No solo de pan vive el hombre y las cenas deben de ser frugales, austeras y humildes para evitar la muerte súbita por colapso cardiaco en la madrugada traicionera y francotiradora. Ya saben aquello que de grandes cenas están las sepulturas llenas aunque en el País Vasco por obra y gracia de unos terroristas parasitados por el odio y el primitivismo orangutanero, asesino, algunas lapidas de los cementerios son los mojones de muchos ciudadanos que optaron por la libertad, la concordia y la lucha frente a la violencia tribal sin sentido e inhumana. Los verdugos terroristas, como seres carenciados, sectarios, autistas, resentidos, manipulados, involutivos, instalados en el paranoidismo y en el miedo persecutorio y confundido por seudolíderes psicotizados cual flautistas de Hamelin.
Ha pasado a la posteridad la cínica frase “unos mueven el árbol y otros cogen las nueces”, pronunciada desde la tribuna por un político nacionalista, en plena bouffe delirante preñada de codicia, avaricia y egocentrismo. “Nosotros y ellos”.
Maldad pero sobre todo una gran estupidez, anencefalicos y con nulo cash cognitivo y afectivo, con limitación absoluta en su capacidad de análisis y de entendimiento y por lo tanto anoréxicos de empatía, solidaridad y respeto.
Recientemente hemos tenido conocimiento de una cena vasca con cuatro comensales. Solo una de las políticas del afaltze (cena en vasco) ponía los muertos. Solo una representaba a los políticos vascos socialistas que fueron aniquilados de forma artera y cobarde por unos cobardes terroristas. Hay que tener muchas tragaderas, nula activación de la vergüenza, o más bien tener una hiperfagia compulsiva refractaria al tratamiento para sentarse con un ex presidiario terrorista a cenar en Navidad, que actúa como caja de resonancia emocional , donde las ausencias y los duelos se activan y emergen como tsunamis que lo desbordan todo.
Es normal un digno Mugica se dé la baja. Mataron a su padre paseando por las calles de su ciudad pero no le arrebataron la dignidad, la decencia ni la libertad. Vaya Navidades revictimizantes que les han dado a los descendientes de las víctimas .Ni el espíritu navideño lo explica.
No es admisible , ni ético que se escenifique obscenamente en el espacio público, la normalización y el colegueo de esta colla política instalada en la amnesia y en la disociación de la más reciente y dramática historia que ha vivido y sufrido parte del pueblo vasco, que no olvidemos esta en España y en Europa. No olvidemos el autoexilio forzado de más de 300.000 vascos por el conflicto terrorista. No era la cena del perdón.
¿Brindaron por los que no estaban?
Tal cenorrio solo es digerible con diez frascos de primperan, una tortilla de omeprazoles y más de 100.000 cepas de pro bióticos para depurar y restaurar la microbiota.
A destacar las reacciones generalizadas de repulsa y de asco.
Recuerden en derrota transitoria pero nunca en doma.