Esta semana, el Gobierno ha informado de cómo se irá implementando el desconfinamiento y la activación de la, ya maltrecha, economía. Ayer anunció que la salida de la situación actual se hará en dos etapas y por sectores.
Primero se abrirán los sectores productivos, antes del verano. El turismo, el ocio y la cultura se dejan para final de año. El turismo, pieza clave y motor de la economía nacional, daría así por perdida la temporada con un importante efecto arrastre, (esta vez, efecto lastre), sobre el resto de sectores. Esta medida será muy perjudicial para el total de la economía.
Además, ha marcado las condiciones de apertura de los diferentes negocios. Bares y restaurantes deberán reducir su ocupación máxima permitida, como mínimo a la mitad. Los colegios y academias parece que también.
Una vez abierto el negocio en esas condiciones, habrá que preguntarse cuántos podrán soportar una ocupación del 50% a lo habitual, y así, ver reducidos sus ingresos a la mitad, si no más. Algunos de ellos tienen una estructura de costes variables que serán más adaptables a la bajada de ingresos y que, entre otros, pasará por ajustes en la plantilla. Otros negocios tendrán, por su naturaleza, unos costes fijos imposibles de reducir que harán deficitaria la actividad.
Pensemos, por ejemplo, en un colegio, una escuela infantil o una academia a la que le reduzcan a la mitad el número de alumnos por aula sin posibilidad de fusionar grupos por la diferencia de edad o madurez cognitiva. El coste hora de un profesor será el mismo, tenga 5 alumnos o 25. En el primer caso ese grupo será deficitario. Por tanto, como pretende el gobierno, desdoblando un grupo en dos para tener la mitad de ocupación, el centro tendrá que duplicar los costes del profesorado.
No ocurre así con un bar o restaurante que, con la mitad de comensales, hará falta la mitad de camareros. Este es un ejemplo claro de costes variables que, como su término indica, podrán ser ajustados. Sin embargo, el cocinero y, en su caso, el ayudante de cocina serán costes fijos, puesto que se necesitan, independientemente del número de clientes. Existen otros gastos y pagos fijos, independientes de los ingresos que deberán ser soportados por ambos tipos de negocio. Por ejemplo, el alquiler, el seguro, la devolución de los préstamos, la cuota fija de la luz y el agua o algunas tasas e impuestos.
Desde el punto de la supervivencia de las pymes y pequeños negocios, quisiera poner sobre la mesa otros criterios que se deberían tener en cuenta para llevar a cabo el desconfinamiento.
Están basados en cifras que conocemos sobre el número de contagiados por el virus. El objetivo de esta propuesta (solo es eso, una propuesta para ser estudiada) es suavizar el impacto económico puesto que, así como está planteado parece que será devastador, no solo por darse por perdida la temporada turística, sino también porque ¿cuántos negocios podrán soportar su estructura de costes tras ver reducidos sus ingresos al 50% o más? Pensemos, además de academias y escuelas, en gimnasios, aerolíneas, bares, restaurantes, hoteles, cines, teatros, etc. Mucho me temo que para ajustar la cuenta de resultados, antes de cerrar definitivamente, se verán obligados a subir precios haciendo más difícil la reactivación económica al estar tan tocados los bolsillos de los ciudadanos.
El confinamiento debería tener en cuenta otros criterios, además de los sectoriales. Por ejemplo, debería contemplar criterios geográficos y demográficos. Me explico. No en toda España se tiene un índice de prevalencia del virus similar y tampoco afecta a todas las edades.
Las Comunidades Autónomas con menor número de contagiados deberían tener un trato preferencial a la hora de anticipar el inicio de las actividades económicas. Además de las dos ciudades autónomas (Ceuta y Melilla), las Comunidades con menor número de contagiados son Murcia, Balears, Cantabria, Canarias, Asturias y Extremadura. Se da la circunstancia de que los dos archipiélagos se encuentran entre las zonas menos expuestas al virus, y son dos pilares importantes para la recuperación de nuestro motor económico, como es el turismo. Dentro de ellos, hay islas en los que el nivel de contagios es muy reducido. Pensemos en Menorca, Ibiza o Formentera.
Sería interesante que ambos archipiélagos no dieran por perdida la temporada turística y, teniendo todas las precauciones de control sanitario de las personas, pudieran recibir vuelos conectados con países con también baja exposición al virus, como podrían ser Suecia, Dinamarca, Suiza, Noruega, República Checa, Portugal, Países Bajos, el norte de África o Rusia. El aeropuerto de Son Sant Joan (Mallorca) es uno de los más grandes de España y su estructura de costes fijos es enorme. El gobierno pretende potenciar el turismo nacional. En este sentido, al depender de los vuelos, el riesgo del turismo de según qué zonas de España es, para los dos archipiélagos, incluso mayor que el de los países menos afectados.
Con esta medida, se paliarían los efectos negativos en todo el país, no solo en las compañías aéreas, sino también en los hoteles, coches de alquiler, restaurantes y comercios anexos a la actividad hotelera o viviendas vacacionales.
Otro criterio que debería servir como discriminatorio es el de la edad. Los niños hasta los 9 años tienen un 0% de tasa de mortalidad y los jóvenes hasta los 20 años es de, tan solo, el 0,2%. Casi inexistente. ¿Por qué, si los pequeños y jóvenes no se contagian, no se puede reactivar la economía que gira en torno a ellos? Me estoy refiriendo a escuelas infantiles, colegios, academias de idiomas, de baile, de repaso, de matemáticas, boleras, zapaterías y tiendas de ropa infantiles, chiquiparks, ludotecas, etc. Todo, repito, con los controles sanitarios preceptivos.
Una técnica económica es la discriminación de precios, en lugar de política de precios única para todos. Su objetivo es obtener la mayor rentabilidad del negocio aplicando política diferencial de precios dependiendo del segmento al que se venda. Un razonamiento similar es el que propongo para minimizar el impacto negativo tras la vuelta a la actividad económica: el de la discriminación de la medida del desconfinamiento. Porque no todos los segmentos reaccionan igual a las medidas.
Un exceso de celo sanitario nos puede salvar de la muerte por el virus pero nos puede matar por inanición, es decir, por la pérdida tan enorme de riqueza y empleo que está por venir.
Estas son algunas ideas con ánimo de ayudar. Si no se tuvieran en consideración, como mínimo, copiemos las mejores prácticas de países de nuestro entorno, más sensibles con la recuperación económica.