España es el país de los pícaros, o al menos eso dice la leyenda. Y en los actuales tiempos, repletos de política y de políticos, de discursos y de promesas, de huidas y de escapadas, abrir los ojos, con cierta sensibilidad, da como resultado el descubrimiento de unas paradojas que jalonan los medios de comunicación y las redes sociales. Y muy posiblemente sea en estas últimas en donde pueda hallarse sino la verdad, sino una parte sustancial de la realidad en la cual vive la ciudadanía.
Y esa ciudadanía clama al cielo cuando, repetidamente, se informa de que una supuesta organización no gubernamental, se ha apropiado de más de dos millones de euros, con la triquiñuela de llamar al corazón, a la sensibilidad de miles de conciudadanos solicitando ayuda, colaboración económica para luchar contra el cáncer y ayudar a superarlo a niños. Así de simple, una llamada a la solidaridad, un número de cuenta corriente, y… «ayudita, por favor», y miles de incautos, generosos y desprendidos, aportan con el sentimiento de ayudar. Y resulta que no hay ni niños, ni cáncer, ni atención oncológica, sino hoteles de cinco estrellas, restaurantes con estrellas Michelin, y viajes a en first class. La historia se repite, ahora son niños enfermos de cáncer, hace años eran niños con enfermedades raras. Y, a partir de ahí, pagan justos por pecadores.
El descontrol que arranca del donante hacia un destinatario anónimo, por lo visto, también se da en la administración que soportamos. Parece ser que 14.000 millones de euros se reparten por los gobiernos, sean del color y ámbito que sean, sin control alguno. Son prebendas dispersas hacia familiares, conocidos, amigos, futuros empleadores, etc. Y, la noticia aparece, sin resonancia judicial alguna. Los chiringuitos del feminismo, de los animalistas, de los lobistas de género, del historicismo sectario, no se recatan en modo alguno de exigir el debido sustento para continuar con su labor de adoctrinamiento de la sociedad. Ellos no comulgan con aquella famosa perla de la ministra Calvo en cuanto a que el dinero público no es de nadie. Al contrario, para ellos ese dinero está exclusivamente destinado a sus menesteres, sean los que sean. Y quién no esté de acuerdo con ello, incluido el descontrol, está tocado por el san benito de fascista, facha y franquista. Y si tiene suerte, no le cae el de xenófobo causante de todos los males de la sociedad.
Puesto que hay quienes caen en la desgracia sin remedio alguno, otros salen incólumes de sus andanzas. Son los típicos seres que, sin haber dado un palo al agua en su vida, tienen la suerte de estar en el sitio justo, en el momento justo y en las circunstancias justas. En España el paradigma se llama Zapatero. Se supone que harto de contabilizar nubes, decidió pasearse por ellas camino del territorio del hambre, conocido como Venezuela. Su intención, mediar entre el gobierno de un dictador, Maduro, y un grupo de demócratas, en un mundo donde el hambre impera, al más puro estilo estalinista. Sin embargo, ello es una nimiedad comparada con el descubrimiento que se ha producido al levantarse la confidencialidad de los contactos con el ya condenado Josu Ternera. Unas actas que escondían la entrega de Euskalerria a los etarras, sin recato alguno. Ya no se trataba de acercar presos al País Vasco sino de liberarlos al socaire de la no aplicación de ley. El que se demoliese la T4, con dos asesinatos, a los pocos días de decir que ETA estaba acabada, no parece ser le amilanase demasiado. Él siguió dando órdenes e instrucciones a otro socialista capaz, como él, de entregar España. El entreguismo de este hombre merece de algo más que un titular, y, cabe la esperanza de que alguien emprenda la tarea de colocar en el lugar histórico que le corresponde a un vendedor de España. Pasar a la historia por haber cedido la dignidad y justicia de centenares de asesinatos por ETA para lograr una tregua permanente, no parece que sea muy encomiable.
Y una última paradoja ha surgido del fallecimiento, por accidente, de un exfutbolista, de repente aupado al nivel de héroe, no se sabe muy bien por qué causa. Un minuto de silencio en la final de la Champions, minutos y más minutos de televisión, ríos de tinta de ensalzamiento y decenas de frases de lamento, con las portadas de periódicos deportivos a toda plana, refiriendo el accidente sufrido por el coche Mercedes Brabus S550, capaz de alcanzar 250 kms. por hora. Las consecuencias, muerte del exfutbolista y de un familiar, con un herido con un 65 % de su cuerpo quemado. A partir de tan doloroso y lamentable accidente, pasar a leer los comentarios es toparse con que, el héroe deja de serlo, para recibir distintos calificativos dadas las circunstancias que se anuncian rodearon y causaron su muerte, la de su familiar y las heridas al tercer ocupante. O sea, otra paradoja de la vida; mientras la verdad informativa es una, la verdad informada es otra.