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Las consultas tributarias de Poca Esperanza

Por Jorge Sáinz de Baranda
domingo 23 de agosto de 2020, 05:00h

Una vuelta por las redes sociales me permitió ver la imagen que había “colgado” mi querido Carlos Roig esta semana. Se trata de una ilustración del dibujante Walter Molino que, realizada en el año 1962 y publicada entonces en la revista italiana “Domenica del Corriere”, nos muestra cómo se imaginó el artista que sería el mundo sesenta años después, en el 2022.

En la imagen se ve a personas circular por la calle en vehículos “monoplaza”, dentro de una cápsula y completamente aislados del resto que le rodea, lo que transmite una idea de distanciamiento y de aislamiento similar al que padecemos en esta Pan-demia nuestra de cada día; aunque si miran la imagen verán que se parece más a una versión de la película “Mars Attacks” con personajes vestidos de época que a lo que hoy se ve en nuestros pueblos y ciudades.

Y es que, la verdad, creo que éramos incapaces de imaginarnos una situación como la que estamos viviendo, y en la que todavía intentamos adaptarnos a los tiempos y a los virus que corren por ahí.

Aun así, en ese intento de adaptarse no estamos todos a la par, la insigne y habitual protagonista de estas páginas, nuestra querida Dirección General de Tributos, un ente al que estoy seguro que la mayoría de los que me leen ya le han cogido el normal cariño que deviene del roce, ya se ha adaptado rápidamente a la nueva situación.

Como saben, y si no ya se lo cuento yo, los obligados tributarios tenemos derecho a plantear por escrito cuantas dudas nos surjan en relación a la aplicación de los impuestos en nuestras vidas, y la Administración tiene la obligación de contestar a la mismas a través de las denominadas Consultas Tributarias Vinculantes, cuyo fin principal es resolver esas dudas fiscales y vincular con su opinión a Hacienda, de forma que una actuación posterior conforme a lo contestado debería impedir -y digo debería- cualquier interpretación contraria y, en menor medida, una sanción.

El problema es que esta Administración Tributaria, como si de una Sanitaria se tratase, se encuentra saturada y con una larga cola de espera -como ya decía Sabina “esta sala de espera sin esperanza”-, de forma que la respuesta a una Consulta formulada tarda bastante más de un año en obtenerse y, a veces, cuando se recibe, el contribuyente no ha tenido más remedio que actuar, y rezar para que su decisión haya coincidido con la respuesta ansiada.

Pero hete aquí que, a pesar de tener una larga cola de espera en las contestaciones, han pasado “por la derecha y sin intermitentes” varias consultas relacionadas con el Covid.

En concreto, hay tres que merece la pena comentar: la primera plantea si la cesión de un vehículo por parte de la empresa a un trabajador, durante el estado de alarma, computa o no como retribución en especie a pesar de que dicho vehículo estuvo inmovilizado durante ese tiempo; la segunda, si procede la imputación en el IRPF de rentas inmobiliarias por una segunda vivienda durante el estado de alarma; y la tercera, si el plazo de seis meses para reinvertir las ganancias por la venta de participaciones en una renta vitalicia, con el objetivo de que esté exenta, ha quedado suspendido en ese plazo.

Respecto de las mismas, la DGT ha señalado que, en el caso del vehículo, como el contribuyente tenía la facultad de disponer del mismo, aunque no lo haya utilizado, sí que tiene que tributar. Con relación a la imputación de rentas inmobiliarias, igualmente señala que ésta no tiene en cuenta la utilización efectiva de la segunda vivienda sino su simple disponibilidad, sin que la Ley atienda a circunstancias que puedan afectar a dicha utilización tales como la enfermedad u otras que determinen la no posibilidad de su utilización, de forma que también tributa. En la tercera, y cuando ya íbamos directos a un pleno, ahí sí que señala que el cómputo del plazo de los seis meses relativo a la exención por reinversión en rentas vitalicias queda suspendido durante el estado de alarma.

Como verán, las respuestas eran de esperar ya que la Banca siempre gana, y a los contribuyentes solo nos queda volver a los versos de Sabina en “La canción más hermosa del mundo”, cuando decía que “frente al Cabo de Poca Esperanza arrié mi bandera… si me pierdo de vista esperadme en la lista de espera”. Pues eso.

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