"... aunque sea en virtud"
domingo 07 de julio de 2019, 04:00h
“Los condujeron a un galpón, la bodega de un molino de granos habilitado para albergar a los refugiados que iban llegando por centenares. Estaba abarrotado de gente, hombres, mujeres y niños, apretujados , aterrados, hambrientos, sofocado por la falta de ventilación y el polvillo de grano que flotaba en el ambiente. Para apagar la sed contaban con bidones de agua de dudosa limpieza. En lugar de letrinas había solo uno hoyos fuera del galpón, donde debían acuclillarse, vigilados. Las mujeres lloraban de humillación mientras los guardas se burlaban”.
Así describe Isabel Allende en su último libro “Largo pétalo de mar” la huida de los combatientes republicanos españoles hacía Francia el año 1.939, derrotados y en retirada dirigiéndose cientos de miles de personas hacia la frontera de un país que no les estaba esperando con los brazos abiertos. De hecho, la primera reacción de Francia fue cerrar sus pasos fronterizos “mientras se ponían de acuerdo sobre la forma de afrontar el problema”.
“La salida de Barcelona presentaba un espectáculo dantesco de miles de seres tiritando de frío en una estampida que poco a poco se convirtió en una lenta procesión avanzando a paso de los amputados, los heridos, los viejos y los niños…” Así describe Allende un éxodo humano que, si no fuera por la palabra “Barcelona” podría describir a la perfección la avalancha humana que invade las fronteras de Europa de sur a norte y de este a oeste.
Pocos años antes quienes habían tenido que buscar refugio en Francia habían sido los de derechas, sobretodo sacerdotes y monjas que de esta forma intentaron escapar de los miles de asesinatos cometidos por las "hordas rojas” como los llamaba la prensa en aquel entonces.
La historia es cíclica y nos recuerda una y otra vez que los extremos no son buenos. Como decía Santa Teresa “No son buenos los extremos, aunque sea en virtud”. Afortunadamente, los extremos en nuestro País y en este momento de la historia, nos han situado justo en el centro de la mediocridad más absoluta, pero mediocridad pacífica al fin y al cabo que es lo que verdaderamente importa.
Quienes legitiman con pactos de gobierno post electorales, a los extremistas altaneros y peligrosos dándoles voz y cargos públicos, serán responsables de lo que estos hagan, de lo que digan o e incluso de lo que dejen de hacer. Por nuestra parte, los votantes, tendremos la obligación de hacer pactos pre-electorales con nosotros mismos, antes de depositar nuestro voto en las urnas, para evitar volver a ser algún día quienes nos amontonemos en la frontera de un País cualquiera pidiendo asilo.
“El País estaba desbordado por ese éxodo masivo de indeseables, como fueron calificados oficialmente. Al tercer día, ante el clamor internacional, el gobierno dejó ;pasar a las mujeres, los niños y los ancianos. Después fueron entrando el resto de civiles y al final los combatientes…”