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Dios nos coja confesados

martes 05 de noviembre de 2019, 06:00h

Ante las elecciones del próximo domingo diez de noviembre, es llamativa la uniformidad del discurso por parte de los grandes partidos estatales, basado casi en exclusiva en el tema de Catalunya, con la sola excepción de Unidas Podemos, que es el único partido que trata de las cuestiones concretas que inciden en la vida de los ciudadanos, como salud, vivienda, trabajo, pensiones, dependencia, cambio climático, etc.

Los otros grandes partidos cultivan el monotema catalán, pero no con propuestas sensatas que busquen un intento de acercamiento a un diálogo constructivo con el soberanismo, sino con planteamientos a cual más extremista de seguir y profundizar en las políticas de represión policial y judicial, inhabilitación o encarcelamiento de los líderes catalanes, anulación de la autonomía catalana, vía artículo 155 u otros medios más sibilinos, posible ilegalización de los partidos independentistas, además de negar toda posibilidad de diálogo y dedicar a los soberanistas epítetos despreciativos e insultantes y advertencias y amenazas constantes.

Resulta curioso, y contradictorio, que de una parte se dediquen todas las energías al ataque al soberanismo, convirtiéndolo en la práctica en el único tema de la campaña electoral y, por otra parte, no se ofrezca ni una sola proposición constructiva tendente a, cuando menos, intentar rebajar la tensión como primer paso necesario para una futura solución, bien al contrario, se echa más leña al fuego y se destruyen todos los puentes que pudieran existir.

Además, es evidente que la dedicación obsesiva al problema catalán, permite a los líderes y partidos políticos españoles, pasar muy por encima y dedicando apenas unas cuantas frases genéricas a los problemas reales de España. Hay en el horizonte inmediato una reactivación de la crisis económica, que está larvada pero no solucionada, que puede estallar en pocos meses y que supondrá un mazazo, uno más, para los ciudadanos, en términos de servicios e infraestructuras. La UE ha advertido al gobierno español que no se cree la propuesta de presupuestos que ha presentado para el año que viene y le ha exigido que, si no puede justificar de un modo creíble un incremento sustancial de ingresos, debe realizar un recorte de seis mil millones de euros.

Todos sabemos que no va a haber ingresos extras, más bien al contrario, así que la perspectiva de los recortes parece inevitable. Y, sin embargo, en la campaña electoral no se dice ni una palabra. Es una irresponsabilidad de los líderes y partidos y un engaño en toda regla a los ciudadanos, envolverse en la bandera española y en el patrioterismo para ocultar esta situación dramática de la economía y las consecuencias que tendrá, en especial sobre los estratos más vulnerables de la sociedad.

Todo ello es reflejo de la profunda crisis en la que ha entrado el denominado régimen del 78, el régimen democrático parlamentario surgido de la transición y la constitución del 77, que no ha evolucionado bien con el tiempo, debido al pecado original de la transición, que no fue sino una gigantesca operación de lavado del franquismo y que dejó enquistado en la sociedad española un núcleo criptofascista, que ha ido socavando los pilares del sistema, especialmente desde los ámbitos judicial, policial y de la alta administración del estado.

Y a ello se ha añadido en el momento actual la espantosa mediocridad y la inanidad intelectual, y en ocasiones también moral, de casi todos los líderes y pseudolíderes políticos presentes, lo que ha tenido como consecuencia la irrupción en política del fascismo neofranquista, que siempre ha estado ahí, agazapado, pero que ahora, ante la falta de enjundia, y en muchos casos decencia, de los líderes actuales de los partidos supuestamente democráticos, y la senilidad de los líderes históricos, rendidos además en su práctica totalidad a los poderes económicos, ha decidido que ha llegado el momento de volver a la superficie a cara descubierta y sin complejos, favorecidos asimismo por el ascenso de partidos similares en casi todos los países europeos.

Ante este panorama, que cada cual vote en conciencia y que Dios nos coja confesados (incluso a los agnósticos).
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