Estamos estos días escuchando las opiniones de muchos expertos epidemiólogos, infectólogos y virólogos acerca de la necesidad de ser muy cautelosos en la actual desescalada de las medidas de confinamiento y, muy en especial, de alertar contra una relajación por las fiestas navideñas.
Algunos de modo muy radical y otros con un poco más de suavidad, todos se han manifestado en contra de rebajar las medidas de aislamiento para permitir mayor actividad comercial, facilitar la movilidad y las reuniones familiares. Desde los que opinan que no debería haber celebraciones en absoluto más allá de la estricta burbuja de convivientes, hasta los que consideran que no deberían consentirse reuniones de más de entre seis y diez personas y de un máximo de dos burbujas, todos coinciden en la necesidad de restringir, severa o completamente, la movilidad durante esas fechas señaladas.
Visto el comportamiento de muchas personas que no respetan las normas básicas de protección individual y colectiva, y sabiendo cómo nos relajamos cuando nos encontramos en compañía de personas queridas, en ambiente festivo, con un cierto exceso de consumo de alcohol y en la intimidad de un hogar, las advertencias parecen absolutamente sensatas, máxime cuando el clima invernal provoca que todo, o casi todo, se realice a puerta cerrada, en ambientes cargados y mal ventilados. Proximidad descuidada en interiores cerrados y mala renovación del aire son condiciones ideales para que el virus se disemine sin freno.
Sabemos que el dilema entre salud y economía es muy difícil, que muchos actores económicos, autónomos, pequeñas y medianas empresas, pequeños comercios, bares y restaurantes, gimnasios, cines, teatros, discotecas, bares musicales y salas de conciertos y tantos otros están en el límite de su capacidad de resistencia, cuando no ya lo han superado muchos de ellos, pero si abrimos la mano demasiado y se produce una tercera ola de la pandemia, que se producirá, tendremos que volver al confinamiento severo y la situación será aun más catastrófica de lo que ya es.
Conviene, por tanto, que no se relajen las medidas actuales y que todos nos mentalicemos y renunciemos a las reuniones familiares propias de la Navidad y nos limitemos a celebrarla en compañía de los miembros de nuestra burbuja de convivencia y, como máximo, de los de otra con garantías de comportamiento adecuado y no más de seis u ocho personas, incluyendo a los niños y debemos restringir severamente el contacto con nuestros mayores que tienen el máximo peligro de desarrollar un cuadro grave y acabar falleciendo si contraen la infección.
También estamos asistiendo estos días al inicio del bombardeo contra las vacunas de la covid 19 que están a punto de ser aprobadas, por parte de los colectivos antivacunas, un heteróclito conjunto de iluminados, ignorantes, memos, aprovechados, indocumentados, acientíficos, anticientíficos, fanáticos, conspiranoicos, milenaristas, neomedievales, pseudochamanes, nigromantes, sanadores, augures, lunáticos y perturbados, que vuelven a atacar con sus consabidos argumentos carentes de la más mínima credibilidad científica y sustentados en una palabrería verborreica sin ninguna base ni evidencia demostrable, pero que siembran la duda en muchas personas de buena fe que no tienen los conocimientos necesarios para detectar la futilidad, la vacuidad, la falsedad, la trivialidad y, en ocasiones, la perversión y la malevolencia que subyacen en las diatribas de estos aspirantes a llevarnos de nuevo a la ignorancia, la insalubridad y la oscuridad de la Edad Media.
Las autoridades reguladoras no aprobarán ninguna vacuna que no sea segura y que no tenga una evidencia suficiente de efectividad en los ensayos de clase 3 realizados, y la epidemia no se contendrá hasta que no se alcance la inmunidad de grupo que detenga la circulación del virus. Y eso se puede conseguir de dos maneras: con la vacunación masiva de la población, o dejando que la pandemia siga su curso y que llegue a infectar al suficiente porcentaje de población, solo que esta segunda alternativa tardaría años y costaría millones de muertos.