No conozco Mauthausen pero hace unos meses tuve la oportunidad de visitar Auschwitz-Bierkenau; dos factorías para torturar y matar a inocentes. La visita fue realmente ilustrativa e interesante y, de alguna manera, uno consigue hacerse a la idea de lo que supuso el holocausto o la solución final ordenada por Hitler.
Mauthausen fue liberado en mayo de 1945 por las tropas norteamericanas y desde 1940 albergaban ciudadanos españoles huidos a Francia de la Guerra Civil y posterior represión y que fueron deportados a dicho campo austríaco. Dentro de las diferentes categorías de los campos de exterminio que usaban los nazis Mauthausen estaba considerado entre los más duros.
En los campos de concentración los internos morían de frío, de hambre, en una cámara de gas o simplemente de un tiro en la cabeza a escaso medio metro por capricho del oficial de la SS o SA de turno.
Lo que ocurrió en los campos de exterminio antes y durante la segunda guerra mundial fue algo muy serio y macabro sólo comparable a los gulags de Stalin (probablemente el mayor criminal de la historia), los crímenes de Pol Pot y los jemeres rojos y los campos japoneses. Se debe ser extremadamente respetuoso con los asesinados ahí y con sus familias, de la misma manera que lo exigimos con los muertos en la Guerra Civil.
En pleno proceso de recuperación de la memoria histórica me parece cuando menos una frivolidad que la miserable señora Domenech usase los campos para sus reivindicaciones políticas. Fue un acto de indecencia moral en el lugar de la misma infamia. Si hubiese proyectado un lugar más inoportuno no lo hubiera encontrado.
Recordar a los que ella llama “presos políticos” en un campo de concentración es un acto de pornografía política indecente; los nueve políticos catalanes no están en prisión preventiva por su ideología si por los hechos de los que se les está juzgado. Tiene derecho a un juicio justo, con luz y taquígrafos, en el que no se pone en cuestión su muerte como a esos miles de desdichados que, ya no por política, sino por pura sin razón y alejados de cualquier derecho humano encontraron la muerte por cualquier motivo, por ser judío, gitano, español, hombre, mujer, niño o niña, en cualquier caso hijo de algún Dios.
Señora Gemma Domenech, no es digna de representar a los catalanes. Dimita y discúlpese, no con nosotros, sino con los descendientes de los asesinados que sólo aspiraban a ser libres y un tirano ordenó su muerte. Márchese y valore si se ha ganado con esa intervención su salario público.
En política no puede valer todo. Necesitamos como país un rearme moral para evitar que personas como la citada Sra. Domenech al socaire de una mal entendida libertad de expresión pueda agredir a tanta gente y se quede en un simple escándalo. No todo vale. Que pasen un buen día.