Cuando pensaba estos días en cómo enfocar mi anàlisis sobre el panorama educativo que nos rodea, me vino a la mente el titular de un artículo que escribí en el año 2012: “Réquiem por la sanidad”. Con lo que hoy he decidido repetir la idea y adaptarla a lo que nos compete, la educación.
En estos días de julio en los que todos los centros educativos están inmersos en la asignación de profesorado y planificación de horas de docencia y elaboración de los horarios, organización logística del próximo curso, redacción de planes de contingencia, etcétera, asistimos a otro episodio bochornoso protagonizado por la titular de la cartera de educación del gobierno de España.
Hace ocho años que sigo la trayectoria profesional de la Ministra Celaá y fue entonces cuando me dí cuenta de que la exconsejera de Educación del Gobierno del País Vasco era una persona radical, sin talante, y que su acción política únicamente se movía por ideales políticos sin tener en cuenta al alumno, epicentro del sistema educativo.
Y a esa conclusión llegué tras analizar su actitud, sus aportaciones y su forma de trabajar cuando ella participaba en las reuniones de la conferencia sectorial de educación con Wert como Ministro. Pero, además, en 2018 tampoco dudó en cuestionar el trabajo de los Directores de las Altas Inspecciones de Educación.
Ahora, las tornas se han girado y es ella la protagonista de los desmanes que está padeciendo el sistema educativo. Primero, diciendo que los padres no son dueños de sus hijos; y ahora, excluyendo a la concertada de las ayudas para hacer frente a la reorganización que tienen que realizar los centros por la pandemia.
Esto de la escuela pública y la escuela concertada es un lío monumental. ¿Apostamos por una, por otra, o por ambas? Pues el PSOE creo que no tiene muy claro su discurso. Por ello, es conveniente mirar un poco atrás y recordar que fue el PSOE quien concertó el Bachillerato para dar un balón de oxígeno a la escuela concertada. Es el PSOE quien está mejorando las condiciones laborales y económicas de la concertada. Entonces, ¿en qué quedamos?
Lo más importante es que se aclaren, pero que no utilicen este asunto de la concertada como cortina de humo para tapar otros desaguisados de la gestión ministerial frente a la pandemia. ¿Cuántos millones van a llegar a la comunidad autónoma? ¿Cuántos millones se van a destinar a aumentar profesorado? ¿Qué líneas de actuación van a poner en marcha para mejorar la competencia digital de los alumnos y de los centros?
La escuela de calidad tanto puede ser pública como concertada. Al fin y al cabo, una sale más económica que la otra; pero lo más importante es que ambas tienen el mismo fin. No hay que criminalizarlas.