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Egocentrismo en estado puro

Por Miquel Pascual Aguiló
lunes 03 de junio de 2019, 03:00h

Desde la aparición en el año 2014 de Podemos, Pablo Iglesias, el autodenominado macho alfa (cuando no es más que un Simba que intenta rugir y apenas maúlla), ha querido ser el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro de todos los avatares políticos acaecidos en España, y ahora, además, acompañado de su actual e inseparable pareja al estilo del dictador Nicolae Ceaușescu, Irene Montero.

Ha querido ser el perejil de todas las salsas, acordémonos de la metedura de pata del mes de enero del año 2016 cuando, producto de su engreimiento, le comunicó al rey Felipe VI (aún antes de que lo supieran ni el PSOE ni IU) el pacto que ofrecía Podemos al PSOE con un reparto de carteras en el gobierno, proporcional al resultado en las urnas, en el que, el propio Pablo Iglesias consideraba tan razonable que Sánchez fuera presidente como que él mismo asumiera la vicepresidencia de ese gobierno por el cambio.

Fue más pesado que una vaca en brazos con este tema, hasta que en el Congreso de los Diputados perdió los papeles y votando Podemos y PP juntos, tumbaron la investidura de Pedro Sánchez, que solo recibió el apoyo de PSOE y Ciudadanos. Su soberbia en este caso le jugó una mala pasada.

El continuo debate sobre posibles alianzas electorales de Podemos ha hecho que aflorara la concepción oportunista de la política que tiene Pablo Iglesias, hoy con los nacionalistas, con la bandera del independentismo canario de tan cruel recuerdo, mañana defendiendo la Constitución, ayer con IU ni hablar, hoy con IU, con el PSOE puede que sí, puede que no, la cuestión ha sido salir hasta en la sopa, aunque sea con un apoyo acérrimo de Iglesias a los presos golpistas y al referéndum de autodeterminación de los separatistas catalanes

Iglesias es un claro ejemplo de un progresivo alejamiento de la realidad y de los excesos soberbios del culto a la personalidad que tienen algunos políticos. Albert Einstein: “Todo lo que de cualquier modo se refiera al culto personal siempre me ha resultado desagradable.”

El hiperliderazgo de Iglesias ha ido minando lentamente las relaciones personales y políticas, al principio férreas, del grupo fundacional de Podemos. Ahora vive en un chalet aislado de 660.000 euros con una parcela 2.300 m2 de terreno en la sierra más cara de Madrid, es padre de dos niños de los que habla todo el día, su pareja en la vida es también su lugarteniente en la política, implora al presidente en funciones del Gobierno y líder del PSOE, (el mismo al que tumbó en su día frente a Mariano Rajoy), pisar la moqueta de un despacho gubernamental como ministro para terminar de convertirse en la castuza/gentuza que tanto repudiaba antes, y enarbola, como he dicho, un confuso e inextricable discurso en relación con el desafío catalán, la unidad del Estado y el valor de la Constitución.

Después de este segundo descalabro electoral, Iglesias convocó a la prensa para decir exactamente lo mismo que dijo tras las generales: la simpleza de que no está contento, la estupidez de que hay que hacer autocrítica y, lo más obsceno, lo más torpe de todo, es que quiere gobernar. O sea que pretende tocar poder institucional cuando más votos ha perdido desde que anda metido en esto de la política que, recordemos, ha perdido casi la mitad de los votos pero pretende que todo va a seguir igual.

Si Podemos no tuvo ministerios con 71 escaños en la pasada legislatura, de recibirlos ahora con 42, tras el baño de realismo en las pasadas elecciones generales, autonómicas, municipales y europeas, sería toda una excentricidad, toda una imbecilidad.

Su egocentrismo no le deja ver que con respecto a las elecciones de 2016 se ha dejado en las urnas del 28 de abril más de un millón y medio de votos, 29 diputados y la posición de tercera fuerza siendo superado por Ciudadanos y que con respecto a las elecciones de 2015, el descalabro es todavía mayor: dos millones y medio de votos y un 40% de diputados.

Como dice el escritor mexicano José Luis García Barcala, conocido profesionalmente como Joe Barcala: “Ver al mundo desde una perspectiva egoísta, narcisista, chovinista, provoca el desperdicio de las generaciones.”
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