Desde que empezó la pandemia del COVID-19 han confluido en el ámbito sanitario, político y mediático dos tendencias, la optimista y la pesimista. Por desgracia, el tiempo ha dado y está dando la razón a las pesimistas. El SARS-CoV-2 ha causado estragos y la apertura controlada del confinamiento en verano si bien de momento no está saturando los hospitales, no está evitando preocupantes repuntes.
Todo eso que se ha escuchado -e intentado hacer valer el algunos casos- de inmunidad grupal o de bajada de la intensidad de contagio sólo han sido placebos. Así pues, la realidad nos obliga a no ilusionarnos demasiado en una rápida implantación de la tan deseada vacuna contra el coronavirus. Es verdad que en la actualidad varias vacunas ya han pasado exitosamente su primera fase de prueba -aunque los tests se han llevado bastantes vidas humanas por delante- sin embargo, como sabemos, aún tiene que pasar un tiempo hasta que hay seguridad de una implantación masiva segura. Salvador Illa auguró que la vacuna estará apunto durante el segundo trimestre de 2021, es decir, de abril a junio.
No obstante, las noticias de carácter político aparecidas últimamente generan formidable preocupación. Además de las informaciones aparecidas, por ejemplo en mallorcadiario.com, en referencia a un posible mercado negro de vacunas falsas, le tenemos que sumar la desazón de las prácticas inmorales que las potencias mundiales están llevando a cabo en el tema de la vacuna. Al espionaje de los laboratorios se le suma un posible bloqueo a la comercialización internacional de las vacunas, todo para hacer un acopio estatal.
Quien más quien menos tiene bastante asumido que ciertos grupos de poder nos utilizan y manejan en beneficio crematístico propio, pero que ahora además sea a costa de nuestra salud y de nuestra supervivencia económica es desesperante. Imagino que como siempre callaremos y aguantaremos.