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Atasco en el Everest

Por Joana Maria Borrás
domingo 26 de mayo de 2019, 05:00h

Nunca es fácil renunciar a lo que nos gusta, por eso normalmente, nunca nos planteamos hacerlo hasta que por un motivo u otro, nos vemos obligados. ¿Para que vamos a renunciar a disfrutar de los lugares más hermosos del planeta si están a nuestro alcance?. ¿Por que motivo deberíamos renunciar durante nuestras vacaciones o cualquier día laboral o festivo, a visitar esos parajes que nos dejan boquiabiertos y que consiguen desconectarnos de lo cotidiano?. ¿Quien determina quien tiene más derecho que otro a estar o dejar de estar, en determinado lugar propiedad de todos?

Llevo adosada, en mi perfil de Whatssap, una frase que de vez en cuando utilizo para explicar la necesidad de cierto tipo de renuncias: “A desprenderte tienes que aprender de lo que perder miedo te da”. La autoría de la misma queda lejos de la obra de cualquier gran escritor, pensador, científico o premio Nobel, porque la dice el maestro Yoda en la película “La Guerra de las Galaxias”, cuando el bueno esta a punto de convertirse en malo. Con total seguridad la frase nunca fue concebida para la finalidad con que la vengo utilizando pero, a pesar de ello, me sigue siendo útil de vez en cuando.

Hace casi 25 años que deje de ir a ciertos lugares de la Isla de Mallorca porque era tanta la impotencia de ver la forma en la que habían cambiado que la mejor opción, muy a mi pesar, fue la renuncia. Debo reconocer que tengo cierta ventaja a la hora de renunciar a ciertas cosas, porque no soy gregaria y tampoco soy compatible con las aglomeraciones improvisadas. Ahora sé que esas playas de arena blanca que me gustaban siguen allí pero no se ve la arena porque está llena de toallas, cubos, palas, colchonetas, hamacas, protectores solares y algunos vasos de plásticos abandonados a su suerte.

Imagino que si me gustara la nieve y la montaña me pasaría exactamente lo mismo. No he estado nunca allí, en la cumbre del Everest, rozando el cielo desde el punto más elevado del planeta, pero imagino que si fuera capaz de hacerlo me entrarían las mismas ganas de renunciar, después de permanecer varias horas en el atasco de un sendero a más de 8.000 metros de altura.

En dos días (miércoles y jueves pasado), más de 500 personas han coronado la cima del Everest. La foto realizada por la expedición de Normal Purja en la que se puede ver la larguísima cola de alpinistas que ha dificultado tanto la llegada a la cima como el descenso, se ha hecho viral. Estoy convencida de que las cinco personas que han perdido la vida de haber podido elegir, hubieran preferido morir coronando la cima sin tener que hacer cola y no en pleno atasco de temporada alta.

Por eso, aunque parezca un contrasentido, a las buenas o a las malas tendremos que renunciar, tarde o temprano, a ciertas cosas que nos gustan para no perderlas.

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