Para los que no andan muy versados en la música resulta fácil pensar que el percusionista de una orquesta es el tipo que menos trabaja durante un concierto. Le da de vez en cuando al tabor, al triángulo, tal vez a las campanas tubulares, y poco más. Se tira todo el concierto leyendo una partitura que para él es muda hasta que llega el momento de la fanfarria, le da al amb or y acaba todo con un majestuoso chimpón. El de los platillos tampoco se hernia. Pero no, no es así, ni las cosas son tan fáciles...
Para demostrarlo les ofrecemos un vídeo viralizado en las redes. Nuestro sufrido hombre del tambor espera con diligencia y abnegación el momento de lucirse. Y se luce, vaya que si se luce, aunque no de la forma esperada. Tantos años de conservatorio para esto...