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Ayudar a vivir la muerte con dignidad

Por Agustín Buades
domingo 07 de abril de 2019, 06:00h
A raíz del fallecimiento de María José, fue detenido su marido por practicar la eutanasia. Hecho que se ha aprovechado mediaticamente y políticamente para sacar de nuevo el debate sobre una ley de eutanasia. El peor escenario para este debate es el hacerlo desde las emociones y sentimientos ante un hecho de esta naturaleza. Dejemos pues las emociones y los casos mediáticos, no rehuyamos del debate, pero hagámoslo desde la sensatez y la seriedad.
Toda persona, con independencia de su estado de salud, tiene una dignidad intrínseca. Incluso en las situaciones más difíciles y menos deseables, los equipos de cuidados paliativos ponen todo su corazón y su experiencia para salvaguardar la dignidad de los pacientes. Al contrario, optar por la muerte no garantiza esa dignidad y supone una renuncia a la condición humana.
Las decisiones personales tienen siempre una dimensión colectiva, especialmente cuando requieren la intervención de terceros, como en la eutanasia o la asistencia al suicidio. Enfrentarse a la muerte y acelerarla es un comportamiento raro y solitario, que reivindican unas pocas personas decididas, pero que sería un peso las más frágiles: personas aisladas, ancianas o inmigrantes, sometidas a todo tipo de presiones (familiares, sociales, incluso médicas), en una sociedad que prima la eficacia y puede valorar como carga a una parte significativa de su población
Legalizar la eutanasia significa introducir en el corazón de la sociedad la transgresión de la prohibición de matar. Aunque solo fuera por el principio básico de cautela, se debería rechazar un “matarás a veces” o “bajo ciertas condiciones”. Nuestra civilización ha progresado eliminando las excepciones a la prohibición de matar (venganzas, duelos, pena de muerte). Legalizar la eutanasia significaría dar un paso atrás.
Muy pocos pacientes dicen que quieren morir, menos aún cuando están debidamente atendidos y acompañados. Además, cuando piden la muerte, muchos quieren significar una cosa muy distinta de la voluntad de morir. Pedir la muerte significa casi siempre no querer vivir en condiciones tan difíciles. ¿Pedir la muerte porque se sufre es realmente una elección libre? En cambio, los cuidados paliativos restauran la libertad del paciente al final de su vida al controlar tanto el dolor como el sufrimiento mental.
¿Queremos realmente, en el futuro, tener que plantearnos la oportunidad de acabar con el sufrimiento personal o de nuestros seres queridos? ¿Queremos realmente tener que preguntarnos, tras un diagnóstico grave, sobre la inyección letal, o imaginar, cuando no podemos más, que seres queridos se hacen la pregunta por nosotros.
La vocación específica de los cuidadores es proporcionar cuidados, dentro de una relación de confianza con la persona enferma. Matar destruye este contrato de confianza y deroga el código de deontología médica. Los cuidadores muestran que son capaces de superar la tentación de la omnipotencia a través del encarnizamiento terapéutico o la eutanasia.
A partir de sondeos, se afirma que la sociedad está preparada para admitir la legalización de la eutanasia. Sin embargo, nadie puede proyectarse de manera realista hacia el final de su vida y decir que sabe qué desearía realmente en ese momento. De hecho, las encuestas no tienen en cuenta la palabra de los enfermos en fase terminal de la vida.
La experiencia demuestra que la legalización va llevando las limitaciones jurídicas iniciales hacia prácticas cada vez más extremas. Se llega a la eutanasia de los menores, o de personas que padecen trastornos mentales, y no se cumplen las condiciones establecidas por la ley, ni siquiera el consentimiento del paciente. Los abusos crecen en los países que legalizan la eutanasia (por ejemplo, la clandestina es tres veces más común en Bélgica que en Francia).
Los cuidados paliativos deben estar accesibles en todas partes y para todos. Son un derecho del paciente. Actualmente, demasiados enfermos no reciben cuidados paliativos cuando los necesitan. Esto debe cambiar. Se trata de dos enfoques basados en filosofías radicalmente opuestas. La legalización de la eutanasia y del suicidio asistido deriva de la exigencia de autonomía. Los cuidados paliativos combinan la ética de la autonomía con la ética de la vulnerabilidad y de la solidaridad colectiva. Los cuidados paliativos previenen y alivian el sufrimiento, mientras que la eutanasia se dirige a acelerar la muerte intencionalmente. Los cuidados paliativos son tratamientos, la eutanasia es un acto mortal.
Por último la Asociación Española de Bioética y Ética Médica (AEBI) nos dice que: "Nunca hay motivo que justifique la directa eliminación de un ser humano.Ni el dolor ni la ausencia de ninguna otra cualidad inherente a la persona anulan su dignidad"
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