Después del agua el café es la bebida más consumida en el mundo. Su producción lleva algunos países sudamericanos al monocultivo y la dependencia económica. La fuerte demanda mundial hace que su precio varíe incluso durante el mismo día y que este se controle muy lejos de donde se produce. Las condiciones laborales de su recolecta son en algunos casos cuestionables y el virus ha llegado también a los cafetales pero nada de todo esto hará que usted y yo dejemos de tomar café, porque hay tantos tipos de café como maneras de pensar.
Hace tiempo que planea la teoría entre nuestra clase política que nos gobierna a los largo y ancho de la geografía española, además compuesta por una multitud de lo más variado en color e ideas, que si nos encierran en noviembre el virus se irá de vacaciones en Navidad y por tanto podremos salir nosotros. Semejante estupidez parece ser secundada por otros gobernantes europeos ya que en Alemania han impuesto las restricciones más duras desde hace semanas, hasta mediados de mes y prorrogable. El Reino Unido también se encuentra bajo arresto domiciliario en el que continuará hasta el día 2 de diciembre siempre y cuando las cifras de contagios y muertes mejoren. Todos con la intención de apostar por seguir creyendo que habita entre nosotros un virus selectivo, que no solo no sale de noche, ni contagia cuando hay más de seis personas en un mesa, y que tampoco celebra las fiestas.
Al ser preguntados, nuestros gobernantes hacen alusión a un “intento de salvar la campaña navideña”, entrando en contradicción con sus propias propuestas de ahorro en luces decorativas para invertirlo en no sabemos muy bien qué. Desconocemos si les preocupa la parte económica de dichas fechas o el hecho de que las familias se sientan un poco más unidas después del desapego generalizado vivido en los últimos ocho meses. Cabe recordarles quizás que cada familia es un mundo y cada mesa un festival de relaciones entre miembros de una misma unidad. Tantas maneras distintas de disfrutar las fiestas como tipos de café. Todo apunta que este final de año hará honor al tiempo ya consumido y se resumirá en unas reuniones familiares quizás más reducidas, no solo porque lo manda el gobierno de turno, sino porque hay familias que han perdido alguno de sus seres queridos, otras están separadas geográficamente y no se desplazarán atendiendo las restricciones y otras muchas por responsabilidad, precaución y amor hacia los suyos que quieren cuidar tampoco asistirán a las comilonas y es que en definitiva se vaya el virus de vacaciones o no, con o sin luces callejeras, estas fiestas serán como el café, descafeinadas!! Pero juzguen ustedes mismos porque tal vez yo no lo he entendido bien.