Este concepto es relativamente nuevo y pocos conocen en qué consiste esto de la dirección pública profesional. Por separado, todos somos conocedores del significado de cada una de las palabras, pero unidas… ¿qué significa?.
La administración, independientemente de su localización, local, supramunicipal, autonómica o estatal está formada por funcionarios y políticos. Dentro del grupo de funcionarios, unos son ejecutores de las políticas que decide el partido que gobierna, y otros, son elegidos para dirigir a niveles inferiores de funcionarios.
Hasta este momento, los cargos políticos elegían indiscriminadamente a quién iba a gestionar el bien público sin tener en cuenta la capacidad, el mérito, las habilidades o destrezas que se deberían valorar para ocupar un determinado puesto. Desde hace relativamente poco tiempo, se está inculcando la necesidad imperiosa de cambiar la concepción cultural de la administración y adaptarla a los nuevos tiempos y a las nuevas dinámicas.
En España, actualmente, son pocos los puestos de la administración ocupados por directivos públicos profesionales. Y es que, también somos pocos los funcionarios que estamos certificados como Directivos públicos profesionales. Y, también, son pocas las administraciones que han apostado por ocupar plazas con este valor añadido.
¿Y en cualquier ámbito de la administración pública se podría implantar este nuevo concepto? Sí. El directivo público profesional es aquel funcionario que tiene demostradas unas competencias para ejercer un cargo de responsabilidad independientemente del sector al que se dedique: sanidad, justicia, educación…
Concretamente, en el ámbito educativo no estaría de más que las administraciones autonómicas hiciesen un replanteamiento de los cargos directivos. Me estoy refiriendo a los directores de colegio e institutos. No estaría de más, en la próxima reforma educativa que se quiere llevar a cabo, dar una vuelta de tuerca a este tema.
Muchos centros educativos están intoxicados con la gestión chapada a la antigua o también denominada gestión tradicional que aplican las directivas. Así pues nos evitaríamos sustos en la gestión de la cosa pública ya que la permanencia en el tiempo acaba por viciarse. Está claro que se necesita un cambio de modelo para ser más transparentes, más veraces, más eficientes, más eficaces y más prácticos.