El Tribunal Supremo se ha pronunciado por primera vez sobre las criptomonedas, una muestra de la presencia de este activo o dinero, según se vea, en nuestras vidas. También se demuestra que la regulación va por detrás de la realidad pero, a tenor de la sentencia del juez Llarena (conocido por la instrucción de la causa del “Procés”) lo que, sobre todo, llama la atención es la poca idea que se tiene de este tema.
La ejecución de la sentencia ha acabado convirtiendo el fraude en rentable.
Los hechos son los siguientes. Cinco estafados entregaron al estafador 35,25 bitcoins (BTC) con un valor, en el momento de la entrega, de 11.820,84 euros, lo que refleja un precio medio de 335,34 euros por bitcoin. A poca gente se le escapa que su valor está hoy mucho más alto.
Al estafador le permiten operar mediante operaciones de trading (compraventas continuadas en función de las oscilaciones del precio y en base a un algoritmo que el estafador había creado) durante un tiempo. Resulta que al llegar el vencimiento del periodo pactado, en lugar de devolver el valor final de las inversiones, el estafador se queda con el montante total. Los estafados lo reclaman y ahora el Tribunal Supremo, en casación, obliga al estafador a devolver el valor en euros a la fecha de vencimiento del contrato que firmaron.
Los estafados, sabedores de la diferencia del valor desde entonces, hoy reclaman bitcoins, no euros. El Tribunal Supremo, en una sentencia que demuestra su gran desconocimiento del mundo cripto, obliga a la devolución de euros en el momento del vencimiento del contrato (no mencionado) que, a buen seguro, por las fechas que se barajan, tendría un precio muy inferior a su valor actual.
Hay que recordar que las aportaciones se hicieron en 2014 y no fue hasta diciembre de 2017 cuando bitcoin (BTC) subió a los 20 mil dólares la unidad, alcanzando su máximo histórico.
Algo que ignora el Tribunal Supremo es que durante el camino y, hasta día de hoy, han tenido lugar dos bifurcaciones (hardforks) que hacen que los estafados tendrían hoy tres monedas y no una. Es decir, no solo dispondrían de 35,25 bitcoins (BTC) sino también el mismo número de bitcoin cash (BCH) e idéntica suma de bitcoin Satoshi Vision (BSV). El valor unitario hoy del primero es de 10.000 euros, el del segundo 359 euros y el del tercero 178 euros. En total, las tres monedas valdrían hoy 371.425 euros. Mucho más de lo que aportaron.
El Tribunal Supremo, máximo exponente en temas legales, ha mostrado encontrarse muy lejos de la realidad en temas de criptomonedas y, al ser una sentencia pionera, se lo podría haber trabajado un poco más.
La conclusión es que han conseguido que al estafador le haya salido muy rentable la comisión del delito porque, si suponemos que el valor al final del contrato más intereses de demora ha sido similar a la aportación inicial, la plusvalía obtenida ha sido de unos 350.000 euros. Al estafador la jugada le habrá salido redonda, con la connivencia o, mejor dicho, ignorancia del Tribunal Supremo. La jugada le ha proporcionado un 2.866% de rentabilidad, con un apalancamiento del 100% en un dinero que no era suyo.
Otras lindezas de la sentencia demuestran que el juez Llarena no se ha asesorado como debiera en este tema. Muestra ráfagas de información sobre bitcoin que parecen bajadas de Internet pero comete errores de bulto. Se echa de menos un mayor asesoramiento por parte de expertos, no ya solo por ser una sentencia pionera que marcará jurisprudencia para casos similares, sino porque estamos ante un tema con, cada vez, mayor presencia en nuestra sociedad.
En un alarde de mostrar el conocimiento de lo que es bitcoin, la sentencia argumenta que se han creado 21 millones de unidades. No es cierto. Ese es el máximo de unidades que existirán y se alcanzará en el año 2140. Hoy en día existen unos 17 millones de bitcoin, es decir, un 81%.
Lo más llamativo de la sentencia es que no considera dinero el bitcoin. Ni siquiera dinero electrónico que es como lo definió su creador Satoshi Nakamoto en el whitepaper titulado: Bitcoin, un sistema de dinero en efectivo usuario a usuario.
¿Es dinero o no es dinero el bitcoin? Hace diez años que bitcoin está entre nosotros y, si bien, necesita ser aceptado más ampliamente de lo que es, parece que su uso irá en aumento. Por lo demás, sí cumple con las características del dinero: Es un medio de cambio (cada vez se compran y se venden más bienes y servicios en bitcoins), sirve como unidad de cuenta (debe ser divisible sin perder el valor y debe ser fungible, es decir, una unidad debe ser equivalente a otra), es un depósito de valor (puede guardarse y recuperarse) y sirve como estándar de pago diferido (se acepta para saldar deudas).
Pero bitcoin no tiene un organismo central que lo haya creado o lo controle. Tras lo visto durante la crisis económica y tras los estímulos económicos para salvar el euro, iniciados con Draghi, que verán continuidad con Lagarde (que aumentan la deuda de los estados y no deja de ser una creación continuada de dinero de la nada), esa es la grandeza de esta moneda.
Para el juez Llarena, bitcoin es un activo inmaterial y, en modo alguno es dinero. Pero para su creador y para gran parte de los seguidores del criptomundo, bitcoin será el dinero del futuro.
Para quien les escribe, bitcoin en su versión original (recogida en BSV) con gran tamaño de los bloques y gran velocidad en sus transacciones, está continuamente sumando adeptos y está creando un ecosistema de interesantes aplicaciones que puede llevarle a ser la futura moneda universal.