El Twitter se ha convertido en un instrumento tan curioso que, hasta el presidente estadounidense, después de lamentarse por la desgracia de Notre Dame, osa dar consejos a los bomberos parisinos acerca de cómo luchar contra el fuego que consumía la emblemática catedral. Y como el dicho presidente, múltiples gobernantes han hecho uso de ese medio para, también, lamentar el desgraciado acontecimiento que se estaba produciendo. Y no deja de ser curioso que, mientras algunos utilizaban ese medio para proclamar su pesar por el hecho, otros también lo usaban para mofarse y lamentar que el objeto incendiado fuese Notre Dame y no otro. Es el recuerdo de siempre; la iglesia que ilumina es la que arde. Y seguimos exactamente igual, sea el 15 de abril, sea el 1 de abril. Este pueblo, o una parte de él, no entiende que superar el pasado es un acto que se debe a la historia presente. Y como siguen anclados en un instante de odio, lo reflejan en sus actos, sean lamentándose de que no arda la Almudena o de que la imagen de la aguja derrumbándose en llamas era un recuerdo de las fallas. Notre Dame para esos personajillos no es una catedral gótica de casi nueve siglos de existencia, ni un símbolo de la Europa de la cual traemos causa, ni un santuario de cultura, sino, pura y simplemente, un cúmulo de piedras que, sorprendentemente, visitan más de trece millones de personas cada año. Más que el Louvre o que la torre Eiffel. Es una cuestión de sensibilidad, de conciencia cívica y de respeto a la historia y a la cultura de Europa. Unas reflexiones que, ahora, la hipocresía saca a la luz con una intencionalidad puramente política. A los socialistas, a los comunistas, a los populistas, les importa un comino que arda Notre Dame.
Con toda seguridad están más por la labor de quemar a “Caperucita Roja”, a “La bella durmiente” o a “La bella y la bestia”. En todas ellas, de pronto, ha surgido un machismo atroz, un acoso impresentable y un patriarcado inaceptable. Por tan trascendentales motivos, un colegio de Cataluña, por su comisión de género, ha eliminado de su biblioteca más de doscientos cuentos impregnados, según dicen, de elementos "tóxicos y sexistas". Al fin y a la postre, en todas ellas, hay una chica, un cazador y un príncipe. Demasiado para no herir la sensibilidad del feminismo, atento siempre a defender a la mujer frente al acoso de un maldito príncipe que se atreve a besar a la heroína para despertarla. ¡Va de retro si esto no es acoso! No se trata más que seguir el consejo de algunas pintadas en paredes de colegios: “Querida niña: entre tus mejores amigas, encontrarás tus mejores amantes”. En dicha línea, sant Jordi, ha desaparecido, y su leyenda ha sido ocupada por santa Jordina, protagonista fémina de la leyenda con, según parece, un final feliz para el dragón, de lo contrario se atentaría contra la sensibilidad de los animalistas.
Y así, sucesivamente, hasta llegar al absurdo de una más que absurda Ley de Violencia de Género, inventada por la expresidenta Cifuentes. Su aplicación está conduciendo a una situación que recuerda la famosa frase de “hecha la ley, hecha la trampa”. Y es que el auto percibirse mujer, es un magnifico medio para burlar, legalmente, esa presunción de culpabilidad para el hombre, impresa en dicha ley y en las similares, en supuesta defensa frente al machismo. Esa percepción, quebradero de cabeza para jueces, no puede ser ni investigada, ni desvirtuada por prohibición expresa de dicha absurda ley. Por lo tanto, con ello, se encuentran los jueces con dos mujeres que gozan de la presunción de inocencia, en contra de la presunción de culpabilidad del hombre, del marido, que, de repente, ha desaparecido. Se trata, simplemente de acogerse “a no ser discriminada por su identidad o expresión de género, reales o percibidas", según cita el artículo 1. El apuro judicial debe ser llamativo, puesto que, el juez se halla ante una triquiñuela utilizada al amparo de la ley. Obviamente ello levantará exclamaciones de reprobación por parte del feminismo radical, dejando de lado que es producto de una legislación que, pretendiendo defender a la mujer, lo que hace es degradar al hombre, por serlo, y al hetero, por no ser homo. Pero, así lo han querido nuestros excelsos políticos de estos últimos años.
Seguramente tal referencia no es sino la punta de un iceberg que ya se adivina en Gran Bretaña. La BBC británica se atrevió a efectuar una investigación acerca de 125 declarados transgéneros, internos en prisiones inglesas, y resultó que sesenta de ellos eran criminales sexuales y todos ellos se habían percibido mujeres y, por lo tanto, ingresados en cárceles de mujeres. El camino parece que estará muy concurrido, dadas las circunstancias legales promulgadas a impulsos de unos colectivos que han sido capaces de hacer valer su opinión, por encima del sentido común jurídico. Lo dicho, hecha la ley, hecha la trampa.
Francisco Gilet.