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Sánchez, ambición y pragmatismo político

miércoles 08 de enero de 2020, 01:00h

Pedro Sánchez consiguió este martes lo que hasta ahora le había sido negado en dos ocasiones, tras las elecciones generales de 2016 y tras los pasados comicios del mes de abril. El líder socialista y presidente del Gobierno en funciones ha logrado ser investido por el Congreso de los Diputados con la mayoría suficiente que forman PSOE y Podemos, junto a una serie de partidos regionalistas y minoritarios, a la que se ha sumado la abstención de Bildu y Esquerra Republicana, imprescindibles en la designación del candidato socialista.

En las dos jornadas en las que se ha desarrollado la actual sesión de investidura, Sánchez se ha mostrado como un candidato eminentemente prágmático al que no se le puede negar la coherencia de unas acciones encaminadas a un único fin: lograr la investidura. Para ello, no ha dudado en variar los planteamientos realizados en campaña electoral, práctica que, por otra parte, tampoco es tan insólita en política. Sánchez no es el primer -ni será el último- político que cambia radicalmente de discurso con tal de alcanzar sus objetivos. Sólo los votantes, en futuras llamadas a las urnas, deberán interpretar si estas actitudes deben ser sometidas a castigo.

Mientras tanto, Sánchez ha tenido que gestionar las mayorías que ofrece un Congreso de los Diputados que es reflejo de una sociedad en la que hay derechas, izquierdas, populismos y también nacionalismos e independentistas; todos ellos amparados en la legalidad que emana de la Constitución. Con una Cámara tan fragmentada y polarizada, el pragmatismo y las prisas de Sánchez le han llevado a acelerar el diálogo y la negociación en el tema catalán -aunque en campaña hubiera expresado radicalmente lo contrario-, y aunque resta por ver en qué queda ese diálogo y si el mismo pragmatismo mostrado por Sánchez a la hora de encarar esta investidura le lleva a cambiar de juego en su negociación con Esquerra y desdecirse de lo afirmado estos días si con ello logra otros avances o frena otras crisis; al fin y al cabo, ya tiene satisfecha su ambición -legítima- de haber sido investido.

Una vez designado presidente, Sánchez empieza ahora una legislatura que no se presenta fácil, una legislatura en la que toda nueva norma -incluidos unos Presupuestos Generales que urgen- deberá ser sometida a una ardua negociación con los grupos parlamentarios, similar a lo vivido estos días pero con el añadido de que determinadas cuestiones que requieren amplias mayorías -renovación de instituciones, modificación de leyes fundamentales, reformas de calado...- requerirá cuando menos el apoyo del PP, segunda fuerza política en el Congreso que además tiene 97 senadores en la Cámara alta, donde el PSOE perdió en noviembre su mayoría absoluta. Nada se antoja fácil y será precisa una amplia labor de negociación y pacto que convendría aislar del estruendo presenciado estos días. Es necesario si lo que se pretende es que el desbloqueo político conduzca a una fase de desarrollo que permita afrontar los problemas reales y de gran trascendencia que afectan al país.

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