Aunque parezca todo lo contrario, no pasa nada si no ha comprado ni un sólo décimo de Navidad; si no ha llenado la casa de lucecitas de colores, belenes, reyes magos, papa noel o caganers; si todavía no ha comprado ese perfume que convertirá a su amada en la reina de la fiesta el día de fin de Año o a su amado en el más envidiado y deseado de los varones; no pasa absolutamente nada si no le han invitado todavía a ninguna comida o cena de Navidad de empresa ni tampoco si no le han entregado una hermosa cesta llena de caprichos navideños.
Es difícil lo se, no sucumbir al pánico. Abrimos nuestro ordenador y recibimos un mensaje tras otro diciéndonos: “todavía estás a tiempo” o lo que es peor, “El tiempo se acaba” y nos quedamos paralizados por unos segundos leyendo el resto del mensaje y analizando si realmente no estaremos malgastando nuestra vida porque no hemos comprado ningún viaje para fechas próximas, ni hemos sucumbido al morboso placer de comprar ropa, regalos o lo que sea, utilizando una página web. Ese mensaje subliminal a veces y muy directo otras llama nuestra atención y por arte de magia esa oferta concreta de servicios o productos que jamás tuvimos la intención de comprar y ni tan siquiera de prestarle atención, la acapara toda. Afortunadamente casi de inmediato nos centramos nuevamente en nuestros quehaceres y nos prometemos a nosotros mismos que no caeremos en tentaciones absolutamente prescindibles aunque sea Navidad y aunque el tiempo en nuestro reloj de arena se acabe.
Tampoco es necesario salir corriendo para comprar ropa interior de color rojo, para tener más suerte, o más dinero, o amor; ni colgar espantosos muñecos Papa Noel fugitivos en los balcones (la mayor y mejor publicidad subliminal de Coca Cola); y de forma especial (no quiero que suene a plegaria pero casi lo es) no es necesario tirar cohetes el día de nochevieja como si estuviéramos celebrando todos el día Nacional de China. Seamos congruentes, tampoco es necesario salir a la desesperada como si fuesen los últimos días de nuestra vida y no nos quedara más remedio que tomar esa última copa en el antro más abarrotado y caro de la oferta nocturna so pena de sumergirnos en la típica depresión navideña por no haber podido dar cumplimiento a todas las obligaciones exigidas para ser considerado un buen practicante del manoseado “carpe diem”.
Por si todo esto no fuera suficiente después esta el tema de las felicitaciones navideñas. No acabo de entender esa moda que consiste en felicitar la Navidad a mediados de diciembre, ni la que consiste en enviar felicitaciones en masa al mayor número de contactos de nuestra agenda. Echo de menos esas llamadas de cálidas voces conocidas perdiendo un minuto de su tiempo para desearme una Feliz Navidad o un Próspero Año Nuevo. Pero nos falta tiempo a todos porque tenemos que ir a comprar ese décimo de lotería, la ropa interior de encaje rojo, el perfume afrodisíaco o aquello que nos hará sentir que seguimos vivos como los demás porque todos muy en el fondo, siempre pensamos que los que nos rodean viven un “carpe diem” eterno. Nada más lejos de la realidad, por eso, que no cunda el pánico, sólo es Navidad.