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La educación abundante

viernes 15 de noviembre de 2019, 07:00h

Ayer tuve la oportunidad de escuchar a través de una red social una charla de Borja Vilaseca, un coach especializado en autoconocimiento y sentimiento. De una hora de conferencia, mi cerebro retiene algunos aspectos de los que hoy quiero lanzar esta reflexión.

En esta sociedad en la que vivimos lo que prima es la abundancia ya que es la propia sociedad la que nos está adoctrinando y educando en los valores del Sr.Ego. En principio, con este axioma poca gente puede estar en desacuerdo. Cuánto más tenemos, mejor somos. Si tenemos dos casas, mejor; si tenemos ordenador, portátil y tablet, dejamos de ser analfabetos tecnológicos; si tenemos dos carreras y un máster somos mejor vistos por la sociedad.

Este último ejemplo de pensamiento, sin embargo, puede que no esté en la mente de todos los que formamos el planeta tierra. El valor de la educación es algo que nos debemos plantear ya que no es igual para todos. Si socialmente estamos identificados con todo lo que rodea al Sr.Ego y nos perpetramos ahí, la abundancia hace que nos alejemos de la esencia, de lo verdaderamente importante que es el Ser. La consecuencia de ello es que centramos todas nuestras acciones de vida en una visión individualista en la que entran en escena la declinación átona de los pronombres personales: yo, mi, me, conmigo.

Y esto, queridos lectores es lo que pasa a diario en muchísimas aulas de nuestros centros educativos. Nuestros alumnos están perpetrados y anclados en esa nebulosa de la abundancia equivocada. No hallan en la educación nada de lo que esperan, desean y necesitan a corto plazo. Es por ello que los alumnos reaccionan con predisposición negativa a todo lo que huele a estudio, instituto, exámenes, sencillamente porque están desconectados. Y ese vacío se llena con motivación que los docentes tenemos que ser capaces de inyectarles.

Para el sistema educativo lo ideal sería que todos nuestros alumnos quisieran más de lo que saben. Si consiguiésemos esto, los valores positivos del Sr.Ego triunfarían en las aulas ya que habríamos logrado conseguir la abundancia educativa. Pero no sólo podemos buscar la abundancia educativa en lo cuantitativo: cuánto sé, cuántos sobresalientes he obtenido, cuántas veces me han sancionado y expulsado en el instituto.

Los que nos dedicamos a la docencia tenemos que ser capaces de abrir la compuerta de los corazones de nuestros alumnos. Tenemos que lograr el objetivo de acercar nuestros alumnos al Ser y alejarlos del Sr.Ego. Tenemos que ser capaces de convertir corazones de piedra en corazones de carne. Los que nos dedicamos a la docencia no sólo lo hacemos por vocación sino por actitud; actitud comprometida con la sociedad.
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