Los robots cuando se equivocan hasta resultan graciosos. Hace varios días saliendo de un parking, pase el correspondiente ticket por el escaner y al levantarse la barrera el robot de turno me soltó: “por favor, que tenga un buen viaje”. Me lo pidio por favor o sea que no tuve mas remedio que sonreír para mis adentros y pensar que más me convenía que así fuera, fuese cual fuese el destino e incluso, aunque el destino más inmediato después de salir del citado parking fuese llegar hasta mi despacho.
Imagino que el programadoR era novato y no había aprendido todavía eso de que a la entrada de los vehículos tiene que decir: “por favor recoja el ticket” y a la salida un escueto y educado “ que tenga buen viaje”. No podemos reprochárselo, ellos llevan poco tiempo con nosotros y se están adaptando y seguramente lo conseguiran mucho antes de que nosotros nos adaptemos a ellos.
Otro ejemplo de la implacable simbiosis entre humano y máquina lo he experimentado en una de mis últimas reclamaciones a esos “gigantes” de la industria de los que dependemos sin posibilidad de escapatoria, salvo que decidamos vivir en una isla desierta sin contacto ni comunicación con otros seres humanos (telefonía, electricidad, internet, gas). La reclamación en cuestión la tramite a través de la página web del mostruo, lo hice con esa poca convicción que tenemos los que ya hemos tramitado algunas reclamaciones de este tipo, pensando que ese sería el inicio de una cruzada infructuosa e inútil que iba a durar meses y cuyo resultado no iba a ser otro que el de conseguir descargar mi rabia e impotencia hasta que llegara a hacerse liquida y desaparecer por el desagüe.
Cuál no sería mi sorpresa cuando menos de 24 horas después de haber presentado la reclamación, Recibí un mensaje redactado de forma exquisita y sobretodo empatica, en el que alguien me aseguraba que estudiarian el problema.
La sorpresa fue mayor cuando al día siguiente me enviaron otro mensaje diciéndome que el problema estaba solucionado y que me habian reembolsado ya las cantidades indebidamente cargadas, en mi cuenta bancaria. Fue tal mi alegría que no pude menos que contestar el mensaje dandole la enhorabuema a mi interlocutor por la celeridad y excelente calidad del trabajo realizado llegando incluso a afirmar en mi discurso emocionado, que ojalá todas las empresas resolvieran los problemas de sus clientes con tanta profesionalidad y eficacia.
Cuando al llegar a casa mi hija (profesional en la digitalización de empresas) me aseguro que le acababa de dar las gracias y la enhorabuena a un robot no me lo podía creer. Tuve que obligarme a releer todos los mensajes para convencerme de ello y llegar a la conclusión que ya sabía : tendremos que espabilar mucho, muchísimo, si queremos mantener puestos de trabajo que ya están en peligro.