Apenas dos semanas después del inicio de la 'nueva normalidad, en estos últimos días estamos asistiendo a la aparición dispersa de brotes de nuevos casos de covid-19, concentrados geográficamente, que están obligando a tomar medidas de control y confinamiento más o menos estrictas y que son un aviso de lo que se nos viene encima sin no actuamos con cordura y civismo y no respetamos las recomendaciones de usar mascarilla protectora, guardar la distancia de seguridad, practicar la higiene de manos frecuente y evitar aglomeraciones y conductas que nos ponen en riesgo a nosotros mismos y a los demás.
En Aragón, en la franja oriental catalanoparlante, han tenido que volver a la fase 2, y en Catalunya se ha confinado perimetralmente la comarca del Segrià en la provincia de Lleida, que incluye a la capital. En Galicia, han tenido que confinar por cinco días algunos pueblos de La Coruña, y en Guipúzcoa, en la localidad de Ordizia, se ha detectado un pequeño brote, por ahora.
Los casos de Aragón y Catalunya parecen estar relacionados con las actividades agrícolas propias de la recogida de la fruta, que genera movimientos y concentración de personas, venidas de fuera de la zona y muchas de ellas residentes sin papeles viviendo en condiciones insalubres y sin conseguir trabajar precisamente por la falta de documentación, lo que genera situaciones de hacinamiento, falta de higiene y constituye terreno abonado para la diseminación del virus.
Los casos de Galicia y Guipúzcoa parecen estar en relación con actividades de ocio, y la mayoría de casos parecen afectar a gente joven, que es también, al parecer, el origen de la mayoría de casos que se van detectando por todo el territorio: casos ligados al ocio y gente joven.
Tampoco es que sea de extrañar. Todos los que nos hemos movido un poco por las ciudades desde el fin del confinamiento hemos podido observar lo mismo: una mayoría de personas que cumplen con las indicaciones: mascarilla, distancia, higiene y evitar aglomeraciones, pero todo se va al garete en las zonas de compras y, sobre todo, en las de ocio, especialmente bares y playas y, sobre todo, por parte de la gente joven, que se comporta con especial falta de civismo.
Este comportamiento inadecuado y peligroso es, además, profundamente insolidario, sobre todo por parte de los jóvenes, ya que se convierte en un riesgo de contagio para todos, pero mientras que para ellos se trata con gran probabilidad de un proceso leve o incluso asintomático, para la gente mayor y aquellos con procesos de base debilitantes o inmunosupresores, supone una seria amenaza para su salud, que puede tener consecuencias fatales.
Si no se modifica esta conducta incívica, habrá rebrotes, cada vez más y más graves, y cuando llegue el otoño y se inicie la temporada de la gripe, la coincidencia en el tiempo de las dos epidemias puede llegar a ser letal para las aspiraciones de recuperación social y económica.