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El efecto mariposa

Por Miquel Pascual Aguiló
viernes 27 de marzo de 2020, 10:32h

Con la pretensión de ayudar a entender lo que ocurre a nuestro alrededor.

Edward Lorenz, padre de la Teoría del Caos y el Efecto Mariposa, fue un meteorólogo del MIT, que trató de explicar por qué es tan difícil obtener las previsiones meteorológicas, dando lugar a una revolución científica llamada teoría del caos, que junto con la teoría de la relatividad y la mecánica cuántica, en opinión de prestigiosos científicos, forman la triade de revoluciones científicas por el que será recordado el pasado siglo XX.

Hoy, la teoría del caos se aplica al estudio de un sinfín de los llamados modelos de dinámica no lineal, desde el desplazamiento del plancton marino hasta la lucha contra los vertidos de petróleo, desde la criptografía caótica hasta la movilidad urbana, el retraso de los aviones, la sincronización de las neuronas o el flamear de las banderas pasando por el tratamiento de enfermedades, el comercio justo o el devenir de la bolsa.

La teoría del caos destaca la importancia de las condiciones iniciales para resolver un problema, (número de camas, médicos, enfermeros, etc) que en cada lugar, en cada País son diferentes, aunque uno de los pilares básicos de la llamada teoría del caos es el llamado efecto mariposa que es una metáfora o analogía, propuesta también por Lorenz, (basada en el famoso dicho popular chino “el leve aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del planeta”) según la cual existen en el universo sistemas altamente sensibles a la presencia de variaciones,(cumplimiento del confinamiento casero) que pueden generar resultados muy diversos de manera caótica e imprevisible.

El modelo principal de la teoría del caos propone que ante dos situaciones idénticas en las que únicamente existe una variable, que puede parecer insignificante, que los diferencie entre sí, en el caso de una pandemia puede ser la media de edad de la población de un País, con el paso del tiempo esta diferencia puede provocar que ambas situaciones se diferencien cada vez más y más hasta resultar prácticamente imposible determinar que una vez fueron iguales.

Ahondando más en la explicación, lo que nos explica el efecto mariposa es que alteraciones aparentemente simples e inocuas de una variable o de una acción pueden llegar a generar efectos masivos, adquiriendo cada vez mayor fuerza, efecto que podemos aplicarlo también a la propagación de un virus. Es por ello que se dice, en una variación del dicho popular chino, que el aleteo de una mariposa en Hong Kong puede causar un huracán en Nueva York, o sea que la más mínima alteración en un mismo proceso puede dar lugar a resultados muy distintos e incluso totalmente inesperados. Globalización en grado sumo. Y ante lo que no hay defensa alguna.

Las características sociales y demográficas varían de un Estado a otro, de una población a otra y de un lugar y tiempo determinado a otro. La estructura de la población y sus características dependen de los factores de la dinámica demográfica compuesta por tres factores: mortalidad, fecundidad y migración, que como es comprensible, varían de un Estado a otro. La combinación en la tendencia e intensidad de estos tres factores, así como el tamaño de la población propiamente dicha, define sus características demográficas, lo que al fin de cuentas da resultados diferentes a decisiones iguales.

Por lo que, visto que ni las epidemias son un fenómeno nuevo, ni tampoco las técnicas de aislamiento de individuos o comunidades para frenar los contagios, una práctica que, aunque se ha ido sofisticando, tiene ya 3.000 años de antigüedad, lo más sensato en la presente situación es hacer caso al profesor en historia de la medicina Howard Markel que hace unos días en el New York Times sugería que: “Los ciudadanos mantengan la calma, que se queden en casa si están enfermos, que se laven bien las manos, que mantengan una buena higiene respiratoria y que eviten los lugares concurridos”, “También deberían incrementarse las medidas de servicios médicos para atender bien tanto a los enfermos como a los que crean estarlo”.

Sin olvidar que, en esta situación, la ley de Murphy que a grandes rasgos, se basa en el adagio siguiente: “Si algo malo puede pasar, pasará”, es absolutamente vigente.

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