agenda marxista, como el de Trump, tampoco no se levantará.